Cuidado, mi ángel. Baja con cuidado por la rampa. - le indico el hombre mayor a la joven en silla de ruedas.
La chica bajo con cuidado por la rampa, manipulando con destreza la silla de ruedas.
La joven tenía 18 años. Era de piel trigueña, grandes ojos de color esmeralda, ya que tenía ascendencia española en su familia. Tenía el cabello largo y ondulado de un color castaño rojizo natural. Vestía un vestido de color rosa, corto, que sostenía a los lados de la silla donde iba sentada. La joven, llamada Alexandra, le sonrió al hombre y bajo con cuidado manipulando las ruedas de la silla.
- Gracias, Padrino. Tú siempre cuidándome tanto. Estoy cansada, ¿Me puedes llevar a casa? - le preguntó la joven.
- Claro, mi ángel. Vamos. - el hombre la ayudó a subir al auto.
Luego de que el chofer acomodará la silla en el portaequipaje del vehículo, se movilizaron por las calles de la ciudad hasta llegar a una hermosa casa dentro de un conjunto residencial. Aún cuando tenían dinero, vivían dentro de la ciudad. Sin embargo, tenían una mansión en las afueras de la misma. El hombre había dispuesto una fuerte seguridad en los alrededores de la casa. Y escoltas para su ahijada y para el mismo, que era el padrino de la chica, que los acompañaban y mantenían la seguridad todo el tiempo.
Todo estaba bajo una fuerte seguridad desde que murieron los padres de la jóven, y quedó la pequeña Alexandra en silla de ruedas, producto del accidente donde murieron sus padres.
Estaban saliendo en ese momento de la clínica. Por enésima vez, iban a consulta con un médico nuevo, y está vez tampoco les daban una solución a la condición de la joven. Más bien la remitió a otro especialista para que la evaluará. Y de ese modo saber si ahora que es mayor, su condición puede ser reversible, tal vez, operándola.
Aún con esa noticia, la joven salía de la consulta, sonriente. Dándole ánimos a su padrino.
- Tranquilo, padrino. Yo estoy bien. Esperemos la siguiente consulta. Tal vez la próxima vez nos den una solución. Sino tranquilo, estaré bien, Padrino. - le decía la joven al hombre. Dándole ánimos, a pesar de la situación en la que se encontraba.
**********
Alexandra Carolina Urbaez Blanco, una joven con 18 años cumplidos. Quedó huérfana de padre y madre teniendo apenas ocho años. El padre dejó un testamento, donde le dejaba la herencia a su pequeña hija. Asignando como albacea a su mejor amigo. Un joven de apenas 22 años, pero que ya era un exitoso empresario.
Gerardo Daniel Palacios Guerra, de 32 años, empresario exitoso en la industria textil. Asociado con los mejores diseñadores de modas del país. A temprana edad, quedó a cargo de una pequeña niña de ocho años de edad. La muerte de sus amigos le dolió en el alma. Aparentemente fue un accidente automovilístico fatal. Asumió su papel de padre postizo. Y postergó su propio deseo de formar una familia. Con el pasar del tiempo, se convirtió en un hermano mayor para la pequeña Alexandra, en vez de un padre.
No había sido fácil para Gerardo estar a cargo de esa joven. Sobre todo porque luego de que cumplió los quince años, la adolescente tenía las hormonas a flor de piel característica propia de su edad, y comenzó a llamarle la atención el sexo opuesto. Eso aunado a su condición, y que sufría algún nivel de bullying en la escuela, le hacía difícil tomar decisiones para cumplir con su función de padre postizo.
Ahora, a sus dieciocho años de edad, surge una oportunidad de que vuelva a caminar. Así que los días de Alexandra pasaban en la universidad durante las mañanas, y en las tardes realizaba sus terapias y asistía a las consultas médicas.
Por su parte, Alexandra estaba viviendo feliz con su padrino. Él era como una especie de hermano y padre al mismo tiempo. A veces lo veía molesto cuando algún chico de la universidad se le acercaba. Así que ya sabía que vendrían los consejos y recomendaciones, así como que hacer si el chico se burlaba de su condición. Su padrino la cuidaba como hija para que no le pasará nada.
