El primer vuelo que tomé fue cuando tenía seis años. Tenía una muñeca Barbie presidenta de ese año, con un traje azul rayado que llevaba a todas partes. Era mi muñeca favorita y jugaba con ella todo el tiempo, incluso le pedía a Owen que se sentara conmigo para jugar con ella y como él nunca se ha negado a nada que yo le pida pasaba horas y horas aburrido fingiendo que bebía el té con la presidenta. Ir a la capital solo para conocer el lugar donde pensaba que Barbie era la presidenta era un sueño.
Yo no quería ir porque quisiera ser presidenta o política o algo así, yo quería ir porque las fotografías que salían en la televisión y en cualquier póster de esa Barbie en concreto mostraba un lugar enorme y lleno de vida. Desde entonces anhelaba tomar fotos, mi padre consiguió boletos para toda la familia y mi mamá aceptó llevar a Owen con nosotros con la condición de que sus padres estuvieran de acuerdo y fuera al menos uno de sus padres. Owen y yo hicimos un berrinche enorme hasta que todas las partes implicadas estuvieran bien con el plan. En el avión íbamos papá, mamá, la señora Dinah, Stella, Luka, Owen y yo.
El Capitolio lucía como una pintura irreal, papá me prestó su cámara, recuerdo que era un Kodak de esas que tienen una pequeña pantalla para revisar la foto. La última moda en ese entonces. Y estaba tan contenta mirando todo por el lente que olvidé mi Barbie en algún lugar de la gran plaza y no lo recordé hasta más tarde en el hotel. Me sentí devastada y lloré por mi muñeca una larga hora en la que Owen nunca se movió de mi lado.
Al día siguiente salimos a conocer más lugares de la capital, seguía empecinada en ver todo por el lente de la cámara y entonces enfoqué a Owen, él me sonrió y tomé la fotografía. Mi primer fotografía de alguna persona. Entonces lo supe, quería ser fotógrafa y con los años me fui involucrando más y más en ellos. Cámaras viejas, nuevas, revelados e instantáneas. De todo lo que encontré y a todo lo que le tomé fotografías las personas era mi objetivo favorito.
Muchos años más tarde, en una navidad que parecía ser tan normal y común como las otras mi vecino apareció a media noche. Lo recuerdo con un gorro de lana, guantes y bufanda de un verde que resaltaba sus ojos, las mejillas y nariz rojas por el frío de ese momento y quizá los ojos rojos por estar pasando la hora de dormir. Cargaba una caja de al menos treinta centímetros envuelta en un papel rosa con un listón suave del mismo color y me sonreía con todos los dientes.
—Feliz Navidad Sirah. —Tenía la cara hinchada de orgullo y felicidad. —Ábrelo ya.
Tomé la caja y dejé pasar a Owen para que no se congelara. Una nota garabateada con su letra pequeña y torcida era lo primero que asomaba al abrir la caja: "Para que te acompañe siempre y que tomes las mejores fotografías del planeta. Con cariño Owen." Saqué una cámara Sony Alpha 7, la mandíbula se me fue al piso.
—Owen, no puedo...
—No digas que no vas a aceptarla. La compré especialmente para ti. —Sus ojos brillaron. —¿Te gusta?
—¿Preguntas en serio? —Me miró con timidez, sus mejillas estaban más rojas que cuando había entrado. —La adoro.
El alivio en su rostro fue mayor. No sabía que más decir y si sería lo suficiente, yo le había regalado una estúpida patineta, no lucía como la gran cosa y él estaba dándome el mejor regalo que hasta ahora yo haya recibido. Mis ojos se cristalizaron, sorbí por la nariz y giré para limpiar las pocas lágrimas que había soltado.
—Aún hay más. —Se acercó más a mí y terminó de limpiarme la cara.
Dejé la cámara a un lado de la manera más delicada que pude y regresé a la caja que minutos antes Owen me había entregado. Una caja más delgada se asomó con letras impresas que conocía bien y que me indicaban que estaba recibiendo como dije el mejor regalo que había recibido en mi vida.
—Owie ¿esto es real?
