Capítulo 3

...IMPACTO...

Emma corría de una manera tan acelerada que no sabía de donde había sacado fuerzas.

Las sirenas resonaban a lo lejos, y su corazón bombeaba con una furia salvaje. April le había gritado que huyera cuando vio a los mismos hombres del auto negro rondando cerca del puerto. No había tiempo para discutir.

Se separaron entre contenedores oxidados y calles vacías. Ahora Emma zigzagueaba entre las sombras de un distrito financiero que no conocía, sin mirar atrás.

Giró una esquina y se topó con una avenida iluminada. Tráfico denso, edificios lujosos, vitrinas con relojes de diamantes… y un grupo de hombres trajeados caminando hacia ella.

Emma frenó en seco.

Uno de ellos levantó la vista. Los ojos oscuros. La piel morena, Una cicatriz pequeña cerca del cuello, Lo reconoció, Uno de los matones de su tío.

Retrocedió dos pasos.

—¡Ahí está! —gritó uno.

Y entonces corrió otra vez.

La persecución fue brutal, La ciudad rica no tenía rincones donde esconderse. Ella esquivaba gente, cruzaba semáforos en rojo, se deslizaba entre autos con bocinazos detrás, Su respiración ardía, Sus piernas flaqueaban.

Hasta que lo vio.

Un edificio de cristal con una entrada privada. Un guardia en la puerta. Y justo frente a ella, una limusina negra con las puertas abiertas y un conductor revisando su teléfono.

Sin pensar, Emma se lanzó hacia el auto, se metió dentro y cerró la puerta de golpe.

El silencio fue inmediato.

Hasta que una voz grave rompió el aire.

—¿Qué demonios…?

Ella giró la cabeza y lo vio.

Sentado con elegancia, vestido de traje negro, camisa blanca sin corbata, un reloj de lujo en la muñeca y el rostro más devastadoramente hermoso que había visto jamás. Ojos grises como acero fundido. Mandíbula firme. Labios tan perfectamente formados que dolía mirarlos. La frialdad de su mirada congeló el aire en sus pulmones.

El CEO.

El mismísimo Adrián Blackwood.

—Necesito que no digas nada —susurró Emma, jadeando—. Por favor.

Él la observó con calma peligrosa. Ni una emoción en su rostro.

—Acabas de irrumpir en mi auto.

—Lo sé.

—Estoy armado.

—Perfecto yo no. -- dijo Emma tratando de no parecer nerviosa y regulando su respiración.

Se miraron un segundo, Dos.

Entonces, Adrián se inclinó apenas hacia adelante, sus ojos no dejaron los de ella.

—¿Estás huyendo de alguien?

—Sí.

—¿Es peligroso?

—Mucho.

—¿Te quieren muerta?

Emma tragó saliva.

—No, Por ahora.

Un leve destello cruzó la mirada del CEO. Luego pulsó un botón al costado del asiento. Las puertas se bloquearon con un clic.

En ese instante, los hombres que la perseguían llegaron corriendo, escaneando la calle, gritando entre ellos. Uno se acercó al guardia del edificio. Emma se encogió, pero Adrián le puso una mano en el hombro.

—No te muevas —dijo, con una tranquilidad que parecía de otro mundo.

Afuera, el guardia negó con la cabeza. Los hombres maldijeron. Buscaron unos segundos más… y se fueron.

Emma respiró por primera vez en minutos.

—Gracias… —murmuró, sin poder apartar los ojos de él.

—No me des las gracias. No he decidido qué hacer contigo.

Su tono fue puro hielo.

—¿Cómo te llamas?

—Emma —susurró.

—¿Completo?

—Emma Moretti.

—¿Y por qué te están persiguiendo, Emma Moretti?

Ella dudó. No tenía idea de quien era ese hombre que tenía al frente, un escalofrío recorrió su cuerpo de solo pensar que ese hombre podría ser su salvación o tan sencillo como su perdición. Después de pensarlos por unos segundos decidió decirle la verdad.

—Mi tío quiere venderme a una organización Mafiosa y Escapé.

Adrián no pestañeó.

—¿Nombre?

—Giovanni Moretti, Está en la lista negra de medio mundo. Traficante, extorsionador… y según él, mi único “familiar”.

Adrián guardó silencio. Él ya sabía quién era Giovanni Moretti, nunca había escuchado de que tuviese una sobrina, esa mujer que tenía al frente se veía que no estaba mintiendo, pero de todos modos se cercioraría de todo.

Luego miró al conductor por el espejo polarizado y habló con voz baja:

—Da la vuelta. Llévanos a la torre.

—¿Qué haces? —preguntó Emma.

—Sacarte del mapa, por ahora. — hablo de manera tranquila mientras tecleaba en su teléfono, pidiendo un informe completo de la mujer que tenía a su lado.

—No entiendo. ¿Quién eres?

Él la miró fijamente. No sonrió. No vaciló.

—Adrián Blackwood.

Y ahí fue cuando el nombre la golpeó.

El magnate. El enigma. El hombre que aparecía en portadas de revistas con frases como “El imperio que nadie puede tocar” o “El millonario más joven e implacable del país”. El CEO de Blackstone Enterprises. Rumores de tratos turbios. Inversiones en países sin ley. Pero también fundaciones, tecnología limpia, poder absoluto.

—No puedo quedarme contigo —dijo Emma, sacudiendo la cabeza.

—No te estoy ofreciendo quedarte. Estoy eligiendo protegerte. Por ahora.

—¿Por qué?

Adrián la observó. Su mirada no era compasiva. Era analítica. Calculadora.

—Porque alguien que corre así no miente. Porque si dijiste “Moretti”, estás en problemas reales. Y porque mi empresa tiene enemigos en común con tu tío.

—¿Quieres usarme?

—Tal vez. Pero también podría salvarte la vida. ¿Cuál prefieres?

Emma lo miró, el corazón aún galopando. Estaba atrapada en una limusina con un hombre que podía comprar países, que podía destruir a su tío con una orden... pero cuya alma parecía un enigma bajo mil capas de hielo.

—¿Y si te equivocas? ¿Si soy una trampa?

Adrián sonrió por primera vez. No fue una sonrisa cálida. Fue como si aceptara un desafío que lo divertía.

—Entonces me encargaré de ti personalmente.

El vehículo se desvió hacia una vía privada, subiendo a una torre de cristal con helipuerto. Cuando llegaron, Adrián abrió la puerta y le ofreció la mano.

Emma dudó.

Él alzó una ceja, con una elegancia letal.

—Confía un poco, Emma. O sigue corriendo sola. Pero si entras… ya no habrá vuelta atrás.

Ella lo miró, con el viento alborotando su cabello, con el pulso latiendo como un tambor, y con una voz que ni ella reconoció, respondió:

—Nunca he sido de rendirme a la primera.

Adrián soltó una risa baja, una que apenas rozaba los labios. Luego, con una suavidad desconcertante, la ayudó a bajar del auto y la guio hacia el interior de la torre más segura —y peligrosa— que había pisado en su vida, llegando al helipuerto para luego ascender en el helicóptero que ya los esperaba preparados para partir.

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Comments

mariela

mariela

Adrian Blackwood es una obra de arte ¿cómo el médico me lo recetó hay Emma en un futuro te comerás a ese bombón.
Pregunto que pasará con April la buscará y la ayudará 🤔🤔🤔🤔❓❓❓❓

2025-04-29

1

Gladys Muñoz

Gladys Muñoz

de dónde sacaron a ese papasito dios q bello yo quiero uno así jaja

2025-04-29

2

Claudia cristina Forero

Claudia cristina Forero

que bello

2025-04-26

2

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