Había tenido tiempos duros en la adolescencia cuando iba al colegio dónde sufría de acoso por parte de algunos de sus compañeros. Y su padrino Gerardo, había tomado la decisión de cambiarla de escuela. En la nueva escuela le había ido mejor, y socializaba con muchos de sus compañeros de clases.
Ahora en la universidad, que era una nueva etapa en su vida. No tenía dificultades. No socializaba tanto, ya que necesitaba estudiar y graduarse pronto. Aún con la herencia de sus padres, estaba interesada en trabajar. Alexandra estudiaba para ser una exitosa diseñadora de modas. Le encantaba su carrera, y sus diseños han sido elogiados por sus profesores desde el inicio de su carrera.
Antes de entrar a la universidad, le había presentado a su padrino, varios diseños de vestidos y conjuntos para damas. Y a Gerardo le gustaron tanto, que se atrevió a comercializarlos a través de un pequeño negocio que había abierto años antes, y que estaba a nombre de Alexandra, cosa que ella no sabía. La ropa se vendió muy bien, y el dinero de las ventas fue a parar a una cuenta que solo la joven podía manejar. Así fue como Gerardo supo que su ángel, como él le decía, sería una gran diseñadora de modas.
Así fue pasando el tiempo. Entre estudios y médicos para Alexandra. Entre su empresa de textiles y el cuidado de su ángel para Gerardo. Así llegó el cumpleaños número 20 de la joven y su graduación universitaria. Y también llegó una importante noticia para ambos que cambiaría sus vidas para siempre.
**********
- Feliz cumpleaños, mi ángel hermoso - dijo Gerardo mientras entraba a la habitación de Alexandra, acompañado de la señora Caro, una mujer mayor que era enfermera jubilada y ya tenía algunos años trabajando con la familia, para ayudar en los cuidados diarios de Alexandra. Así que Caro era parte importante de la familia.
Alexandra, vestida con su pijama de manga larga, rosada, favorita, y arropada con las sábanas de pies a cabeza por el frío, estaba despierta pero tenía los ojos cerrados. Abrió los ojos con una sonrisa y miro a su padrino. Gerardo, ya vestido de traje y corbata, listo para irse al trabajo, entro trayendo en sus manos un pastel miniatura, hermosamente decorado con rosas. Alexandra se impulsó con los brazos para sentarse en la cama. Mientras, la señora Caro la ayudaba.
(Foto referencia para la torta)
- Feliz cumpleaños, señorita. - dijo la señora Caro alegre - buenos días. ¿Cómo amanece hoy? - le pregunto a Alexandra.
- Muchas gracias, padrino. Señora Caro, gracias. Me siento muy bien. - dijo mirando a ambos. Luego, observó como Gerardo se sentó a la orilla de la cama con el pastel, encendió la vela y acercando el pastel a Alexandra dijo:
- Pide un deseo y sopla la vela, mi ángel - le pidió su padrino alegre.
Alexandra miró a Gerardo con una sonrisa. Cerró los ojos un momento pensando en su deseo de cumpleaños. Y luego abrió los ojos y sopló la vela. La vela se apagó, pero luego volvió a encenderse. Eso hizo que la emoción de pedir un deseo perdiera un poco de fuerza. Así que lo intento de nuevo soplando con más fuerza y logró apagar la vela.
"Por favor, por favor, que mi deseo se cumpla. Quiero seguir siendo feliz con las personas que quiero" pensó Alexandra. Aún así sonrió a su padrino. Este coloco la pequeña torta en la mesita de noche y le dió un abrazo a Alexandra, abrazo que fue correspondido por la joven con cariño.
**********
Gerardo había preparado una pequeña celebración de cumpleaños para Alexandra en horas de la tarde. Así que, luego de cantarle cumpleaños, cada quien se dirigió a realizar sus actividades diarias.
Estando Alexandra en la universidad, asistió a sus clases, y conversó con algunas de sus compañeras de clases entre recesos. Al mediodía, llegó el momento de regresar a casa. Al llegar el auto, el chófer la ayudó a subir, y acomodarla en la parte trasera del mismo, dónde la señora Caro la esperaba y la ayudó a estar más cómoda. El chófer metió la silla de ruedas en el portaequipaje del vehículo, y subió al asiento del piloto del auto, manejando por las calles y avenidas de la ciudad.
