No Dejaré Que Vuelvas Ahí.
004.
Estaba dando vueltas en mi silla de la sala de mi oficina, mientras mis ojos estaban pasados en esa foto, esa última foto, como siempre los dos últimos años.
La verdad, todos decían era un milagro que yo aún tuviera vida.
Desde que Pablo decidió irse a la Masía mi vida cambió.
Nunca pensé que mi vida dependiera de él.
¿Pero que me hace más daño?
Que ya no esté a su lado para todo.
Ahora la que siempre está a su lado es Ana.
Pero por su lenguaje corporal se que no le gusta su compañía.
Les doy un ejemplo de miles.
Hace salieron unas imágenes de ellos dos en un restaurante, no se miraban entre ellos Pablo tenía la mirada pegada a la mesa o al vidrio.
Pablo ama el contacto visual, todas, pero todas las fotos que tenemos juntos siempre está mirando mis ojos, siempre.
También toma el contacto físico, pero siempre que ella se le acerca él se aleja, si eso pasaba entre nosotros Pablo dejaba de comer. ¡Dejaba de comer!
Y mí Pablito no es tonto, es más inteligente que la misma palabra.
Si algo no le gusta se aleja, duela lo que duela.
Además, había perdido el contacto con él, por culpa de Ana.
Pablo y yo ya no éramos los mismos.
El tenía su vida y yo intentaba llevar la mía.
Yo era el dueño, el dueño de una academia de fútbol, muchos querían entrar, la más famosa de Barcelona.
Recibía el nombre de "Futuro Gigante".
Muchas personas preguntaban el porqué del nombre, pero solo yo y Fer sabíamos el porqué.
Dije secándome mis lágrimas y acomodando la incómoda corbata.
X: Buenas tardes, señor González, llegaron nuevas personas que quieren postular a la academia...
Y así pasó la tardé, viendo las fichas de los nuevos integrantes y más.
Ahora estaba mirando el techo de mi habitación.
¿Porque no le daba una visita a Pablo si ambos estamos en Barcelona?
Perdimos el contacto, pero aún así yo seguía sabiendo cosas de él.
Gracias a Ferrán, un amigo cercano a Pablo en el club.
FERRAN T:
Hoy Pablo no ha asistido al entrenamiento, por supuesta fiebre.
20:00 hrs.
Informó Ferrán a las ocho en punto como siempre.
Miré la pared donde había solo cuadros de Pablo y yo juntos.
Me levante de la cama y fui a esa habitación.
Habitación donde había un piano, una cama, y balones de fútbol.
La que una vez hice y pedí por si él volvía.
Pepi estaba en el centro de la cama, algo sucio, pero aún con el aroma infantil de Pablo.
Le seguí llamando Pablo, y siempre lo haría, porque es mi Pablo.
Y el mismo pidió que en un futuro gigante le siguiera llamando así.
Se acercó al piano, pensó en tocar la melodía de "En otra vida", pero su mente solo pensaba en él.
Fue esta la cama y tomó con mucho cuidado a Pepi.
Lo sentó en su regazo, como le gustaba a Pablo.
Extrañaba los rulos que se le formaban al dejarse crecer el pelo o cuando sus ojos se ponían verdes por la luz del sol.
Nadie podía entrar a esa habitación, no las chicas del aseo, ni su hermano, solo él.
Salió, pero con Pepi entre sus brazos.
Me puse un chándal gris y bajé.
Me subí de copiloto al auto.
Era mi coche, pero yo no lo sentia así, no podía llamar las cosas mías si las compraba para él.
Fuimos al supermercado más cercano y bajamos a comprar.
Fer.
Necesito que compres las cosas de aseo personal. Yo iré a por la comida.
El agarró un carrito y yo solo caminé a la zona.
Iba viendo pasillo por pasillo, sólo por curiosidad.
Y en uno de ellos vi a Ana.
La chica, esa chica que sale con Pablo, que obligó a Pablo a cortar lazo conmigo.
La reconocía a kilómetros.
La chica era todo lo contrario a lo que pedía Pablo.
Pedri.
Pelo oscuro, piel morena, ojos cafés claros, muy claros, que mida dos centímetros más que él, que le guste el fútbol.
Cuando llegue al pasillo, solo había un chico con capucha.
Pedri.
Veamos que pide Fer.
Fijé en voz alta mientras sacaba mi móvil.
Por el rabillo del ojo vi como el chico me miraba y comenzaba a jugar con sus manos.
Comencé a leer y agarrar lo primero.
Pasta de dientes, quería irme rápido, por ello agarré la primera que vi.
Gavi.
A Fer no le gusta esa, decía que era muy picante.
Yo gire mi cabeza en dirección a esa vocecilla.
Él solo se movió su mano.
Su rostro no se veía, por culpa de la capucha.
Iba a hablar, pero otra voz interrumpió.
Ana.
Pablo, ¿porque tardas tanto?
Ana me miró de abajo arriba y tomó la mano de Pablo y tiró de ella.
Cuando reaccioné corrí por donde había salido, pero choque con alguien.
Fer.
Pedri ¿por qué corres?
Pedri.
Pablo. Pablo estaba aquí. Nos vimos.
Fer.
Pedri, sigamos comprando, solo pasado para él.
Pedri.
¡No! ¡Él prometió que seguiríamos siendo familia, pase lo que pase!
Agarre las llaves y me subí al coche.
Me quedé ahí, viendo como las personas entraban y salían.
Fer llegó y nos fuimos a casa.
Ayudé a bajar las bolsas y las dejé dentro de casa.
Concrete el móvil y puse música, las calles estaban vacías, algún que otro coche, pero más que eso nada.
Fui a un bar cercano y entre.
No debería, pero me senté en el bar.
Solo estuve ahí para distraerme, para pensar que lo tuve a centímetros, a menos de tres metros.
Y en ese momento me di cuenta que yo a Pablo ya no lo veía como un hermanito.
Que lo quería para mí, solo para mí, como cuando éramos pequeños, él era solo mío y solo confiaba en mí...
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