Los días pasaban, pero Raicel no podía quitarse a aquella mujer de la cabeza. Su presencia fugaz en la oficina de Juan había dejado una incógnita punzante, como un enigma que se negaba a desaparecer. No podía quedarse de brazos cruzados.
Con la ventaja de dirigir una empresa de vigilancia y espionaje, decidió hacer uso de sus recursos. Sin perder tiempo, contactó a uno de sus mejores hackers y le encomendó una misión precisa: rastrear todo lo que pudiera sobre aquella misteriosa visitante. Quién era, de dónde venía, cuál era su propósito. Nada podía quedar fuera del informe.
Necesito resultados rápido, ordenó Raicel con voz firme. Apenas tengas información, envíamela de inmediato.
Mientras tanto, Yenireth seguía enfocada en su trabajo y en ahorrar para su local. Aunque ya tenía el dinero necesario, su objetivo era remodelarlo y adaptarlo completamente a su gusto. Su hermana, observando su dedicación, decidió intervenir.
Oye, ¿por qué no vienes a mi departamento? Recordemos viejos tiempos. Tengo un vino esperándonos, y te vendría bien relajarte un poco, le propuso con una sonrisa.
Yenireth aceptó sin pensarlo mucho. Era el inicio del fin de semana, y un descanso no le caería mal. Al llegar al departamento, se quitó los zapatos y se acomodó en el sofá junto a su hermana. Entre risas y recuerdos de su infancia, ambas disfrutaron de una copa de vino, dejando que las horas pasaran sin prisa. Fue un momento de conexión, de compartir secretos y despejar la mente, algo que Yenireth necesitaba con urgencia.
Cuando el vino comenzó a hacer efecto, decidieron detenerse y descansar. Aunque breve, ese rato juntas les permitió reír, abrirse y recargar energías.
Cleiver nunca había encontrado una barrera de seguridad tan robusta como la que rodeaba a quel hombre. No se trataba de alguien con un pasado oscuro ni de actividades ilícitas. Su empresa de vigilancia y espionaje requería protocolos extremadamente seguros, pues manejaba información confidencial y datos sensibles de clientes de alto perfil.
Cada intento de acceder a su historial tropezaba con bloqueos encriptados, niveles de protección que superaban los estándares comunes. Firewalls avanzados, registros fragmentados, rutas de acceso que parecían diseñadas para perder a cualquier intruso. Era evidente que Raicel no dejaba rastro, no porque tuviera algo que esconder, sino porque su trabajo exigía un anonimato absoluto.
Este tipo no juega, murmuró Cleiver, ajustando su estrategia.
Tras horas de esfuerzo, encontró una pequeña brecha, un movimiento financiero que, aunque legítimo, tenía una variación mínima en los registros. A partir de ahí, logró desenredar parte del velo que rodeaba a Raicel. La información revelaba que su empresa colaboraba con firmas internacionales de seguridad, diseñaba sistemas de vigilancia personalizados y, sobre todo, evitaba que cualquier dato sobre sus clientes y operaciones quedara expuesto.
Era un profesional meticuloso, obsesionado con la discreción.
Cuando Cleiver finalmente compiló la información, sintió una ligera incomodidad. No había descubierto nada ilegal, pero sí había tocado el núcleo de un hombre que operaba bajo estrictas reglas de confidencialidad. Y lo más preocupante, su sistema había detectado que alguien lo investigaba.
No puede ser… susurró Cleiver al ver una alerta en su propio sistema.
Alguien del equipo de Raicel había rastreado la anomalía, detectando que alguien había estado husmeando en su información. No había represalias, no había amenazas, pero el mensaje era claro: sabían que estaban siendo observados.
Guardó la información, la cifró y la envió al correo de Yenireth, asegurándose de que no pudiera ser interceptada. Luego cerró su sistema y trató de actuar con normalidad. Pero la sensación de peligro seguía latente.
Al día siguiente, Yenireth llegó a casa de su hermana. Mientras Cleiver y Yaneth preparaban batidos en la cocina, él decidió entregar la información con precaución.
Te envié todo al correo. Léelo con cuidado y mira bien la foto.
Yenireth tomó su teléfono y revisó los archivos. No había nada extraño en los datos, pero la foto… no era la de alguien común. Raicel era un hombre impecable en su imagen y presencia. De esos que transmiten autoridad con solo una mirada, de los que no dejan que nadie vea más allá de lo que desean mostrar.
Este tipo...susurró para sí misma, con una mezcla de sorpresa e intriga.
No era un delincuente, ni un hombre peligroso en el sentido tradicional. Era alguien que simplemente no permitía que lo observaran demasiado de cerca. Y Yenireth sabía que si él notaba interés por parte de ella, lo descubriría antes de que pudiera siquiera procesar lo que estaba sintiendo.
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Comments
Lesly Argumelo
que fama tiene ese hombre, esta como la pulga saltando de cama en cama y de perra en perra
2024-08-31
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Adoración del Carmen Martinez sonni
ya creando historias 😂😂😂😂😂😂
2024-04-21
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