- Hola, señorita. ¿Cómo le fue está mañana? - le preguntó Caro, observando el rostro de la joven.
- Muy bien. Mis compañeros me desearon felicidades por mi cumpleaños. Ana y algunas de los muchachas me dieron unos regalitos - le contó emocionada Alexandra mientras le mostraba una libreta con la presentación de corazones, un lapicero con el mismo motivo y un pequeño bolso, también de corazones, todo en colores rosado, rojo y blanco. - son detalles muy tiernos Caro - concluyó alegre y con expresión tierna.
- Que bueno que sus compañeras recordaron su cumpleaños, señorita - respondió la señora Caro contenta de ver a Alexandra alegre.
- Si. Siempre se han portado muy bien conmigo. Inclusive algunos de los chicos me felicitaron. Y uno me regaló una manzana. - le dijo Alexandra a Caro mostrándole la manzana.
La señora tomó la manzana guardandola.
- Que bueno, señorita. En casa le haré un dulce con la manzana. -
- Gracias, Caro. -
En eso, sonó el teléfono celular de Alexandra. Un mensaje de un número desconocido. Abrió el mensaje.
"Felicidades por tu cumpleaños, cariño. Que cumplas muchos años más 🎂 Espero verte a mi regreso. Estaré de nuevo en el país, muy pronto. Te recuerdo siempre."
Alexandra se extraña. No tenía el número grabado en su teléfono. El mensaje venía sin firma. Pero si no fuera porque la felicitaban por su cumpleaños, pensaría que se habían equivocado de número telefónico.
- ¿Qué sucede Señorita?- pregunto la señora Caro.
- Un mensaje sin nombre. Y el número telefónico no lo tengo grabado. - dijo intrigada la joven.
- Tal vez se equivocaron. - comento la mujer mayor.
- Si pero me desean feliz cumpleaños...-
- Recuerde que hoy, hay muchas personas de cumpleaños no solo usted, señorita. Debe ser una casualidad que se equivocaran enviándole el mensaje a usted - dijo con una sonrisa la mujer.
- Cierto, señora Caro. No me preocuparé. - dijo con una sonrisa Alexandra, decidiendo olvidar el mensaje.
Luego de unos minutos, entró una llamada a su celular. Ya estaban llegando a la urbanización donde vivían.
- Hola, padrino. ¿Qué sucede? - preguntó Alexandra al teléfono.
- Hola, mi ángel. ¿Ya estás llegando a casa? - preguntó su padrino Gerardo.
- Si, padrino. Ya casi. ¿Qué sucede? - pregunto de nuevo la joven, notando el tono urgente en la voz de su padrino.
- Aquí te explico - concluyó Gerardo, cortando la llamada.
Alexandra se quedó pensando mientras guardaba su teléfono en su pequeño morral.
El auto se detuvo en el estacionamiento de su hogar. El chófer se bajó, para sacar la silla de ruedas del portaequipaje. Y acomodarla a un lado del auto, para luego bajar a Alexandra y sentarla en la silla. Mientras eso sucedía, los guardaespaldas de Alexandra llegaban detrás de ellos, en otro vehículo y se estacionaban.
Ya lista en su silla, la señora Caro empujó la silla de ruedas para llevar a Alexandra hacia adentro de la casa. Al llegar a la sala, el mayordomo les dijo que el señor Gerardo las esperaba en el despacho.
La señora Caro asintió y se dispuso a llevarla hacia allá. Pero Alexandra se puso alerta y detuvo a la mujer.
- Espere un momento. Señor Carlos, ¿por qué mi padrino me espera en su despacho y no en el comedor? - preguntó Alexandra al mayordomo.
- En realidad, no lo sé, señorita. Pero está con el abogado de la familia conversando. - explicó el mayordomo.
- Entiendo. - dijo Alexandra seria y pensativa. - lleveme, por favor, Señora Caro. - le pidió Alexandra.
Al llegar a la puerta, la señora Caro la abrió y Alexandra paso sola. La puerta se cerró tras ella.
