Capitulo 2

Katerina abrió los ojos con lentitud, rodeada por una penumbra cálida que parecía flotar en el aire. Estaba recostada en una enorme cama con dosel, cuyos pilares de madera tallada se alzaban con majestuosidad desde las esquinas, unidos por barras ornamentadas que sostenían suaves cortinas de seda color marfil. El techo, alto y decorado con molduras, dejaba entrever la opulencia de otra época.

Giró la cabeza, aturdida, escaneando la habitación con la mirada. Las paredes estaban adornadas con cuadros de marcos dorados, representando paisajes bucólicos. Una cómoda de caoba, un armario imponente y un delicado tocador con espejo completaban el decorado: todo en un estilo marcadamente victoriano.

Sus manos reposaban sobre la colcha, largas y estilizadas, de una piel tersa y pálida. Las alzó, maravillada, como si fuesen joyas recién descubiertas. Con ansias, tocó su rostro, delineando cada ángulo, cada curva que ahora le pertenecía. Se incorporó y dejó caer los edredones para acercarse al espejo. El reflejo que la recibió la dejó sin aliento.

Unos ojos color violeta le devolvieron la mirada, enmarcados por pestañas tupidas bajo cejas finas y elegantes. Su piel era de porcelana, sus labios gruesos y definidos ocultaban dientes perfectos, y su cabello negro caía en rizos largos como cascadas de tinta. Sonrió con una mezcla de euforia y vértigo. No pudo contenerse.

—No puede ser… ¿tengo margaritas? —dijo sonriendo extasiada y al hacerlo chillo de emoción —. ¡Bendita genética! —miró al techo—. Gracias, guardián del más allá, quien seas.

Justo en ese instante, la puerta se abrió de manera brusca, haciendo eco en las paredes. Una joven, vestida con una túnica sencilla y con una mirada impaciente, irrumpió en la estancia:

—¡Señorita! ¡Oh, ya está en pie! ¡Gracias a Dios, mis súplicas fueron escuchadas! Iré a avisarle a su madre, espéreme por favor.

Katerina no alcanzó a responder. La doncella desapareció tan rápido como llegó.

Se sentó en el borde de la cama, procesando la situación. Pasaron apenas unos minutos antes de que un tropel de pasos apresurados retumbara en el pasillo. La puerta volvió a abrirse y una mujer entró. Era tan parecida a ella que el parecido era inquietante.

—Hija mía… estás despierta —la mujer se lanzó a sus brazos, temblando entre sollozos—. No me vuelvas a hacer esto… por poco muero de pena.

Katerina se quedó inmóvil unos segundos, sin saber cómo reaccionar.

—Disculpe… ¿Cuál es mi nombre?

La mujer se quedó helada. Su rostro palideció de inmediato y giró hacia la doncella.

—¡Trae al doctor, rápido!

Tomó sus manos con dulzura, pero en sus ojos se notaba el temor.

—Tu nombre es Avery… hija del Archiduque de Richmond.

—¿Archiduque? —repitió Katerina, y una punzada de reconocimiento cruzó su mente.

—Así es. Yo soy Eliana, tu madre —respondió la mujer, tomando sus manos con delicadeza y un gesto maternal que se mezclaba con la desesperación—. Y Fania, tu doncella, está allí. ¿No recuerdas nada?

Ella negó con la cabeza.

La mujer se derrumbó, sollozando con amargura.

—¡Sabía que esa costumbre tuya acabaría mal! Siempre trepando al tejado con un libro entre manos…

—¿Qué me sucedió? —preguntó, casi en un susurro, mientras trataba de asimilar la magnitud del cambio.

—Estabas en el tejado leyendo tu libro favorito —explicó Eliana, con el tono de quien narra una tragedia ineludible—. Perdiste el equilibrio y caíste al suelo. Has estado inconsciente por una semana, mi querida.

—¿Desde cuándo subo ahí?

—Desde que tenías cinco años. Era tu refugio, tu rincón favorito…

¿Acaso su caída fue fruto del azar o el preludio de algo más siniestro?

Katerina desvió la mirada. Si supiera que la verdadera Avery ya no está, que otra alma habita ahora este cuerpo… su corazón se rompería. Aun así, susurró con culpa:

Katerina bajó la mirada. No sabía qué decir. Esa mujer… ¿qué sentiría si supiera que su verdadera hija se había ido?

—Lo siento… perdóneme.

—Cariño, no pienses más en eso. Solo prométeme que no volverás a subir allí.

Katerina sonrió apenas, con una calidez inesperada.

—Lo prometo… madre.

La palabra salió como un susurro, cargada de un peso emocional que ni siquiera ella esperaba. Nunca la había dicho. No de verdad. Su madre biológica había sido solo una fotografía y un adiós que jamás entendió.

Un nudo se formó en su garganta. Pensó en su abuelo. En cómo la crió con dulzura, en los cuentos que le narraba antes de dormir, en su voz temblorosa contándole que su madre simplemente “no pudo con la carga”. Pensó también que, al menos, él ya no estaba solo. Se fue seis meses antes. De algún modo, eso le traía algo de consuelo.

La puerta se abrió nuevamente. Fania entró acompañada por un médico de avanzada edad que se acercó con gestos solemnes.

El doctor la examinó con rapidez y precisión. Después de unos minutos, concluyó:

—No hay daño físico severo. Solo una amnesia parcial, probablemente temporal. Puede tardar días… semanas. Tal vez más.