—Quería conseguirte la presidenta, tal como la habías perdido. —Dijo con vergüenza y rascó su nuca. Esa fue una costumbre que comenzó a tomar en ese año. —No pude hacerlo y pensé que esta era muy linda. Se parece a ti con ese largo vestido rojo y...
Dejé un beso en su mejilla antes de que finalizara sus palabras y tomé la Barbie Holiday entre mis manos con sumo cuidado. Sentí que yo era esa pequeña muñeca elegante y volé o mis pensamientos lo hicieron, me sentía muy querida y especial, Owen siempre logra ese efecto en mí.
—Gracias Owie, esto es lo más lindo que alguien me ha dado. —Me colgué de su cuello. —Muchas gracias.
Para ese entonces yo ya era unos centímetros más alta que él y eso era algo que aunque a mí me hacía sentir extraña a él nunca le importó y siempre encontraba la forma de hacerme encajar en sus abrazos. No recuerdo cuánto tiempo duró el abrazo, pero sí recuerdo que entonces supe que nunca encontraría a alguien como mi vecino. Desde entonces Owen me regala cada año la Barbie holiday, lo hizo una tradición y a pesar de que este año no pasaremos la navidad juntos un paquete de su parte me ha llegado desde hace unos días con instrucciones precisas de no abrir hasta el día correcto. Sea la Barbie que sea, la 2014 siempre será mi favorita por ser la primera y más especial.
Las Barbies acomodadas en mi repisa me miran dar vueltas al rededor de mi habitación. Es el día, hoy voy a aceptar irme a Inglaterra. Quiero decir, hoy le diré a mi jefa que estoy dispuesta a tomar el empleo en el otro lado del charco. Las palabras de Noah siguen en mi cabeza "no digas que no hasta probar." Creo que no quiero hacerlo, no quiero irme.
—¿Estoy tomando la decisión correcta? —Cuestiono a las Barbies con pesadez. —Tal vez no. Dicen que si algo te hace feliz se debe de sentir bien, entonces no entiendo porque siento este hueco en mi pecho. Como si me tragara un agujero negro.
Por supuesto ninguna de ellas me responde, solo están ahí con la mirada fija y sonriendo. Puedes ser lo que quieras ser. Tomo la cámara y salgo directa al edificio donde voy a cambiar mi futuro.
Resoplo con las manos en el volante, desde el asiento de copiloto la Alpha está mirandome, básicamente es como si Owen me mirara esperando que tome la decisión correcta. La que me hará feliz.
—Allá voy, deséame suerte. —Hablar con objetos inanimados es mi especialidad.
La caminata al elevador hoy es más corta y la subida creo que ha sido a la velocidad de la luz. El estómago se me aprieta con cada paso que doy, al llegar a la silla frente a Julliet mi jefa ya no tengo un estómago, creo que estoy vacía.
—¿Entonces? ¿Ya has tomado tu decisión? —Ella me mira con felicidad y expectación. —Esta oportunidad es una cosa grande ¿sabes?
—Sí, soy consciente de ello.
—Espera, antes de que me digas algo más. —Toma su computadora y me muestra diferentes espacios. —Aquí es donde vivirás y trabajarás, si decides ir, claro.
—Es maravilloso. —Digo con la boca más seca que el desierto.
—Lo es. —Responde emocionada ignorando mis nervios.
Siento que alguien más está viviendo esto por mí.
—Escucha Sirah, entiendo que estés nerviosa. Es un trabajo lejos de casa y asumo que sería la primera vez que dejas a tu gente, sé que puede ser duro ir a un lugar con tantas expectativas y sin una persona que esté contigo. ¿Qué es lo que más te preocupa?
—Que no sea lo que quiero. —Tal vez no debería ser tan honesta con mi jefa.
—Oh, bueno. Hagamos un trato. —Asiento para que siga hablando. —Ve al menos un año, toma más de esas fotografías con las que conquistaste el trabajo y si en un año decides que no es lo tuyo regresa y veremos que otra cosa puedes hacer.
—¿Por qué está dándome tantas oportunidades? —Lo sé, tampoco debería rezongar al respecto, pero me parece extraño.
