Un reto...

El desfile de autos llegó a su fin, y aunque todos habían disfrutado del evento, era evidente que las reacciones eran distintas. Alessandro había disfrutado de cada momento, observando los autos con una pasión inquebrantable por las colecciones clásicas. Emilio, en cambio, no podía apartar la vista de la caleña, que hablaba sin cesar sobre los autos y la historia detrás de cada uno. Su conocimiento y su entusiasmo por ese mundo le parecían una mezcla de desparpajo y destreza que no dejaba de llamarle la atención, aunque no estaba seguro de por qué.

—Señores Moretti, he reservado lugares en la zona VIP para todos para el show de salsa, así que ya podemos ir. —dijo Thiago con una sonrisa cordial, interrumpiendo los pensamientos de Emilio.

—Por supuesto, vamos. —respondió Alessandro, levantándose de su asiento y ajustándose el elegante blazer.

Todos caminaron hacia los autos, listos para dirigirse al lugar donde se llevaría a cabo el esperado show de salsa. Emilio, con una extraña incomodidad que no podía descifrar, se acercó a su coche, esperando que Susana decidiera unirse a él. Sin embargo, para su irritación, la caleña prefirió subirse al auto de Thiago, quien de manera caballerosa le abrió la puerta del copiloto. Ella sonrió y agradeció el gesto, y a Emilio no le gustó en lo más mínimo ver cómo la conexión entre ellos parecía ser tan fluida.

El viaje hacia el lugar del show fue breve, pero cargado de una tensión palpable. Emilio, en silencio, no dejaba de pensar en la naturaleza relajada y accesible de Susana, algo que le descolocaba cada vez más. Mientras tanto, Alessandro estaba distraído observando el paisaje, disfrutando de la calma que traía consigo la noche.

Al llegar al sitio donde se realizaría el show de salsa, todos tomaron sus asientos en la zona VIP, una ubicación privilegiada que les permitió observar de cerca la energía del evento. La música comenzaba a sonar, y las luces iluminaban el escenario, donde varios grupos emblemáticos de salsa colombiana y algunos invitados internacionales empezaron a tomar la pista.

Susana, como era de esperarse, no pudo quedarse quieta. La sangre latina corría por sus venas, y al ritmo de la música, se puso de pie, moviendo sus caderas con una soltura y una sensualidad que dejaba sin aliento a cualquiera que la mirara. Emilio, aunque intentaba mantener una fachada de indiferencia, no pudo evitar quedar impresionado por la manera tan natural en que se movía. Había una profesionalidad en su baile que, aunque sensual, no perdía el control, ni la elegancia.

El italiano no dejó de observarla, sorprendido por cómo la mujer que había visto en una sala de juntas, con su actitud desafiante y segura, se transformaba en algo completamente distinto sobre la pista de baile. No era solo la sensualidad con la que movía sus caderas, sino la conexión que tenía con la música, con cada paso. La caleña estaba completamente sumergida en el momento, como si la pista de baile fuera su territorio natural.

De repente, uno de los turistas, que claramente tenía un nivel adquisitivo considerable, se acercó a ella con una sonrisa encantadora. Susana, siempre dispuesta a disfrutar del momento, le sonrió y aceptó su invitación para bailar. Ambos se movieron con facilidad al ritmo de la salsa, y la conexión entre ellos fue instantánea. La mirada de Emilio se volvió fría, mientras observaba cómo el extranjero guiaba a la caleña en un baile lleno de complicidad.

Emilio, sintiendo un inexplicable malestar, vació de golpe su vaso de whisky, tratando de calmar los nervios que le recorrían. A pesar de su fachada controlada, había algo en la presencia de Susana, en su forma de moverse, que lo desconcertaba. ¿Por qué lo incomodaba tanto ver a esa mujer disfrutar tan libremente? Algo en su interior le decía que Susana no solo era un desafío profesional, sino también un reto personal al que, en algún momento, no podría resistirse.

La noche continuó, llena de música, risas y esa sensación de algo no dicho flotando en el aire, pero Emilio no podía dejar de pensar en la caleña. La distancia entre lo que veía en ella y lo que él esperaba de una mujer en su mundo se hacía cada vez más amplia. Pero al mismo tiempo, eso la hacía aún más intrigante.

La noche en la Sucursal del Cielo se vivía como un carnaval de emociones. Cali vibraba al ritmo de la salsa, con risas que estallaban como fuegos artificiales entre la multitud y corazones contagiados por la calidez de una tierra que hacía imposible no rendirse ante su encanto. La música sonaba con fuerza, los tambores marcaban el pulso del alma caleña y la tradición se mezclaba con la alegría inquebrantable de su gente.

Susana, con su vestido liviano que realzaba su figura y su cabello suelto danzando con cada giro, bailaba desinhibida, con gracia, energía y una sensualidad que hipnotizaba. Era fuego en movimiento. Cada paso que daba transmitía seguridad, fuerza y libertad. En su rostro había una sonrisa plena, esa que nace de estar en casa, entre los suyos, disfrutando del baile que corre por las venas de su tierra.