Eliana asintió. Su rostro era una máscara de angustia y esperanza.

—¿Qué podemos hacer?

—Háblele. Recuérdenle su vida, sus pasatiempos. Llévenla a lugares familiares. A veces los recuerdos se despiertan con estímulos emocionales.

—Gracias, doctor.

El hombre hizo una reverencia, dejó un pequeño frasco de medicina en una bandeja y se marchó.

Katerina—o Avery, ahora—se recostó un momento, con la cabeza llena de ruido.

Nada tenía sentido. ¿Por qué caería si ese lugar era su refugio desde la infancia?

Katerina —o Avery, ahora— suspiró.

—Madre… ¿tengo hermanos?

Eliana no alcanzó a responder. La puerta volvió a abrirse y una voz chillona inundó la habitación.

—¡Hermanaaaa! ¡Estás bien! —Una joven de cabello castaño claro y ojos azules se lanzó a sus brazos con un mar de lágrimas fingidas.

Katerina sintió un escalofrío. El rechazo fue automático.

Eliana intervino, separándolas con delicadeza.

—Tu hermana perdió la memoria. No te recuerda.

—¿¡Qué!? ¡No puede ser! ¡Tiene que recordarme!

—Es mejor que se retire. Necesita descansar.

—Oh… sí, claro… —dijo la muchacha, haciendo un puchero —. Descansa, hermanita…

Katerina notó cómo la sonrisa de su hermana se desdibujaba apenas un segundo antes de recomponerse. Su teatralidad era evidente. Cuando salió, lanzó un "descansa hermanita" tan falso como un diamante de vidrio.

Una vez se fue, Avery se volvió hacia su madre.

—¿Cuál es su nombre?

—Ágata.

Los ojos de Katerina se abrieron como platos.

Y entonces todo encajó.

“Amor entre espinas.”

Una novela de romance histórico llena de manipulaciones, traiciones y muertes disfrazadas de “destino”. Ágata Richmond y Ossian Grosvenor. Un amor que destruye todo a su paso, desde el Emperador hasta el príncipe heredero.

Y entre los escombros… Avery y su madre. Muertas por envidia. Por poder.Es decir que resultó ser un personaje extra que está destinado a morir a manos de su vil hermana por mera envidia.

—¡Carajo! —exclamó de pronto, con un nudo en el estómago.

—¿Qué sucede? —preguntó Eliana.

—¿Cómo se llama el segundo príncipe?

—Ossian Grosvenor…

—¡Mierda, y más mierda!

Eliana dio un paso atrás, atónita.

Avery la miró con intensidad. Su rostro, aunque cansado, era hermoso. Inocente. Y trágico.

Entonces un recuerdo olvidado del libro cruzó su mente como un relámpago: El pasado de su madre. Su dolor. La forma en que él había mancillado su dignidad.

Eliana White, había sido una plebeya, la más hermosa…. Tan bella era, que más de un noble deseaba tomarla por esposa, incluido el Archiduque de Richmond.

Sin embargo, aquella dama no se dejaba deslumbrar por títulos ni promesas vacías. Rechazaba los cortejos con firmeza, sin un atisbo de duda. Algunos lo aceptaban con dignidad, otros insistían… y entre ellos, el más persistente: el infame Archiduque.

Un día, movido por su obsesión y crueldad, la siguió en silencio hasta un almacén abandonado. Allí, bajo la penumbra, la acorraló como una fiera acosa a su presa. Le arrebató su virtud sin piedad, sellando su destino con violencia y pecado.

Obligó entonces a su familia a entregarla en matrimonio, alegando honra y conveniencia.

Sus padres se resistieron, pero comprendían bien las reglas crueles de aquella sociedad: si no accedían, la reputación de su hija quedaría arruinada para siempre. Nadie la vería jamás como digna, y menos aún, después de que aquel acto despreciable dejara un fruto en su vientre.

De pronto, otro recuerdo del libro destelló en su mente como una advertencia:

Un par de líneas perdidas en un capítulo sin importancia, donde se mencionaba la vida miserable que llevaban madre e hija en aquella mansión. El desprecio constante del Archiduque, los abusos sutiles de su primera esposa, y la crueldad de Ágata, la hija predilecta.

Eliana, como segunda esposa, era poco más que una sombra. Avery, la hija del escándalo, recibía miradas frías y palabras afiladas.

Katerina no podía comprender cómo alguien tan vil, tan manipuladora y cruel como Ágata podía ser la protagonista de una historia de amor

Pero ya no importaba. Lo único que tenía claro era una cosa:

—Voy a cambiar mi destino —susurró entre dientes, con una promesa ardiente en el corazón—.

Y también el de mi madre.

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Comments

Yesica Del Carmen Pino Barria

Yesica Del Carmen Pino Barria

me encanta lo que leo,me gusta t
tú estilo,tu forma de narrar es diferente, más cruda,más real,aunque todos sabemos que es una fantasía, no le pusiste color rosa y eso me encanta,veamos como nuestra querida Averi va madurarando y superando los obstáculos,

2025-05-31

2

Liliana Barros

Liliana Barros

Vaya situación en la que está involucrada 😱. Realmente tiene mucho que hacer para evitar los eventos y las personas que llevan a su muerte y la de su madre.

2025-05-30

2

Jenifer 🤓💫

Jenifer 🤓💫

okey este capítulo me dejó super intrigada de ver como se va desenvolver ante todo esto 🤔👏👏👏

2025-02-06

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