La reunión continuo, al parecer la colombiana tenía el control pues sus palabras eran seguras y firmes, no había duda ni miedo en ninguna de ellas...
—Para usted, comprar un auto deportivo es como quitarle un pelo a un gato. Pero para una persona que viene desde abajo, representa años de sacrificios, privaciones y trabajo duro. Y cuando lo logran, créame, lo valoran mucho más que un junior que lo obtuvo con un simple clic en su cuenta bancaria.
Emilio soltó una sonrisa burlona.
—¿Ya terminó con su discurso de psicología barata? ¿Pretende convencerme apelando a la manipulación emocional sobre los privilegiados y los que no lo son?
—Por supuesto que no —respondió con ironía—. No intento manipular la brillante mente de un gran CEO como usted. Ironizó ella —Esta es solo una idea que nació en la cabeza de una joven ambiciosa que cree que los sueños se trabajan, no se heredan. Y que algo considerado fantasioso, puede convertirse en una realidad con impacto global.
Sus ojos brillaban con pasión mientras continuaba.
—Como empleada leal a esta empresa, solo estoy tocando la puerta. Ustedes decidirán si nos dejan entrar. Pero si la cierran, eso no me desmotivará. Al contrario, me dará más impulso para tocar muchas más puertas. En una de esas, quizás la compañía Ivanov quiera apostar por este proyecto… tan fantasioso.
La sala quedó en un silencio sepulcral. Todos la miraban con asombro. Había hablado con el temple de una líder.
Alessandro fue el primero en levantarse.
—Deseo que sea nuestra compañía la que reciba los primeros aplausos cuando este maravilloso proyecto se haga realidad. Señorita Susana Montero, yo apuesto por usted y por esta idea.
—Gracias, señor Alessandro —respondió ella, conteniendo una emoción vibrante en su voz—. Le aseguro que daré el mil por ciento para que todo salga impecable.
—No lo dudo, señorita Montero.
Emilio se aclaró la garganta.
—Que mi padre haya aceptado su proyecto no significa que yo lo haya hecho. Pero para no contradecirlo, y en respeto a su buen olfato para los negocios, acepto con una condición: el proyecto deberá ejecutarse en menos tiempo del estipulado en su propuesta.
Antes de que Susana pudiera responder, Thiago intervino.
—Señores Moretti, para nuestra empresa es un honor que deseen impulsar esta propuesta, aun con dudas. Pero, antes de firmar la ejecución, necesitamos dejar algo claro: los créditos de diseño son de Susana Montero, y los avances y objetivos alcanzados corresponden al equipo de esta empresa. Por lo tanto, en común acuerdo, solicitamos que la señorita Montero sea nombrada como gestora principal del proyecto en su compañía.
Emilio la miró, meditando. Susana no bajó la mirada. Había llegado para quedarse.
—No estoy de acuerdo en que se nos imponga a la señorita Montero como ejecutora del proyecto —soltó Emilio con arrogancia, entrelazando los dedos sobre la mesa—. Nuestra compañía cuenta con personal más calificado y apto para llevarlo a cabo.
Sus palabras generaron un evidente malestar en Thiago. Aunque su expresión se mantuvo serena, su voz se tornó firme y cortante.
—Esa es la única condición que tenemos para aliarnos con ustedes. Si no es de ese modo, preferimos buscar otro socio estratégico —declaró con aplomo, mirando directamente al joven italiano.
Susana giró la cabeza para mirar a Thiago. Sus ojos reflejaban incredulidad y sorpresa. No esperaba que él defendiera su rol con tanta contundencia, y mucho menos que estuviera dispuesto a renunciar a un acuerdo multimillonario por ella.
El comentario incomodó a Emilio. Le molestó la seguridad con la que el jefe de la colombiana la respaldaba, pero lo que más le irritaba era no poder descifrar el porqué. ¿Había un interés más allá de lo profesional? La sola idea le generaba un desagrado que no supo cómo explicar.
Entonces, Alessandro intervino con su tono calmado pero autoritario, marcando el rumbo de la conversación.