- Buenas tardes, Licenciado Román, Padrino. ¿cómo están? - saludo alegre Alexandra, ubicando su silla de frente, pero a un lado del escritorio.
- Buenas tardes, feliz cumpleaños, señorita. Que este año le traiga muchas bendiciones. - la felicitó el abogado.
- Hola, Alexandra. ¿Cómo te fue en la universidad? - le dijo Gerardo algo serio.
- Muy bien padrino. ¿Qué sucede? ¿Por qué el licenciado está aquí? ... precisamente hoy - preguntó Alexandra mirando a su padrino fijamente a los ojos.
Alexandra sospechaba que se debía a la herencia de sus padres. Por un momento, se había olvidado de eso. Ya tenía 20 años, lo que quería decir que debían entregarle la herencia, ella debía firmar los documentos correspondientes.
- Señorita Alexandra, cómo usted ya tiene 20 años de edad, es momento de entregarle la herencia de sus padres. Aquí he traído los documentos para que tanto usted como el señor Gerardo, los firmen. Pero quiero que sepan que hay una condición estipulada por su padre. - le explicó el abogado.
- ¿Cuál es esa condición? - preguntó Alexandra muy seria, mientras miraba a su padrino. Gerardo evitaba su mirada.
- La condición es simple. - dijo el abogado señalando el reloj - Debe casarse al término de un año. La cuenta atrás, sin embargo, comienza justo cuando firme los documentos... Y eso será hoy - explicó el abogado.
Alexandra se llevó las manos a su boca con sorpresa.
- No puede ser. ¿De qué está hablando? No puedo creer que mi padre haya hecho eso - dijo Alexandra - Padrino, ¿sabías de esto? - preguntó Alexandra entre sorprendida y molesta, a Gerardo.
- Si lo sabía, Alexandra. Pero la condición no era válida si te hubieras casado antes de este día, o tuvieras ya un prometido. - explicó Gerardo mirando a su ahijada. - alguna vez pensé que tú noviazgo con Daniel llegaría a algún lado - dijo recordando aquel chico que llevó a Alexandra al baile de graduación de secundaria - pero luego, él desapareció de tu vida, y ya no tuviste algún novio o pretendiente. El abogado me dijo que te contara de esto, pero creí que aún había tiempo para solucionarlo. Pero no fue así ... - dijo mirando con tristeza a su ahijada.
Alexandra no sabía que decir. Esto era injusto. Sobre todo porque para el momento en que se redactó el testamento, ella no estaba en silla de ruedas. ¿Cómo someter a alguien a estar con ella que estaba incapacitada para caminar?
- No puedo creer que mi padre haya puesto esa condición. - susurró Alexandra pensativa y triste. Ella miraba sus manos, las cuales se estrujaba con ansiedad. Gerardo la observaba, y no sabía que decirle. Tampoco sabía que era ese dolor en su pecho, en su corazón. Solo de ver a Alexandra tan ansiosa y triste.
- Licenciado, ¿qué pasa si digo que no quiero la herencia? ¿qué se la den a alguien más? ¿Qué la entreguen a la caridad? - preguntó la joven.
- Alexandra no puedes hacer eso. Aún tienes que operarte. La rehabilitación... - le recordó Gerardo. Él también podía ayudarla, pero pudiera ser que no fuera suficiente lo que él tenía. La herencia de los padres de Alexandra era más que suficiente para mantener todo su tratamiento médico de por vida.
Alexandra lo interrumpió, levantando la mano.
- Un momento, Gerardo... Licenciado, ¿puedo hacer eso? - su padrino se sorprendió por la forma en que lo llamó. Era la primera vez que lo llamaba por su nombre.
- Bueno, señorita. Lo puede hacer, pero primero debe haber realizado el traspaso de la herencia a su nombre. Y eso no sucederá hasta que se cumpla la condición de matrimonio. - explicó el abogado - Lo lamento, señorita - se disculpó el abogado.
- Yo lo lamento más - susurró Alexandra que apenas lo pudo escuchar Gerardo.
Gerardo la miró. El rostro de su ángel estaba triste. No sabía en qué pensaba el padre de Alexandra al poner esa condición.
