La mañana siguiente llegó con una brisa fresca y el sol asomándose tímidamente entre las nubes. Elena se despertó con una sensación de emoción y nerviosismo en el pecho. El recuerdo del encuentro con Alex la noche anterior llenaba su mente y su corazón de ilusiones.
Se levantó con energía y se preparó para el día. Quería lucir lo mejor posible para su cita con el músico que había cautivado su corazón. Después de elegir un atuendo cómodo pero elegante, decidió dar un último toque a su cabello y salir de casa.
El reloj marcaba la hora acordada, y Elena se encaminó hacia el Café del Crepúsculo con el corazón latiendo rápidamente en su pecho. Mientras caminaba por las calles adoquinadas, su mente se llenaba de preguntas e incertidumbres. ¿Cómo sería su segundo encuentro? ¿Seguirían sintiendo la misma conexión que la noche anterior?
Al llegar al café, sus ojos buscaron a Alex entre las mesas. Lo encontró sentado en una esquina, absorto en sus pensamientos. Su cabello oscuro caía sobre su frente y su mirada estaba fija en la partitura que tenía delante.
Elena se acercó con cautela, queriendo darle un momento para terminar lo que estaba haciendo. Pero Alex levantó la vista y la vio allí, sonriendo con calidez.
"¡Hola, Elena!", saludó Alex con entusiasmo. "Me alegra que hayas venido."
Elena se sentó frente a él, sintiéndose a gusto en su compañía. "Hola, Alex. Gracias por invitarme", respondió con una sonrisa.
El camarero se acercó para tomar sus pedidos, y ambos pidieron un café mientras conversaban sobre sus intereses y sueños. Elena descubrió que la pasión de Alex por la música era tan intensa como ella había imaginado. Hablaron sobre sus canciones favoritas, los artistas que los inspiraban y cómo la música podía tocar las fibras más profundas del alma.
Después del café, Alex le propuso dar un paseo por el parque cercano, donde solía encontrar inspiración para sus composiciones. Elena aceptó encantada, disfrutando de cada momento compartido con él.
Mientras caminaban entre los árboles y las flores, Alex le contó sobre su infancia y cómo la música siempre había sido parte de su vida. Había crecido en una familia de músicos y había aprendido a tocar el piano desde muy joven. Sus ojos brillaban con nostalgia y pasión cuando compartía sus recuerdos.
Elena, a su vez, le habló sobre sus propias experiencias y cómo había descubierto su amor por la lectura y la escritura desde que era una niña. Contó cómo su madre le leía cuentos antes de dormir, y cómo cada historia se había convertido en un tesoro en su corazón.
A medida que el tiempo pasaba, ambos se sentían cada vez más cómodos el uno con el otro. La conexión que habían sentido en la librería la noche anterior se fortalecía con cada palabra y mirada compartida.
Cuando el sol comenzó a ponerse, encontraron un banco bajo la sombra de un árbol centenario. Se sentaron juntos, mirando el cielo teñirse de tonos cálidos y dorados.
"Es un atardecer hermoso", comentó Elena, admirando el espectáculo de la naturaleza.
Alex asintió, su mirada fija en el horizonte. "Sí, lo es. A veces, la belleza de la naturaleza me inspira más que cualquier otra cosa", confesó.
Elena lo miró con admiración, sintiendo un nudo en la garganta por la sinceridad de sus palabras. "Eres increíble, Alex. Tu pasión por la música y la forma en que te conectas con el mundo a través de ella es realmente asombrosa", expresó con ternura.
Alex la miró a los ojos, sus miradas entrelazadas en un momento cargado de significado. "Tú también eres asombrosa, Elena. Tu amor por la literatura y la forma en que hablas sobre los libros que te emocionan me cautiva", respondió con voz suave.
En ese instante, Elena sintió que el tiempo se detenía a su alrededor. El mundo parecía desvanecerse y solo existían ellos dos, compartiendo un momento íntimo y mágico bajo la luz del atardecer.
La brisa se hizo más fresca y Elena sintió cómo Alex se acercaba lentamente. Sus manos se encontraron, y un escalofrío recorrió su piel. Era un gesto tan natural, como si sus manos hubieran estado destinadas a entrelazarse desde el principio.
Bajo la mirada cómplice de la luna y las estrellas, Elena y Alex se acercaron aún más, dejando que sus corazones hablaran en un lenguaje que solo ellos entendían. Y mientras el sol se ocultaba por completo, los dos jóvenes bailaron bajo la luna, en un compás perfecto, dejándose llevar por la magia del encuentro inesperado que había cambiado sus vidas para siempre.
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