—No se preocupen. Mi hijo trabajará de la mano con la señorita Montero en este proyecto —dijo, cruzando los brazos con determinación—. Y yo estaré allí para supervisar personalmente que esta cláusula sea respetada hasta el final.
Alessandro conocía muy bien a su hijo. Sabía que lo que Emilio intentaba no era otra cosa que empujar a la joven al límite, para ver si realmente tenía lo que se necesitaba para sobrevivir en un entorno de alta presión. cómo lo era la compañía automotriz Moretti.
Susana, por su parte, permanecía serena, con la espalda recta y una postura profesional impecable. Deliberadamente, ignoraba las constantes provocaciones del joven y arrogante CEO italiano. Sus ojos permanecían firmes, sin un atisbo de duda ni nerviosismo.
Emilio se volvió hacia ella, con una mirada gélida.
—Mi padre ya lo dijo. Se hará como ustedes desean —dijo con voz controlada, aunque su mandíbula delataba cierta tensión—. Con una contraclausula: la señorita Montero deberá trabajar desde nuestra sede en Italia. No aceptaré trabajo a distancia.
Pausó por un instante, solo para asegurarse de que cada palabra cayera con el peso justo.
—Y deberá saber que soy un hombre extremadamente profesional y exigente. No tolero trabajos mediocres. No espere consideración por ser mujer. Si esta dispuesta a involucrarse en un proyecto tan ambicioso, deberá estar a la altura… o rendirse antes de comenzar.
La sala quedó en silencio. Nadie se atrevió a interrumpir el cruce de palabras. Las miradas iban y venían entre ambos, como espectadores de una partida de ajedrez en plena tensión.
Susana esbozó una sonrisa lenta, casi perversa, y dio un paso firme al frente hasta quedar frente al italiano, igualando su altura con la barbilla en alto y la mirada firme.
—Me encantan los retos —dijo, con una seguridad que cortaba el aire—. También soy exigente y meticulosa a nivel laboral. Espero que usted, como buen líder, no solo sepa mandar… sino también ejecutar.
Emilio la observó con los ojos entornados. Había fuego en su mirada, pero también una chispa de reconocimiento. No era una empleada común. Era una mujer que sabía exactamente quién era y lo que valía.
Una lucha de poderes estaba por comenzar, y ninguno de los dos parecía dispuesto a ceder terreno...
—Creo que, ya que el asunto ha quedado aclarado, podemos proceder a firmar el contrato —intervino Alessandro con una sonrisa diplomática, rompiendo el silencio con tono decidido.
—Estoy de acuerdo —respondió Thiago—. Muy bien, señores, gracias por su presencia. Damos por concluida la reunión. Pueden volver a sus respectivas áreas laborales. Mientras tanto, los señores Moretti y la señorita Montero me acompañarán a mi oficina para proceder con la firma del contrato.
Los ejecutivos se pusieron de pie y comenzaron a salir ordenadamente de la sala de juntas. Susana y Thiago encabezaron el trayecto hacia la oficina principal.
Emilio, unos pasos detrás, no pudo evitar fijar la mirada en la caleña mientras caminaba. Sus caderas se movían con elegancia, cada paso destilaba confianza y sensualidad, sin forzarlo. El conjunto ejecutivo que llevaba —blusa blanca entallada, falda tubo azul rey con una delicada abertura y tacones de punta fina— reforzaba esa imagen de mujer profesional, segura y magnética. Su perfume, ahora más sofisticado, dejaba una estela sutil y envolvente que parecía hablar el mismo lenguaje de poder que ella.
Alessandro, que caminaba al lado de su hijo, observó de reojo el comportamiento de Emilio. Sonrió para sí mismo. Algo en su interior le decía que aquella colombiana de mirada altiva sería la perdición de su primogénito… y no le disgustaba en lo más mínimo. Tal vez ya era hora de que su hijo mayor sentara cabeza. Quizá eso también provocaría algún tipo de reacción en su hija menor, Analía.