—No quiero dejarte ir. Eres talentosa y todo lo que esta empresa necesita Sirah.
—¿De verdad? —Oh no, no sé porque no solo tomo el trato y me largo de aquí con la bolsa llena de oportunidades. Julliet se ríe.
—Es en serio Sirah. —Dice muy tranquila. —Además recuerdo haberme sentido como tú alguna vez en mi vida y hubiera soñado con esta oportunidad, así no sea lo que quieres.
—¿Y cómo sabré que es?
—Si no sientes la obligación de hacerlo.
Le sonrío, Julliet es quizá la persona más agradable que he tenido como jefa, me acaba de dar seguridad.
—De acuerdo, iré.
Salgo de la oficina con cientos de papeles para leer y demasiadas cosas que planificar. Citas con miles de personas importantes y el corazón latiendo de prisa. Los dedos me pican por hablar con Owen y Danielle, la garganta también me pica por cobarde, porque no les he mencionado nada y no sé como lo haré.
La casa de Danie aparece en la calle que estaciono, mi mejor amiga está ahí esperando mi llegada, no termino de aparcar y ella ya está arriba del Jeep.
—Vas a desmayarte cuando sepas esto. —Suelta como saludo. Me río incómoda.
—Suéltalo. —Me mira antes de seguir hablando.
—¿Qué te pasa? ¿Te peleaste con un mapache? Estás hecha un desastre.
—Vengo de la oficina, acaba de suceder algo grande.
—Genial, tú primero. —Dice con seguridad.
—Acepté un trabajo en Inglaterra. Voy a mudarme de aquí, al menos un año y si me gusta puede ser mucho mucho tiempo más. —Nada, nada sucede por el resto del viaje hasta mi casa. Danielle está en silencio, lo máximo que ha hecho es mascar un chicle viejo que encontró por ahí. —¿Quieres bajar al arenero?
El arenero es una caja que Owen construyó en el verano pasado en mi patio trasero. No sé si decir que es un arenero está bien, es una caja de arena sí, pero también tiene columpios. Danielle no responde solo se baja y camina hacia allá.
—¿Ya tienes ropa de invierno? Sé de buena fuente que el frío es duro allá. —Sonríe sin hacerlo por completo.
—Danie, no tienes que actuar así.
—Oh no, será mejor que lo haga o tendré una explosión cerebral. Porque mi mejor amiga se va a mudar por siempre, mi mejor amigo viene y va y parece que la vida debe seguir.
—¿No fuiste tú la que me dijo que sintiera mis emociones?
—A veces digo cosas listas que no quiero aplicar en mi vida. —Danie se avienta al columpio y llora un poco. —Mira Sirah, estoy feliz por ti ¿sí? Muy feliz, solo dame un segundo para reponerme de la noticia.
—Toma tu tiempo Danie.
Puedo ver en la cocina a mi mamá, me mira como preguntando si le he dicho ya lo que sucede a Danie. Minutos más tarde se asoma con una bandeja de galletas de mantequilla, las mismas que Danie adora y que son sus favoritas. No dice nada, solo le da un abrazo a mi amiga y deja un beso en la mejilla de ambas.
—Es asombroso Sirah. —Dice al fin Danie mascando una galleta. —Vas a irte a Inglaterra, ¡diablos! No puede ser más emocionante. ¿Cuándo te vas?
—En marzo. Debo hacer mucho papeleo y cosas que aún no entiendo.
—Oh Dios, voy a acompañarte a todo. Así cuando vaya a visitarte al menos me quedaré un año y ya sabré que debo hacer.
Danielle se levanta con felicidad y me abraza dejándome el corazón tranquilo.
—Oye ¿ya le dijiste a Owen?
—No y no lo haré hasta que regrese.
—De acuerdo. —Me estruja una última vez. —Stella estaría tan orgullosa de ti. Seguro allá donde está, revolotea de felicidad.
Mi risa de felicidad se escapa y creo que por primera vez desde que Stella murió no pienso en ella con pena. Creo que Danie tiene razón y mi hermana estaría feliz de que tome las oportunidades que me da la vida. Ahora solo me queda decirle a Owen, pero aún tengo tiempo para eso.
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