Desde que su señora se había ido, con el fin de contarle al señor Somnus la hora buena de su embarazo, no la había vuelto a ver. Pasaron días, semanas, meses y años, sin poder saber nada de ella. Muchas veces intentó salir del refugio, en búsqueda de la mujer que le había dado un hogar; sin embargo, el estanque se lo impedía.
Aquella montaña solo se podía acceder o salir de ella, siempre usando el estanque; sin embargo, al no reconocer a su dueña original, ni siquiera a él le permitía cruzarlo. No obstante, aquella noche en que la escuchó de nuevo, con aquel grito desgarrador, no dudó un solo segundo en salir a buscarla.
La situación de Selene era muy mala, no solo estaba tan delgada que se le marcaban los huesos, sino que tenía cicatrices en todo su cuerpo y una fiebre tan alta que ni el frío del invierno lograba apagar.
Mientras limpiaba su lastimado cuerpo, con paños de agua bendita para al menos curar su fiebre, sus lágrimas caían directo a su frondosa barbaba. Aquella chica que un día tacharon todos como la bruja maldita, no era más que una dulce mujer que quedó atrapada en la maquinaciones.
Como prueba de su dulce alma y su voluntad generosa, estaba el mismo. Siendo ya un anciano mayor, en una época de pobreza, donde las familias se deshacían de los mayores para no tener más carga, fue echado a la calle sin ropa ni comida, sufriendo lo más duro del alzhéimer. Sin embargo, en una de las expediciones de Selene para sanar una extraña epidemia que convertía a los magos jóvenes en monstruos, esta no solo lo encontró y le brindó un nuevo hogar, sino que lo curó usando su propio poder y otorgándole así la longevidad.
Todos esos años, solo esperaba poder llegar a vivir hasta volverla a ver. Ya que si bien podía vivir muchos más que un humano normal, el ser longevo no era sinónimo de ser inmortal.
—Mi señora—dijo colocando de nuevo su pijama.
Selene agradeció el tacto de una mano amiga, la cual sufría como ella todo lo pasado. Si bien era cierto que se avergonzaría por ser bañada y tratada por un hombre, después de todo lo que vivió en su encierro y en su estado actual, el señor Jacob era un ángel en la tierra.
—Por favor, no llore, señor Jacob—dijo en un pequeño susurro—usted es lo único bueno que tengo ahora mismo, si se pone mal yo terminaré sucumbiendo.
—Perdón, perdón—respondió limpiándose las lágrimas—mi señora, no sabe cuanto tiempo estuve en su espera. ¿Qué pasó? ¿Cómo fue que terminaron encerrándola?
Al intentar recordar lo que sucedió, provocó que una punzada en su corazón hiciera estremecer del dolor. Tanto era así que se levantó de golpe, y aun sentada en su cama, comenzó a golpear su pecho en búsqueda de consuelo.
Al ver la situación tan lastimera de la mujer, la abrazó con tanta fuerza que impedía que esta volviera a golpearse el pecho.
—¡Yo lo amaba!—gritó mientras lloraba—¡Era el padre de mi bebé!
Abrazó con mayor fuerza a Selene, mientras esta seguía llorando y gritando. Era increíble que los dos niños que llegaron con ella y dormían, recuperándose de sus heridas, en el cuarto de al lado, no se levantaran.
Selene, con su cabeza en el pecho de Jacob, la movió un poco intentando luchar con aquella debilidad emocional que seguía jodiendo su existencia, más allá del mal estado físico en el que estaba.
Sin poder decirle nada aun al anciano, en especial porque recordarlo sería revictimizar más, lo único que se limitó a decir fue el trato que hizo con aquella divina que la liberó de su largo encierro a cambio de salvar y proteger la vida de los príncipes.
Aunque no estaba de acuerdo con ir en contra de los niños, sabiendo que ellos eran las reencarnaciones de los responsables no solo de encerrarla, sino de provocar su aborto, estuvo de acuerdo con el plan de Selene.