- Licenciado, gracias por venir. Lo llamaremos mañana para aclarar mejor está situación. Cómo usted sabe, hoy es el cumpleaños de mi ahijada y es mejor esperar hasta mañana. - explicó Gerardo en un tono conciliador.
- Entiendo, Señor Palacios. No se preocupe, me llaman para conversar cuando dispongan. De nuevo, felicidades, señorita. Que pasen felíz tarde. - expresó sinceramente el abogado y se retiró del despacho, dejando solos a una Alexandra pensativa, y a Gerardo, que observaba el hermoso rostro de la joven.
- Gerardo... - volvió a llamar a su padrino por su nombre, esté la observó atento, sintió que lo que venía era serio - ...quisiera ... proponerte algo ... - comenzó Alexandra, no muy segura de lo que iba a decir.
- Dime, mi ángel. Si tu propuesta resuelve está situación, lo pensaré. - le explicó él con cariño, tomando una silla para sentarse a su lado. Le acarició la mejilla suavemente. Y siguió mirándola a los ojos.
- ¿Qué pensarías si te digo que prefiero casarme contigo? - la joven hizo una pausa al ver la expresión de sorpresa del hombre - Gerardo, ... Quiero casarme contigo - afirmó la joven.
**********
Gerardo... Quiero casarme contigo... - expreso la joven ante la mirada atónita de su padrino.
Gerardo no sabía que decir. "¿Quiere casarse conmigo? ¿pero ... cómo?" pensó el hombre. "¿Y por qué me llama por mi nombre?" Esta niña debió haberme visto siempre como un padre, pensó él.
Gerardo miró a Alexandra cómo si fuera un ser fuera de este mundo.
- Por favor, solo confío en ti. Será un matrimonio de papel. Seguiremos siendo padrino y ahijada, si tú quieres. No quiero casarme con nadie más... En este momento es más fácil que se acerquen a mi por la herencia de mis padres, que por mi... Nadie va a querer a alguien como yo, invalida, en silla de ruedas. Que siempre va a estar dependiendo de todos a su alrededor. Pero contigo, padrino... todo seguirá igual como hasta ahora. Estaré a salvo a tu lado, y con la señora Caro. En esta, que también es mi casa... Por favor ... - concluyó la joven mirando a su padrino, mientras se mordía el labio inferior, y con los ojos brillantes por las lágrimas contenidas. Para Gerardo, ver el gesto en sus labios, le causó una extraña sensación.
Para la joven, era una solución lógica y cómoda, donde ella seguiría bajo la protección de su padrino.
La joven al ver la duda en el rostro de Gerardo, dijo,
- Por favor, luego que me entreguen la herencia legalmente, firmaré el divorcio, serás libre de hacer tu vida, y yo la mia. No interferiré en ella. - dijo la joven emocionada - por favor, si tú no te casas conmigo, tendré que casarme con otro. Y no sabrás cuál será mi destino, no me dejes sola, padrino. - exclamó una Alexandra muy ansiosa...
Ella sabía que si su padrino llegaba a casarse con alguien más, ella no tendría la misma atención de él, como hasta ahora. De igual forma, la responsabilidad de Gerardo con ella terminaría al casarse la joven con otro, ya que no eran parientes consanguíneos.
Gerardo pensó seriamente, lo que ella había dicho. Aún cuando le sonará descabellado, era una solución para que ella no se casara con un desconocido, y poder seguir cuidando de ella.
**********
La fiesta de cumpleaños de Alexandra ya estaba avanzada. La decoración del salón de fiestas era hermosa en tonos rosa y crema. El pastel era muy similar al que Gerardo le había regalado en la mañana, pero este era enorme de tres pisos y con muchas rosas en una hermosa decoración.
El vestido de Alexandra dejó embobado a más de uno. Era un vestido largo, un poco más arriba del tobillo con algo vuelo. A pesar de estar sentada en la silla de ruedas, se podía vislumbrar que delineaba su figura de sirena. De tiros, y con escote corazón. De color rosa pastel, y con pequeños cristales en el busto, que brillaban con el movimiento de la tela sobre su piel. El cabello lo llevaba suelto en rizos alrededor de su rostro y hombros. El maquillaje ligero en tonos rosa, solo era para acentuar los hermosos rasgos de la joven. Llevaba unas sandalias color rosa con pequeños cristales brillantes.