Analía Moretti… pensó con cierta resignación. Era, sin lugar a dudas, su versión femenina: hermosa, audaz, persuasiva. Había heredado todos sus encantos y todos sus vicios. Dueña de una coquetería natural y un carácter indomable, Analía trataba los sentimientos como un juego de estrategia. Nunca se había enamorado, y lo consideraba una distracción innecesaria. Pero Alessandro sabía que, así como a él le llegó el amor en forma de desafío, a su hija también le llegaría su domador... de la forma más inesperada.
En la lujosa oficina, decorada con arte moderno y detalles que evocaban creatividad y vanguardia, los cuatro empresarios se sentaron frente a frente. Thiago y Susana a un lado del escritorio, Alessandro y Emilio en el otro.
El contrato fue colocado sobre la mesa. Thiago añadió una cláusula adicional en función de lo estipulado por los Moretti. Luego, uno a uno, revisaron el documento detenidamente.
Emilio fue el primero en firmar como representante legal de la automotriz Moretti, con una firma elegante y segura. Alessandro lo hizo enseguida como testigo. Thiago tomó el bolígrafo con solemnidad, rubricando como CEO de la firma de diseño, y finalmente Susana firmó como creadora y futura ejecutora del proyecto.
—Perfecto —dijo Thiago, guardando el documento—. Mi secretaria les enviará una copia digital del contrato a cada uno por correo electrónico.
Emilio se puso de pie y miró directamente a Susana, su tono tan afilado como su mirada.
—Entonces la espero en Italia en cuatro meses, señorita Montero. Espero que supere mis expectativas.
Ella se levantó sin dejar de sostenerle la mirada. Su respuesta fue tan tajante como la suya.
—Realmente no me interesa superar las expectativas de nadie. Mi objetivo es superarme a mí misma, porque mi mayor competencia soy yo. Los demás… son solo catapultas hacia mi meta.
Thiago sonrió disimuladamente, satisfecho con la firmeza de su pupila. Al igual que Alessandro que ya se imaginaba a ese par enfrentados día tras día en las instalaciones de automotriz Moretti.
Thiago volvió a intervenir para cerrar el acuerdo.
—Bueno, ¿qué les parece si, para celebrar nuestra alianza, nos acompañan esta noche al desfile de autos clásicos y antiguos? Que se realiza en el marco de la feria anual de la ciudad. Después, podrán disfrutar de un show de salsa en vivo. Será una excelente oportunidad para conocer un poco de nuestra cultura… y relajarse.
—Por supuesto —respondió Alessandro con entusiasmo—. Me encantaría esa idea. ¿Qué opinas, hijo?
—Si tú deseas ir, yo te acompaño, padre. Por mí, está bien —respondió Emilio con aparente indiferencia, aunque algo en su mirada delataba que no le resultaba tan indiferente como quería aparentar.
—Entonces nos vemos esta noche —concluyó Thiago, levantándose para despedir a sus invitados...
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Comments
Dolores Hernández
hay Jhohana otra vez haciendo de las tuyas tus hombres siempre son bien mamones y Emiliano no es la excepción es un pedante engreído don Alejandro su padre solo se burla pues sabe que su ñoño hijo porque eso es un ñoño engreído pedante jajajaja el sabe que su hijo pedante ya perdió la cordura y está a punto de perder la cabeza y el corazón con la Susi solo es cuestión de tiempo para que su engreído hijo bese el suelo por dónde pisa la Susi y lo haga tragar todas sus palabras la Susi le va a dar cátedra sobre la materia en autos y por engreído me acaba de perder como cliente en potencia el Emilio jajajaja me voy a comprar mi auto con la competencia como empresario no sabe que centavos se suman a pesos pesos a miles y miles a millones jajajaja así que Susi le enseñe como se fabrican y se venden sus autos como pan caliente jajajaja
2025-05-17
7
🦋🌻Yencir Báez P.🌻🦋
Emilio ya tiene CELOS de Thiago aunque no lo acepte. La bella y despampanante caleña es la dueña absoluta de su alma, corazón y cuerpo. Gracias mi querida @Jhohanna Perez por este otro excelente capítulo.
2025-05-18
1
🤎 Lisseth 🤎
A eso se le llama o se le conoce como CELOS Aunque no lo quieras reconocer 😂😂😂😂😂😂
2025-05-17
3