William Harrison se reclinó en la suntuosa silla de cuero de la villa de Andreas, un vaso de whisky en la mano, admirando el paisaje a través de las amplias ventanas. La villa, una imponente estructura de piedra y vidrio, se erguía majestuosa sobre la ladera, ofreciendo vistas panorámicas del mar Egeo y las islas circundantes. Sus paredes encaladas y techos de tejas rojas reflejaban la arquitectura tradicional griega, mientras que su interior moderno y lujosamente amueblado hablaba de la riqueza y el gusto refinado de su propietario.
El jardín, visible desde su percha privilegiada, era un espectáculo de verdor y color. Caminos de piedra serpenteaban entre cuidados parterres de flores vibrantes y árboles frutales, todo enmarcado por cipreses y olivos que susurraban con la brisa del mar. Fuentes ornamentales y estatuas de mármol añadían un aire de antigua elegancia, haciendo del jardín un lugar de serenidad y belleza.
William sonrió con malicia, pensando en Andreas. “Nunca pensé en él de esta manera, pero el maldito es todo un hijo de puta,” reflexionó, su sonrisa ensanchándose al considerar la compleja naturaleza de su amigo.
En ese momento, Andreas entró en la sala, su presencia dominante llenando inmediatamente el espacio. Se sirvió un vaso de whisky y se unió a William, su expresión seria.
—He contactado con la hermana menor de Anabel. Llegará a Santorini en unas horas. Ahora lo solo tendrás que ir por ella al aeropuerto. Sencillo —dijo Andreas, su voz tranquila pero firme.
William se atragantó con su bebida, sorprendido por la noticia.
—¿Por qué yo? —preguntó, aún tosiendo ligeramente.
Andreas rió, un sonido bajo y confiado.
—Eres el abogado de la familia Romano, y Constantinos era el verdadero novio de Anabel. Es tu deber, ¿no crees?
Resignado, William terminó su whisky de un trago.
—Lo haré —afirmó, su tono resignado pero decidido.
—¿Conseguiste lo que te pedí? —preguntó Andreas, su interés evidente.
—Sí, ahora todas las propiedades de Constantinos Romano son todas tuyas, por la módica cantidad de un dólar —respondió William, una sonrisa triunfante cruzando su rostro.
Andreas soltó una carcajada, complacido.
—Bien hecho. El imbécil de Constantinos se lo merecía. Ahora profanaré todas sus propiedades y haré que su empresa pierda todo su valor —dijo con una frialdad calculadora.
William dejó el vaso en la mesa de centro de la sala, su expresión se tornó pensativa.
—¿Y qué más tienes planeado? —preguntó, la curiosidad teñida de una cautela prudente.
Andreas se limitó a sonreír, un destello de maquinaciones ocultas en sus ojos.
—Oh, William, esto es solo el principio —respondió, su sonrisa ensanchándose con promesas de futuras intrigas y venganzas.
William se levantó de la silla, la decisión marcada en su porte. Miró a Andreas y anunció con un tono de firmeza:
—Voy al aeropuerto por esa chica… ¿Cómo se llama?
Andreas, mirando su vaso recién servido, respondió con una nota de indiferencia en su voz:
—Ashley Larson. Tengo entendido que se parece mucho a Anabel.
Después de un solo trago vacío el vaso de whisky.
William asintió, la información resonando en su mente mientras procesaba la semejanza, un detalle que hacía que su misión pareciera aún más surrealista. Sin más palabras, se dirigió a la salida de la villa, dejando atrás el lujoso confinamiento y los juegos maquiavélicos de Andreas.
Mientras tanto, Andreas se sirvió otro trago, su figura reflejándose en el cristal pulido de las ventanas mientras caminaba por la villa. Los pasos resonaban en los amplios corredores, llevándolo hacia la habitación de su hijo, el pequeño Constantinos.
Al llegar, abrió la puerta con suavidad. La habitación estaba bañada en la tenue luz del atardecer, los juguetes y los móviles colgantes se balanceaban levemente con la brisa que se colaba por la ventana entreabierta.
La niñera, una joven atenta y discreta, estaba junto a la cuna. Al ver a Andreas, se puso de pie, su expresión era una mezcla de respeto y cautela.
—Puedes irte —dijo Andreas, su voz baja pero autoritaria.
Ella asintió, saliendo de la habitación sin pronunciar palabra, dejando a Andreas solo con su hijo. Se acercó a la cuna, observando al niño de cinco meses que dormía plácidamente, ajeno a la tragedia que había envuelto su corta vida.
Andreas dejó su vaso en una mesita cercana y levantó cuidadosamente al niño, sosteniéndolo contra su pecho. El pequeño Constantinos, con sus suaves mechones de cabello oscuro y mejillas regordetas, era una imagen de inocencia y paz.
Con el niño en brazos, Andreas regresó a la sala, caminando lentamente, cada paso medido, como si temiera perturbar el tranquilo mundo de su hijo. Se paró frente a la gran ventana que daba al jardín y más allá, al mar que se extendía hasta el horizonte.
Desde esta vista, la villa y sus jardines parecían un santuario apartado del caos y las maquinaciones del mundo exterior. Andreas miró hacia el crepúsculo, donde el cielo se fusionaba con el mar en tonos de oro y púrpura, el niño respirando suavemente contra su pecho.
En ese momento, un destello de emoción cruzó su rostro usualmente impasible. La presencia de su hijo parecía infundirle una sensación de propósito, un recordatorio silencioso de lo que estaba en juego en su juego de poder y venganza. Con Constantinos en brazos, contemplando la vastedad del mar, Andreas se permitió un raro momento de reflexión, quizás preguntándose sobre el legado y el mundo que dejaría a su hijo.
***¡Descarga NovelToon para disfrutar de una mejor experiencia de lectura!***
Updated 51 Episodes
Comments
Diana Blanco
un hombre calculador y lleno de mucha venganza
2024-05-24
1
아리아나^.^ariana
Botella, tras botella ando tomando...sjsjsj
2024-04-07
2