La señora Caro la ayudaba con la silla de ruedas, para que tuviera las manos libres para saludar a los invitados a su fiesta. La mayoría eran amigos y conocidos de Gerardo, que trabajaban con él. En algunos casos conocían a Alexandra de cuando era, pequeña, pero tenían tiempo sin verla y quedaron deslumbrados por su belleza.
Estos últimos veían a la hermosa joven, y murmuraban entre si.
"Que hermosa es. Lastima que este en silla ruedas".
"El señor no pensará atarse a ella por siempre, ¿o si? Ya cumplió con su amigo, debería comprarle una casa y hacerla que se mudé. Con que la enfermera se quede con ella es suficiente ". Dijo una mujer que trabajaba con Gerardo. Está mujer era arrogante, y andaba detrás del hombre desde hace bastante tiempo. Pero él no ha querido tener nada con ella, de índole sentimental y menos íntimo. Solo era una compañera de trabajo.
"Tan bella, pero quién va a querer casarse con alguien asi?" murmuró otra persona.
Y así seguían los comentarios. Sin tener el menor escrúpulo ni cuidado de quien los escuchará. Irremediablemente, Alexandra escuchó algunos de estos comentarios. Intento no hacer mucho caso.
Así que se dirigió a donde estaban las personas a quienes ella había invitado. Eran tres compañeros de clases, un chico y dos chicas.
Las jóvenes emocionadas se acercaron e inclinándose un poco la abrazaron y besaron en la mejillas.
- Feliz cumpleaños, Ale. Te trajimos algunos presentes. - dijo una de las jóvenes emocionada por tanta elegancia a su alrededor y por lo hermosa que estaba su compañera. Le entrego una cajita.
- Feliz cumple. Aquí está el mío, Ale. Espero te guste. - dijo la otra, abrazándola.
- Gracias, chicas. No se hubieran molestado. Para mí lo más importante es su presencia en mi fiesta. Gracias por venir. - agradeció Alexandra con una sonrisa.
- Esto es para ti, princesa. Que cumplas muchos más. - avanzó el joven, mientras la abraza y besa su mejilla, entregandole un ramo de rosas rojas y una caja dorada hermosamente adornada. Las chicas suponían que eran bombones.
- Muchas gracias, Óscar. Que lindo presente. - Dijo Alexandra con una sonrisa, con las mejillas sonrojadas.
- Vamos, a comer y a bailar. - dijo una de las chicas, olvidando la condición de Alexandra. Lo que hizo que se llevara la mano a la boca, en un gesto de confusión.
- Lo siento, amiga. Se me olvidaba... - Y en ese momento llegó Gerardo a salvar la situación.
- Mi ángel, ¿bailamos está pieza? - preguntó su padrino tomando su mano, con una sonrisa.
- Claro, padrino. - respondió Alexandra, sonriendo.
Gerardo levantó en brazos a Alexandra, con cuidado de no lastimarla, y de no desacomodar su hermoso vestido. La cargó estilo princesa, y la llevó al centro del salón de baile, y comenzaron a girar al ritmo de la música. La joven se sostenía del cuello de su padrino, mientras ambos se sonreían mutuamente. Eran sonrisas de complicidad.
Está acción por parte de Gerardo, dejó a los compañeros de clases de Alexandra , sorprendidos. Ni siquiera al joven se le hubiera ocurrido bailar con ella de esa forma.
Luego, de una pieza, Gerardo la volvió a sentar en su silla, dejándola al cuidado de la señora Caro, y con sus compañeros, y volvió con los invitados que hablaban solo de negocios con él.
- Waooo, Alexandra. Tú padrino es un bombón. - comento una de las chicas sorprendida, de forma coqueta.
- Es muy grande para nosotras, pero si es un bombón - dijo la otra chica, también sorprendida, refiriéndose a la edad de Gerardo.
