Yo También Puedo Ser Feliz
Cuidado, mi ángel. Baja con cuidado por la rampa. - le indico el hombre mayor a la joven en silla de ruedas.
La chica bajo con cuidado por la rampa, manipulando con destreza la silla de ruedas.
La joven tenía 18 años. Era de piel trigueña, grandes ojos de color esmeralda, ya que tenía ascendencia española en su familia. Tenía el cabello largo y ondulado de un color castaño rojizo natural. Vestía un vestido de color rosa, corto, que sostenía a los lados de la silla donde iba sentada. La joven, llamada Alexandra, le sonrió al hombre y bajo con cuidado manipulando las ruedas de la silla.
- Gracias, Padrino. Tú siempre cuidándome tanto. Estoy cansada, ¿Me puedes llevar a casa? - le preguntó la joven.
- Claro, mi ángel. Vamos. - el hombre la ayudó a subir al auto.
Luego de que el chofer acomodará la silla en el portaequipaje del vehículo, se movilizaron por las calles de la ciudad hasta llegar a una hermosa casa dentro de un conjunto residencial. Aún cuando tenían dinero, vivían dentro de la ciudad. Sin embargo, tenían una mansión en las afueras de la misma. El hombre había dispuesto una fuerte seguridad en los alrededores de la casa. Y escoltas para su ahijada y para el mismo, que era el padrino de la chica, que los acompañaban y mantenían la seguridad todo el tiempo.
Todo estaba bajo una fuerte seguridad desde que murieron los padres de la jóven, y quedó la pequeña Alexandra en silla de ruedas, producto del accidente donde murieron sus padres.
Estaban saliendo en ese momento de la clínica. Por enésima vez, iban a consulta con un médico nuevo, y está vez tampoco les daban una solución a la condición de la joven. Más bien la remitió a otro especialista para que la evaluará. Y de ese modo saber si ahora que es mayor, su condición puede ser reversible, tal vez, operándola.
Aún con esa noticia, la joven salía de la consulta, sonriente. Dándole ánimos a su padrino.
- Tranquilo, padrino. Yo estoy bien. Esperemos la siguiente consulta. Tal vez la próxima vez nos den una solución. Sino tranquilo, estaré bien, Padrino. - le decía la joven al hombre. Dándole ánimos, a pesar de la situación en la que se encontraba.
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Alexandra Carolina Urbaez Blanco, una joven con 18 años cumplidos. Quedó huérfana de padre y madre teniendo apenas ocho años. El padre dejó un testamento, donde le dejaba la herencia a su pequeña hija. Asignando como albacea a su mejor amigo. Un joven de apenas 22 años, pero que ya era un exitoso empresario.
Gerardo Daniel Palacios Guerra, de 32 años, empresario exitoso en la industria textil. Asociado con los mejores diseñadores de modas del país. A temprana edad, quedó a cargo de una pequeña niña de ocho años de edad. La muerte de sus amigos le dolió en el alma. Aparentemente fue un accidente automovilístico fatal. Asumió su papel de padre postizo. Y postergó su propio deseo de formar una familia. Con el pasar del tiempo, se convirtió en un hermano mayor para la pequeña Alexandra, en vez de un padre.
No había sido fácil para Gerardo estar a cargo de esa joven. Sobre todo porque luego de que cumplió los quince años, la adolescente tenía las hormonas a flor de piel característica propia de su edad, y comenzó a llamarle la atención el sexo opuesto. Eso aunado a su condición, y que sufría algún nivel de bullying en la escuela, le hacía difícil tomar decisiones para cumplir con su función de padre postizo.
Ahora, a sus dieciocho años de edad, surge una oportunidad de que vuelva a caminar. Así que los días de Alexandra pasaban en la universidad durante las mañanas, y en las tardes realizaba sus terapias y asistía a las consultas médicas.