A pocos metros, Emilio no le quitaba los ojos de encima. Una maldita incomodidad se había alojado en su pecho, sin que pudiera identificar la causa. Su mandíbula estaba tensa, sus manos cerradas en puños apoyadas sobre sus piernas. Estaba molesto. ¿Por qué? No lo sabía del todo. Solo sentía cómo la sangre le hervía al verla reír, moverse, disfrutar... con alguien que no era él.

—Creo que es hora de irnos a descansar —dijo Alessandro, levantándose con elegancia.

—Nosotros también nos retiramos, ha sido una noche hermosa —comentó Arianna, madre de Susana, al tiempo que se abrazaba con su hija para despedirse.

Los padres de Susana y Alessandro se alejaron del lugar, dejando a Susana con Santiago, quien se encontraba conversando con un empresario conocido, y Emilio, que decidió quedarse, negándose a irse cuando su instinto le gritaba que no debía dejar sola a esa mujer.

Fue entonces cuando un animador del evento tomó el micrófono y lanzó un reto al aire:

—¡Atención! Vamos a iniciar nuestro tradicional Concurso de Salsa. ¡La pareja ganadora se llevará un jugoso premio en efectivo y una botella del mejor licor de la ciudad!

La propuesta encendió aún más la energía del lugar. Varias parejas comenzaron a acercarse al centro de la pista. Emilio, que no quitaba los ojos de Susana —ahora momentáneamente sola—, se levantó con determinación. Movido por una mezcla de deseo, orgullo y esa necesidad irrefrenable de domar a la fiera caleña, se acercó a ella con una sonrisa desafiante.

—Señorita Montero, ¿qué tal si bailamos juntos y ganamos ese premio? —preguntó, con un brillo juguetón en la mirada.

Susana lo miró de reojo y soltó una carcajada casi burlona. Le parecía increíble que ese hombre, tan arrogante y seguro de sí mismo, estuviera ahora parado frente a ella pidiendo bailar.

—No quiero perder el concurso —respondió con sorna—. No creo que un playboy italiano como usted sepa bailar.

—¿Y si la sorprendo? —replicó Emilio, con picardía—. Supongamos que ganamos... Le propongo un trato: el premio será completamente suyo y, a cambio, usted será mi guía turística por esta ciudad durante dos días.

Susana alzó una ceja y sonrió con ironía.

—Parece que ser arrogante es parte de su naturaleza. Primero, no me interesa bailar con usted. Y segundo, no quiero ser su guía turística. No es alguien a quien quiera tener cerca.

Fue un golpe bajo. Emilio sintió cómo esas palabras le dejaban un sabor amargo en la boca. Pero no era un hombre que se echara para atrás ante un desafío, y mucho menos cuando la retadora era tan fascinante.

—Está bien, cambiemos el trato —dijo, dando un paso más cerca de ella—. Bailamos juntos, ganamos, el premio es suyo... y yo me comprometo a ser su guía turístico cuando llegue a Italia. Seguro necesitará conocer bien la ciudad.

Y entonces, bingo. El italiano dio en el blanco.

Susana permaneció en silencio unos segundos. Sus ojos lo estudiaban con curiosidad, como si intentara ver más allá de la fachada de hombre perfecto. Finalmente, asintió.

—Está bien —dijo con voz firme—. Pero si no ganamos el concurso será solo su culpa... y deberá asumirlo con humildad.

—Hecho —respondió Emilio, extendiendo la mano para sellar el trato.

Susana miró su mano un segundo, luego la estrechó. En cuanto sus palmas se tocaron, una corriente eléctrica los recorrió a ambos. Fue un contacto breve, pero cargado de tensión. Ninguno dijo nada, pero sabían que algo había cambiado.

Las parejas comenzaron a rodear la pista. Algunas eran novios, otras simplemente amigos, otras tantas esposos... mientras que la caleña y el italiano eran solo dos desconocidos que, sin saberlo, habían comenzado a jugar el más peligroso de los juegos: el del orgullo y el deseo.

Y así, en medio de luces, música y corazones latiendo al ritmo de la salsa, comenzó un duelo que prometía encender mucho más que la pista de baile...

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Comments

Yacenis Cardona

Yacenis Cardona

Hay no lo siento jhohana eres muy buena escritoras pero este juego de lectura al gato y al ratón no me gusta no voy ver estas novela con ese problema de actualización

2025-06-19

5

Carola Videla🇦🇷🇦🇷🇦🇷🇦🇷

Carola Videla🇦🇷🇦🇷🇦🇷🇦🇷

ella tampoco es tan humilde que digamos jajajajaja. y se puede llevar una sorpresa porque mi retoño también tiene sangre latina

2025-06-23

1

🦋🌻Yencir Báez P.🌻🦋

🦋🌻Yencir Báez P.🌻🦋

Hay Emilio. Emilio, Susana será tu domadora como lo fue tu madre en su momento con tu padre que era como tu hasta que llego ella su bella colombiana a cambiarlo todo

2025-06-26

1

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