Ya en la universidad, Megan estaba algo triste ya que su amiga no entró con ella en la fiscalía. "¿Por qué no le dices a tu papá? Con una sola llamada de él ingresarías", dice Megan. Pero solo obtuvo como respuesta una rotunda negación, ya que ella, a pesar de todo lo que tenía, su padre no le gustaba alardear de ello. "Claro, tener padres ricos es muy malo", dice su amiga, en todo burlón, y entre risas se dirigieron a tomar sus clases, donde todos hablaban de lo ocurrido e incluso algunos compañeros tenían videos o fotos, ya sea porque se los pasaron o porque tenían algún amigo policía o forense. Jessica no pudo evitar un miedo, ya que se dio cuenta de que el departamento que le había sido asignado era el mismo que el que llevaba el caso.
Percy Roy estaba en la oficina de su casa hablando con un socio y sumamente temeroso de lo que le había ocurrido al juez, ya que para ellos no era una rareza, ya que era más que bien sabido entre los ricos empresarios que él estaba demasiado embarrado en cosas ilegales. "¿Quién crees que pudo haber sido?", pregunta el socio de otro lado del escritorio. "Puede haber sido cualquiera", dice Percy un poco despreocupado, ya que la muerte del juez le dejaba el camino abierto para que uno de sus amigos tomara el puesto y así, teniendo un juez más barato, le iba a ayudar a pasar cualquier permiso de construcción más fácil y más barato.
Ya era el día jueves y el agente Damián estaba lejos de encontrar algo, ya que en el lugar de los hechos no había ni una gota de sudor o pestaña. Era una escena del crimen totalmente impecable. Samuel entra a la oficina con un folder. "Mira, seremos niñeros", le dice mientras le entrega el archivo de Jessica. "¡Fantástico! No basta con la presión de este caso, que debemos cuidar a una niña", dice en un tono de frustración. Damián ve el expediente y nota que es una Roy, una de las familias más ricas del país. Pensó que iba a ser una niña que le iba a entorpecer en todo lo que haría. "La pondré a acomodar archivos", lo dice mientras le entrega el folder a Samuel, él solo asiente.
Ya por la tarde deciden ir a comer afuera de la comandancia, ya que necesitaban un respiro. Al salir de su oficina, voltea a ver la puerta que se encuentra en el pasillo de un color café más oscuro que los demás y sin ventanas, solo una pequeña placa en color dorado donde indicaba a qué departamento pertenecía. Siempre estaba cerrada con la luz prendida, se oía el ruido del aire acondicionado que abastecía esa oficina y un olor a cigarro que provenía de esa oficina, aunque estaba prohibido fumar. "¿Les dirás?", pregunta Samuel al ver cómo su amigo se perdió con la mirada hacia esa dirección. "¡Claro que no!", contesta en un tono soberbio.
Era una noche calurosa. La música de fondo de alguna canción de Bad Bunny revela que es un lugar latino, más bien Puerto Rico. Caleb está parado en la ventana con una botella de whisky en la mano, viendo la ciudad donde parece que hay una gran fiesta. Por el ruido y la gente muy animada, parece como si la oscuridad de la noche no las limitara. Voltea a ver a la cama que está detrás de él, donde está una hermosa mujer de pelo largo azabache. Toma un trago de la botella, se viste y deja dos fajos de dólares en la mesa junto a la cama no sabe si la chica es prepago o algo parecido pero cree que unos dólares no le cae mal a nadie. Nunca duerme con nadie y jamás se preocupa por saber el nombre de las mujeres con las que ha estado, no es porque fuera un patán, simplemente que entrenado para otros fines y desahogar sus ganas con alguna chica era algo que era necesario de vez en cuando. Mientras camina por las calles, no deja de pensar en esa chica en Quebec y no sabe por qué, pero sin darse cuenta, ya había reservado un par de vuelos para volver. Llamé a Yuri y, aun que extrañado por el regreso, no hace más preguntas.
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