Al final, el médico accedió a dejarla partir del hospital, aunque todavía estaba adolorida. Había conseguido que le dieran el alta con la condición de que no estaría sola en casa. Aunque esto ya estaba resuelto, Justin había demostrado ser terco y se había salido con la suya logrando que Molly aceptara sus cuidados. Lo que ella no sabía era que no iban a su remolque. El obstinado hombre tomó el camino que llevaba justo al lado contrario de Whitesnake.
—¿A dónde vamos? Para allá no está mi casa...
—Es que no vamos a tu casa, te tengo una sorpresa... No te preocupes, estarás bien...
Después de 15 minutos de camino, entraron a la zona residencial del pueblo. Molly conocía gran parte del lugar porque en un tiempo también trabajó en un servicio de catering. Tan pronto estuvieron frente a una hermosa casa de dos pisos, con un jardín enorme y una alberca, Molly se percató de que frente a la entrada se encontraba la señora Nubia Sterling esperando sonriente.
Molly se extrañó, sabía que la señora vivía en esa zona del pueblo, pero no entendía qué hacían ellos ahí. Justin se bajó del auto y dio la vuelta de prisa para abrir la puerta y ayudar a la chica a bajar de él.
—Espera, déjame ayudarte...
Un hombre vestido de enfermero se acercó a ellos con una silla de ruedas y ayudó a Justin a subir a la dama mientras se presentaba ante ellos.
—Hola, mi nombre es Angel, soy enfermero. La señora Sterling me contrató para ayudar con los cuidados de usted (mientras decía esto, miraba a Molly). Estoy aquí para apoyarla en su recuperación y encargarme de sus medicamentos...
Justin agradeció con un gesto la presentación. Dentro de los favores que había pedido a Nubia, ese era uno de los primordiales. Estaba claro que él no iba a dejar sola a la chica, pero también sabía que no sería tarea fácil. Así que contar con una persona capacitada en cuidados de la salud le parecía más efectivo y consciente.
—¿Pero qué hacemos aquí?
Esta es la casa de la señora Sterling, yo no estoy para andar visitando personas, quisiera irme a mi casa por favor...
Ya estaban frente a Nubia Sterling, de modo que ella escuchó la afirmación de la chica, se apresuró a responder...
—Querida Molly, esta no es mi casa, cierto que vivo por aquí, pero del otro lado de la calle, por lo demás, me alegra verte mejor...
—Gracias, señora Sterling...
—Por favor, llámame Nubia...
Molly asintió con la cabeza, en lo sucesivo la llamaría así, aunque sería un poco difícil acostumbrarse, en el colegio de monjas le habían hecho hincapié en llamar a los adultos por su apellido, pero algo le pasaba con Nubia, sentía una calidez cuando estaba cerca de ella, encima, a pesar del poco tiempo que tenía tratándola, la mujer se había ganado su confianza, aunque sabía poco de ella, por ejemplo, que tenía una floristería en el centro, que se encargaba de hacer cualquier tipo de detalle en flor, su talento tenía sello particular, todo el pueblo hablaba de los elegantes arreglos que vendía...
—Pero, insisto, no sé qué hacemos aquí, yo tendría que estar en mi casa, extraño mucho mi cama...
—No te preocupes que tu cama te está esperando dentro, esta es tu nueva casa... Camila y su madre me ayudaron a empacar tus cosas para que no extrañes nada de tu remolque.
La cara de Molly se transformó de un blanco casi pálido a un rojo escarlata a medida que procesaba la información que le estaban dando, Nubia notó en su mirada la furia que estaba sintiendo, ella le había advertido a Justin que hacer esto sin avisarle podía ser malo. La señora Sanders también había opinado lo mismo, exceptuando a Camila, que estaba encantada con el obsequio que recibiría Molly, todos los que sabían de la sorpresa temían por la reacción de la chica, sabiendo que ella estaba orgullosa por todo lo que había logrado por sus propios medios...
Nubia se acercó a Molly, que gracias al cielo, estaba sentada porque si no tal vez habría caído al suelo de la impresión...
- ¿Estás bien, querida?
Molly sabía que no era justo desquitarse con la mujer. Después de todo, no la creía responsable por los actos de Justin, así que suspiró resignada mientras le decía que estaba bien.
- Estoy bien, es solo que estoy impactada... No esperaba esto - volteó a mirar a Justin - De verdad, te he dicho que no tienes por qué hacer nada por mí, solo porque te sientas con algo de culpa... Esto es demasiado y no puedo aceptarlo. Ahora, ¿me llevas a mi casa o me voy en esta silla?
Justin se sorprendió. Notó la ira reprimida en las educadas palabras de Molly, pero no entendía cuál era la molestia. Creía que a todas las personas les gustaban los obsequios.
- No te puedo llevar al remolque, todas tus cosas están aquí...
- ¿Por qué no te relajas? Entremos, demos un vistazo. Si no te ha gustado el regalo, podemos buscar otra casa en otro sitio. Ese no es problema...
A Molly le parecía sorprendente que él no se diera cuenta de que con la casa no había problema alguno. Estaría loca si no se le hiciera hermosa, pero el problema era que él le estuviera haciendo un obsequio tan caro. Además, ¿cómo había hecho esto sin siquiera consultarlo con ella? Es decir, sentía que había penetrado su intimidad. Imaginar que estuvo hurgando en sus pertenencias le causó otra dosis de rubor excesivo.
De pronto, escuchó una voz femenina a sus espaldas.
- Hola, papá. Ya me instalé en uno de los cuartos...
Mirando a la mujer que estaba en la silla, preguntó:
- ¿Ella es Molly? ¡WOW! ¡Si que eres bonita! Mi nombre es Alessandra. Yo voy a ayudar a papá a cuidarte.
La preciosa jovencita que escasamente llegaba a los 13 años se acercó a Molly y, sin esperar nada, la abrazó como si se conocieran de toda la vida...
Molly se sintió reconfortada al ver que no estaría sola en esa casa, porque al menos hasta que regresaran sus cosas al remolque, ella tendría que permanecer ahí...
Después, Alessandra se acercó a su padre para dar oportunidad al enfermero de llevar adentro a Molly.
Dentro de la casa, era verdad que las pertenencias de Molly se encontraban ahí, pero no solo eso, la casa estaba completamente amueblada y decorada con un gusto moderno pero elegante. Incluso las cortinas eran de su color favorito, el morado.
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