Por su parte, Alexandra estaba viviendo feliz con su padrino. Él era como una especie de hermano y padre al mismo tiempo. A veces lo veía molesto cuando algún chico de la universidad se le acercaba. Así que ya sabía que vendrían los consejos y recomendaciones, así como que hacer si el chico se burlaba de su condición. Su padrino la cuidaba como hija para que no le pasará nada.
Había tenido tiempos duros en la adolescencia cuando iba al colegio dónde sufría de acoso por parte de algunos de sus compañeros. Y su padrino Gerardo, había tomado la decisión de cambiarla de escuela. En la nueva escuela le había ido mejor, y socializaba con muchos de sus compañeros de clases.
Ahora en la universidad, que era una nueva etapa en su vida. No tenía dificultades. No socializaba tanto, ya que necesitaba estudiar y graduarse pronto. Aún con la herencia de sus padres, estaba interesada en trabajar. Alexandra estudiaba para ser una exitosa diseñadora de modas. Le encantaba su carrera, y sus diseños han sido elogiados por sus profesores desde el inicio de su carrera.
Antes de entrar a la universidad, le había presentado a su padrino, varios diseños de vestidos y conjuntos para damas. Y a Gerardo le gustaron tanto, que se atrevió a comercializarlos a través de un pequeño negocio que había abierto años antes, y que estaba a nombre de Alexandra, cosa que ella no sabía. La ropa se vendió muy bien, y el dinero de las ventas fue a parar a una cuenta que solo la joven podía manejar. Así fue como Gerardo supo que su ángel, como él le decía, sería una gran diseñadora de modas.
Así fue pasando el tiempo. Entre estudios y médicos para Alexandra. Entre su empresa de textiles y el cuidado de su ángel para Gerardo. Así llegó el cumpleaños número 20 de la joven y su graduación universitaria. Y también llegó una importante noticia para ambos que cambiaría sus vidas para siempre.
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- Feliz cumpleaños, mi ángel hermoso - dijo Gerardo mientras entraba a la habitación de Alexandra, acompañado de la señora Caro, una mujer mayor que era enfermera jubilada y ya tenía algunos años trabajando con la familia, para ayudar en los cuidados diarios de Alexandra. Así que Caro era parte importante de la familia.
Alexandra, vestida con su pijama de manga larga, rosada, favorita, y arropada con las sábanas de pies a cabeza por el frío, estaba despierta pero tenía los ojos cerrados. Abrió los ojos con una sonrisa y miro a su padrino. Gerardo, ya vestido de traje y corbata, listo para irse al trabajo, entro trayendo en sus manos un pastel miniatura, hermosamente decorado con rosas. Alexandra se impulsó con los brazos para sentarse en la cama. Mientras, la señora Caro la ayudaba.
(Foto referencia para la torta)
- Feliz cumpleaños, señorita. - dijo la señora Caro alegre - buenos días. ¿Cómo amanece hoy? - le pregunto a Alexandra.
- Muchas gracias, padrino. Señora Caro, gracias. Me siento muy bien. - dijo mirando a ambos. Luego, observó como Gerardo se sentó a la orilla de la cama con el pastel, encendió la vela y acercando el pastel a Alexandra dijo:
- Pide un deseo y sopla la vela, mi ángel - le pidió su padrino alegre.
Alexandra miró a Gerardo con una sonrisa. Cerró los ojos un momento pensando en su deseo de cumpleaños. Y luego abrió los ojos y sopló la vela. La vela se apagó, pero luego volvió a encenderse. Eso hizo que la emoción de pedir un deseo perdiera un poco de fuerza. Así que lo intento de nuevo soplando con más fuerza y logró apagar la vela.
"Por favor, por favor, que mi deseo se cumpla. Quiero seguir siendo feliz con las personas que quiero" pensó Alexandra. Aún así sonrió a su padrino. Este coloco la pequeña torta en la mesita de noche y le dió un abrazo a Alexandra, abrazo que fue correspondido por la joven con cariño.
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Elizabeth Sánchez Herrera
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2024-12-17
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