- No lo es tanto... - murmuró Alexandra, sonrojada, más para si misma que para ellos. Debido a la música ellos no la escucharon.
- Vayamos a comer, muchachos - dijo Alexandra, sacando a todo el mundo de su sorpresa. Y todos se dirigieron a la mesa de bocadillos y bebidas, entre sonrisas y halagos para la cumpleañera.
Ya llegando la hora de cantar cumpleaños, Alexandra comenzó a sentir un presentimiento. Algo pasaría, pero ... ¿qué?
Cuando ya el animador de la fiesta llamaba a Gerardo para que diera las palabras de felicitación a la cumpleañera y las gracias a los invitados, entro al salón de fiestas, una persona conocida para Alexandra y para Gerardo también, pero que tenían mucho tiempo sin ver.
El hombre se acercó a Alexandra. Tendría algunos años más que ella, pero era mucho más joven que Gerardo. De hecho se graduó dos años antes que Alexandra. El joven era Daniel Bastidas, el primer amor de la joven en la secundaria, y que luego desapareció de su vida sin comunicarse más con ella. Daniel aparecía nuevamente en su vida.
Alexandra al verlo quedo sorprendida, "¿Como es posible?" se preguntó.
El joven se detuvo delante de ella con una sonrisa. Estaba impecablemente vestido. De traje y corbata de colores oscuros, y su camisa hacia juego con el vestido de Alexandra, ya que era color rosa pálido. Con el cabello corto, impecablemente peinado. Daniel se acercó y le dió un beso en la mejilla, sin que ella pudiera hacer algo, Le entregó un gran ramo de rosas blancas y amarillas. Y una pequeña cajita dorada, con un hermoso lazo.
- Feliz cumpleaños, cariño. Me alegra volver a verte. - le dijo besando su otra mejilla.
Alexandra recibió los presentes. No sabía cómo responder. Las mejillas las tenía más sonrojadas que antes si era posible. Miró a Daniel, se veía mucho más guapo que antes. Y se veía muy bien con ese traje que lo hacía parecer un Playboy de las películas.
- G - gracias, D - Daniel - balbuceó Alexandra sonrojada.
Sus compañeros veían la interacción entre Alexandra y Daniel, las chicas sorprendidas y embelesadas por el atractivo ejemplar delante de ellas, y mucho más joven que Gerardo. Y el hombre lo veía molestó y celoso de la reacción de Alexandra hacia este invitado inesperado.
- ¿Quieres bailar conmigo, cariño mio? - pregunto Daniel tomando su mano, como si el tiempo no hubiera pasado. Y cuando ella iba a responder, Gerardo se acercó con la señora Caro que se había quedado un poco al margen de la situación.
- Mi ángel, vamos a cantarte cumpleaños - dijo con ternura su padrino. Mientras el guiaba la silla de ruedas y la señora Caro los seguía de cerca, Gerardo le dirigió una mirada severa a Daniel.
Este solo bajo la cabeza, en señal de saludo.
Así que cantaron cumpleaños a Alexandra. Sirvieron el pastel. Tomaron muchas fotos. Cuando ya se estaban despidiendo los invitados a la fiesta, Daniel se acercó a Alexandra y Gerardo. Ambos estaban juntos, porque ya despedían a los invitados.
- Ha sido un placer verte de nuevo, Alexandra, y estar contigo en tu cumpleaños número veinte. ¿Cierto? - dijo con una sonrisa, haciendo sonrojar de nuevo a Alexandra - Fue bueno verlo de nuevo Señor Gerardo. Disculpe llegar de improviso y sin ser invitado. Pero regrese hace poco al país y no podía perderme la fiesta de Alexa. Me retiro. Luego nos vemos, cariño - dijo con galantería sin importarle que el padrino estuviera allí.
- Me debes un baile, cariño - dijo Daniel cuando ya iba a cruzar la puerta de salida.
Durante toda está interacción, Alexandra no dijo nada, no podía, estaba abrumada por las emociones provenientes de los recuerdos que tenía junto a Daniel. Y Gerardo, solo dijo lo necesario para ser cortés y despedirlo. Estaba serio, y no le gustó para nada que ese muchacho fuera a la fiesta de Alexandra sin invitación.
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