El sol apenas comenzaba a asomarse por el horizonte, tiñendo el cielo de un tenue color anaranjado. En el centro de entrenamiento de la falange, un grupo de reclutas de cinco a ocho años se alineaba en formación, sus rostros reflejando una mezcla de nerviosismo y determinación. Entre ellos, Valeria observaba con atención, recordando sus días anteriores de entrenamiento. Esto era una rutina: levantarse y entrenar, comer en diez minutos y seguir, bañarse y vestirse en máximo veinte minutos y con suerte. Era una locura; pasó de ser una princesa a ser un soldado. Extrañaba a su familia, recordaba la última vez que los vio y le dolía.
El instructor, un hombre de mediana edad con cicatrices que contaban historias de batallas pasadas, se adelantó. Su voz resonó con autoridad mientras sostenía una pistola Glock en sus manos.
—Hoy aprenderán a desarmar y ensamblar sus armas. Este conocimiento no solo es crucial para su supervivencia, sino también para el mantenimiento adecuado de su equipo. Presten atención.
Con movimientos precisos y seguros, el instructor comenzó a desmontar la pistola, explicando cada paso con detalle.
—Primero, asegúrense de que el arma esté descargada. Retiren el cargador y verifiquen la recámara. La seguridad es lo primero.
Los reclutas, siguiendo sus instrucciones, replicaron sus movimientos. Valeria observaba cómo algunos luchaban con la mecánica del arma, mientras otros, más hábiles, avanzaban con mayor rapidez. Ella sabía un poco más; en ese lugar se había hecho amiga de Antón, un niño de ocho años. Ya tenía algún tiempo allí y, desde que la vio, quiso protegerla, pues Valeria, por ser destacada, era la mira de envidias y enemistades.
También conoció a Luca, un pequeño de siete, dulce y cariñoso, pero muy bueno en los entrenamientos. Tenía una amiga de cinco años llamada Aura y Leila era otra pequeña de seis. Eran un equipo, aunque por recomendación de Antón no debían verlos mucho juntos.
—Ahora, deslicen la corredera hacia atrás y retírenla del armazón. Desmonte el resorte recuperador y el cañón. Recuerden, cada pieza tiene su lugar y función.
El sonido metálico de las piezas al ser desmontadas llenaba el aire. El instructor caminaba entre los reclutas, corrigiendo posturas y ofreciendo consejos. Valeria seguía concentrada y, luego de terminar en tiempo récord, observó cómo sus compañeros comenzaban a ganar confianza, sus movimientos volviéndose más fluidos y seguros.
—Una vez que hayan desmontado todas las piezas, inspecciónenlas. Busquen signos de desgaste o daño. Un arma bien mantenida es una extensión de ustedes mismos.
Los reclutas asintieron, concentrados en la tarea. Valeria recordó las palabras de su propio mentor, el pequeño Antón: “Conocer tu arma es conocer tu vida”. Era una lección que él había aprendido bien a tan corta edad y que ahora veía reflejada en sus ojos y los de los demás.
—Ahora, ensamblen sus armas. Recuerden el orden inverso y asegúrense de que cada pieza encaje perfectamente.
Con manos firmes, Valeria y los reclutas comenzaron a reensamblar sus pistolas. El instructor observaba con una leve sonrisa de aprobación. Cuando todos terminaron, levantaron sus armas, mostrando su trabajo.
—Bien hecho. Recuerden, la práctica hace al maestro. Este conocimiento les salvará la vida en el campo de batalla.
Valeria sonrió, orgullosa de ella y de sus compañeros. Sabía que este era solo el comienzo de su entrenamiento, pero cada paso los acercaba más a convertirse en verdaderos guerreros de la falange.
—Descansen —ordenó el hombre y todos se dispersaron.
—Val—la llamó Anto y sus otros amigos se unieron.
—Estuviste fantástica, pequeña; sigue así y serás un gran elemento —dijo el niño mayor mirándola con orgullo.
—Algún día seré como tú. —Tú—La pequeña Leila hizo un puchero.
—Tú eres muy buena; es más, tu fuerte son los cuchillos. No debes preocuparte, apenas estamos pequeños y por lo visto estaremos siempre aquí. —Ella asiente, pero teme a quedar de última o a caerse y morir como los otros.
—Tranquila, Leila, yo te cuido, yo las cuidaré a todas ustedes. —No se preocupen, sí, papá, me decía que debía cuidar de mis hermanas, así que cuidaré de ustedes — dijo y las abrazó revisando que no viniera nadie.
—Basta, estas demostraciones nos ponen en peligro.— Habló Antón mirando hacia atrás.
—Antón tiene razón, debemos ser precavidos —dijo la pequeña Aura. Día a día les enseñaban lucha cuerpo a cuerpo, artes marciales varias como karate, kung-fu, Muay Thai, jiu-jitsu, ninjutsu, sambo y Wing Chun, krav maga y combate cuerpo a cuerpo.
Estos reclutas debían saber defenderse a como diera lugar; los enseñaban a usar los cuchillos, las espadas, el arco y a asesinar con cualquier objeto. Día con día aprendían más y los días pasaban a semanas, meses y años donde su entrenamiento era riguroso.
—Val—Luca se acerca y la abraza.
—Luca, estuvieron fantásticos, vi cómo disparaban, van mejorando. Él sonríe y la abraza.
—Antón me contó de tu pesadilla anoche — dice y ella asiente.
—Cada vez los olvido más, ya casi no los recuerdo; trato de traer su recuerdo y ya no sé ni cómo son. La niña se permite un momento de debilidad.
—Los extraño, ¿sabes? Esto cada vez es peor. —Sandro y su grupo no me dejan en paz, Ana, también se ha dedicado a meterme el pie— dice y él la abraza.
—Sabía que en esa cara de muñequita dura había corazón — se ríe Luca, ya de nueve años de edad.
—Sin ustedes no podría, en serio.— Se abrazan y se va corriendo; otro entrenamiento la espera, esta vez será tiro y ella necesita seguir demostrando que es fuerte.
En la falange oscura no hay cabida para los errores ni débiles; se han muerto muchos, sobre todo los que han tratado de escapar. Son colgados ante todos y los animales los devoran. Cada vez es peor; la pequeña, Val, ya no sabe si en verdad algún día tuvo una familia.
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Comments
Adriana Romero
Estos grupos de crimen organizado tienen mucha tecnología a su favor y mentes totalmente diabólicas y gente con mucho poder y dinero detrás de bambalinas que los dirigen, aquí no puede haber discernimiento ni diferencias porque el más mínimo error te lleva a la muerte
2025-03-26
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Elcy Moreno
ayyy.... val debes seguir luchando por sobrevivir... ya se llegara el momento de volver con tu familia y hay recordarás todo el amor que tuvieron contigo.
2024-12-30
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Isabel Balbuena
que horrible, hay no que dura vida les ha tocado ahora sí que el más fuerte sobrevive.. y tal como lo dije el hecho de no verlos cada día se olvidan de sus familiares
2025-01-02
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