El odio que ella sentía, él también lo hacía. No podía creer toda la injusticia que tuvo que soportar ella, en especial por ser la única maga que al despertar el poder del caos, se opuso a Ápate. Jamás creyó que Somnus cometiera la idiotez no solo de declararse su seguidor, sino de convertir al dios en el patrón del imperio.
Así mismo, detestaba con todo su ser como Nix le terminó no solo robando al hombre que su hermana más amaba, también lo ayudó a encerrarla.
—No podemos matarlos ni de hambre, así mismo tenemos que procurar por su bienestar—dijo separándose un poco de él—según lo que escuché, ellos serán los que liberarán a Azuri del yugo del emperador y de Ápate. Sin embargo, solo se le dará lo básico para vivir, no se le demostrará afecto tampoco.
Jacob asintió ante aquellas palabras, esperando que el trato se cumpliera y que cuando esos niños fueran grandes, el dolor de tener un corazón roto fuera mucho más grande que las heridas de combate, tanto que literalmente lloraran sangre.
Después de platicar y tomar un poco de medicina, decidió volver a acostarse pero evitando todo lo posible el dormir, ya que lo único que hacía era siempre tener pesadillas.
—¿Aún hay medicina para generar insomnio?—preguntó sin apartar la vista del techo.
—Pero…—quiso refutar pero se calló.
Sabía lo que quería hacer con esa medicina, privarse del sueño para así evitar estar en el mismo estado infernal. No obstante, en su estado era la que menos debía privarse de aquella necesidad tan natural para el ser humano.
—Quiero evitar dormir, quiero evitar soñar—respondió a la preocupación del anciano—por favor.
Sin poder hacer otra cosa, asintió ante la petición de la señora y se dispuso a levantarse para ir la bodega en búsqueda de la medicina.
—Señor Jacob—el anciano volteó al escucharla—gracias por esperarme.
Tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no llorar y con solo un último movimiento de cabeza, acompañado con una sonrisa, salió de la habitación.
Selene, evitando quedarse dormida, empezó a pensar en muchas cosas mientras el anciano le traía la medicina. Pensando incluso en que necesitarían un medio de subsistencia, de modo que pudiera patrocinar la lucha de los príncipes en un futuro.
Se mordió un poco los labios al pensar sobre aquellos diseños de joyas que había hecho en su juventud, ya que de ser necesario el dinero, ¿Podría ella ser capaz de usarlos para tener financiamiento?
Con ayuda del señor Jacob, luego de que este regresara, volvió a sentarse en contra del espaldar de la cama y comenzó a beber la medicina amarga. Aunque sabía horrible, prefería eso a tener que volver a dormir.
—¿Se refiere a los cuadernos con sus dibujos?—le preguntó una vez supo lo que planeaba—claro que sí, siguen en su taller. Nada se movió después de que usted se fuera, ni siquiera cuando las hadas estelares me visitaban.
Asintió aliviada al saber eso, aunque también contenta. Si bien era cierto que solo las criaturas mágicas podían entrar en la montaña, y que las hadas estelares eran muy traviesas, al menos el anciano no estuvo solo en todos esos años. De tan solo imaginar aquella situación, su enojo aumento. Si para ella, todos esos años fueron difíciles, estando en el sueño maldito, ahora para Jacob quien estaba solo en el refugio y sin poder salir.
—En cuanto pueda por favor tráigame esos cuadernos, intentaré estudiarlos un poco antes de volver a cultivar mi energía—le pidió terminando lo poco que quedaba de medicina.
Jacob salió dejando sola a su señora, para poder revisar a los príncipes quienes seguían durmiendo sin dar señales de despertar. Aunque solo había pasado un día desde que llegaron, no sentía ni la más mínima lástima por ellos.
Si hubieran sido niños normales, allí si estaría como loco intentando ayudarlos. Y pese a que si se sentía un poco mal por ellos, cuando recordaba que ellos eran los malditos desgraciados que traicionaron a Selene, un frío infernal apagaba la calidez de su corazón para con ellos.
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Elizabeth Sánchez Herrera
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2023-06-01
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