Leonardo Garcés era el hijo mayor de doña Luzmila Acosta y don Leopoldo Garcés Espinoza De La Romaña. Tenía una hermana llamada Ariana, a quien solo llevaba por un año de diferencia, y otra mucho menor llamada Giuliana.
Leonardo tenía 14 años.
Era un chico de tez morena, de contextura delgada, cabello ondulado y una sonrisa amplia. No era muy estudioso, casi siempre estaba relajado y despreocupado por su futuro.
Aún no tenía claro qué carrera profesional quería estudiar, pero esto no lo perturbaba. Lo que sí le quitaba el sueño era convertirse en una estrella de rock, una gran artista juvenil, como lo evidenciaban sus posters de Magneto, Ricky Martin y Pablito Ruiz que adornaban su habitación.
Dedicaba mucho tiempo y esfuerzo a aprender a cantar. Era un muy buen bailarín y creaba muchas coreografías. Así que era bastante solicitado por sus amigos ya que desbordaba una energía única.
Rara vez lo veían enojado, pues tenía mucho control de su paciencia, aunque cuando se ponía molesto lo mejor era apartarse de su camino.
Además de estos talentos, Leonardo era un observador meticuloso, especialmente con las chicas. Cada verano solía ir a la playa para admirar a las chicas en bikini, cuerpos semidesnudos y bronceados perfectos. El sol, la arena y el mar se convertirían posteriormente en elementos importantes de su vida.
A Leonardo también le gustaba dibujar y coleccionar todo tipo de libros y revistas. Además, era un ávido jugador de videojuegos y podía pasarse horas enteras jugando. Era su mejor talento.
En cuanto a los deportes, solo le atraía el fútbol, pero más por moda que por iniciativa propia. No era muy habilidoso con el balón en los pies, lo que lo desalentó de tomar la iniciativa de convertirse en futbolista.
Recientemente, la familia de Leonardo se había mudado del centro de la ciudad hacia un distrito un poco más alejado y con un clima más soleado. Este cambio aburrió un poco a Leonardo, mientras sus padres priorizaban más la atención en sus hermanas que en él. Su madre se preocupaba por él, pero más por su imagen de hijo mayor y próximo sostén de la familia ¿Y su padre? Él solo se interesaba en él cuando necesitaba ayuda en trabajos de construcción o albañilería.
Bajo esta contexto, la vida de Leonardo no parecía tener mucha emoción, salvo sus noches de baile y canto. Él extrañaba las noches en la capital, el ruido y la modernidad. Lo único que mantenía su interés en ese nuevo hogar eran dos cosas: un perro que había rescatado de una fábrica de fierros viejos y a quien irónicamente bautizo con el nombre de "metal", y que prontamente se convirtió en su fiel compañero y guardián.
Lo otro era que, al tratarse de un pequeño asentamiento humano recién poblándose, la mayoría de las viviendas estaban constituidas de madera, esteras y calaminas; y todo lo que ocurría en cada casa se podía escuchar y ver claramente. Así que, algunas veces llevandose por el libido y la pubertad (y la curiosidad también), Leonardo aprovechaba para observar entre los agujeros a sus vecinas bañándose o cambiándose, y eso lo estimulaba mucho.
Pero mi pregunta es: ¿a qué chico de su edad no le llamaría la atención esas cosas?
En resumen, Leonardo no la pasaba tan mal, tampoco tan bien; pero él quería ser un artista famoso.
La noche anterior al primer día de escuela, él y Ariana, (que por cierto era una morena adolescente muy desarrollada físicamente, tanto así que muchas veces equiparaba las fuerzas con su hermano y tenían sendas peleas) habían dejado todo listo para empezar con el pie derecho las clases: las mochilas, los uniformes, las loncheras, los cuadernos.
Doña Luzmila estaba muy emocionada porque por primera vez sus dos hijos mayores iban a coincidir en una misma escuela. Ariana también se sentía feliz pues iba a encontrarse con muchas amigas de la infancia.
Pero para Leonardo, la noticia no le alegraba en lo más mínimo. Ariana, siempre intensa y de temperamento fuerte, discutía frecuentemente con él, así que él ya imaginaba el infierno que iba a vivir en el colegio con su hermana al lado.
—Ahora no solo será en la casa sino también en el colegio— les dijo Leonardo a su mamá y a su hermana.
—Espero me toque en tu salón para estar vigilándote— le respondió sarcásticamente Ariana.
Y ambos se pusieron a discutir y pelear delante de sus padres.
—¡Carajo, dejen de pelear!— gritó don Leopoldo— Te voy a reventar a punta de correazos, Leonardo.
—A mí, siempre a mí— dijo él y se fue a su habitación.
—"Esta es una casa de mujeres"—
Era la frase que Leonardo repetía constantemente, pues sentía que allí no encajaba y definitivamente nunca iba a encajar.
Este nuevo año escolar que iniciaba iba a traerle muchos cambios inesperados, y el mayor cambio de ellos ya lo esperaba sin saberlo allá en el colegio.
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