La muerte es más universal que la vida. Todos morimos, pero no todos vivimos.
Andrew Sachs
Dolor…
Eso es lo que siento cuando abro los ojos, los rayos del sol arden sobre mi piel, me revuelvo en mi sitio para luego detenerme, mi ceño se frunce ante la suavidad de la superficie y me incorporo de golpe, exploro el lugar y al darme cuenta que es mi habitación me relajo.
¡¿Mi habitación?!
Lentamente pongo mis pies sobre la moqueta color lila, me llevo las manos a la frente cuando una punzada en el cerebro me hace gruñir, me levanto y camino hasta la puerta y al abrirla me encuentro con el pasillo solitario, camino hasta llegar a la sala mientras froto mis ojos, al abrirlos me detengo en seco.
Me tienen que estar jodiendo.
Veo la cabellera castaña, la barba de tres días, labios rosados, cuerpo fornido. Miro a mi alrededor buscando donde esconderme, pero mientras lo hago esos ojos color ámbar llenos de diversión se encuentran con los míos, dejo de respirar mientras mis ojos se abren.
¡¿Qué mierda hace aquí?!
Espero que mis abuelos no lo hayan visto, sería una catástrofe, dejo salir un largo suspiro y camino a paso seguro hacia él hasta detenerme a una distancia prudente.
— ¿Buenos días? —dice alzando una ceja con burla.
— ¡¿Qué haces aquí?!—susurro mientras rezo al altísimo que ojalá mis abuelos no lo hayan visto.
—Leo un poco—dice mientras me muestra un periódico, miro la mesa y automáticamente dejo de respirar.
Café…
Solo hay una persona en esta casa que ofrece café y esa persona es Teodoro Walker, mi abuelo…
— ¡No puede ser! — digo alterada.
— ¿Qué no puede ser, cariño? —pregunta mi abuelo y mis ojos se abren como platos.
— ¡Mierda! —digo por lo bajo.
—Cuida tu vocabulario, Tracy— bueno no tan bajo.
— ¡Abue! —digo y lo abrazo.
—Estas de muy buen humor hoy—dice mientras sonríe.
—Para ti, siempre— digo y piñizco sus suaves mejillas y ríe.
—Ezer, Dave bajará en un rato—avisa y luego se va a su despacho.
— ¿Dave? —pregunto ceñida.
—sí, vamos a la universidad—responde y mi boca forma una “O”
— ¡¿universidad?!—pregunto y el ríe.
— ¿El tequila te daño el cerebro? —dice y ruedo los ojos.
Van a la misma universidad… ¡mierda la universidad!
Corro hacia mi habitación y cuando entro cierro la puerta de golpe, de camino al baño me desnudo para darme una ducha rápida.
Tomo las llaves de mi auto que están sobre mi escritorio y me doy un último vistazo en el espejo, ¡oh! jean, camiseta y zapatillas eso es perfección…
Llego al comedor y me encuentro con Dave, me sonríe mientras devora su desayuno. Ruedo los ojos al ver a Ezer entrar, me siento y como. Subo a mi auto para luego dejar salir un largo suspiro, eso de volver a la universidad no me emociona en lo absoluto, pero es necesario ¿no?
De camino a la universidad recojo a Stacy, si, está hecha mierda, sus ojos verdes están rodeados por unas muy notorias ojeras, su cabello castaño claro está envuelto de forma que se asemeja a un nido y no lleva vestidos como es costumbre, solo lleva unos jeans holgados y un suéter rosa. Llegamos a la universidad y vamos directo a nuestra primera clase, siempre he amado estudiar economía, pero justo ahora la odio, de hecho, odio todo, pero ahora está en niveles altamente peligrosos. Al entrar a la clase me encuentro con el muy hermoso Sr. Buscarino, y lo digo enserio, todo en él es perfecto, desde sus ojos negros y su cabello azabache hasta su muy fornido cuerpo, luego observo a mis compañeros a los cuales no los conozco ni el nombre, procedo a sentarme cuando alguien me detiene, me vuelvo y veo a una chica de cabello rojo y vestimenta de cuero.
—Es mía—dice y su voz es algo rara, pero mi ceño se frunce al no poder entenderla.
— ¿Qué? —pregunto y ella rueda los ojos con odiosidad.
—la silla es mía—dice y mastica un chicle.
— ¿Cuánto te costó o qué? —pregunto y los demás ríen, ella me fulmina con la mirada y le dedico una mirada despectiva.
—Señoritas—interviene el sr. Buscarino con su muy sensual voz…
—dígale que se quite—dice y él la mira alzando sus cejas.
—Usted no me da órdenes ¿de acuerdo? —dice y los demás ríen—. Ahora siéntense…donde sea.
Ella rueda los ojos y se va a la parte de atrás, yo me quedo unos segundos de pie, pero él me dedica una mirada que hace que me siente de inmediato.
Las demás clases pasan con normalidad. Y me encuentro con Stacy y Susy su hermana, estamos saliendo de la universidad cuando paro en seco, les hago un gesto con la mano para que esperen y corro en dirección al salón del señor Miller ya que he dejado mi teléfono. Abro a puerta de golpe y veo como alguien cae estrepitosamente a un lado del escritorio, voy hasta allí solo para encontrarme con ese cabello castaño y claro, sus ojos ámbar.
— ¡¿Qué mierda haces aquí?!—susurra mientras se levanta.
— ¿Tú que haces aquí? —contrataco y sus labios forman una fina línea.
Me muestra un papel y luego de observarlo por unos segundos entiendo lo que es, un examen, lo miro con diversión y él niega con la cabeza.
—No es para mí— se defiende, pero cruzo mis brazos sobre mi pecho.
— ¿No? —pregunto alzando una ceja y el deja caer su brazo mientras suspira.
—Es para una amiga, no para mi ¿de acuerdo? —dice y sonrío maliciosamente.
— ¿Eso haces para conquistar? —pregunto y él rueda los ojos.
—No tengo necesidad, y es para una amiga—responde enfatizando lo de “amiga”.
—Te arriesgas a ser expulsado por una amiga, que inteligente—digo sonriendo.
—Eso es lo que uno hace por una amistad, al menos yo—responde serio y mi sonrisa se esfuma.
El dolor me invade mientras los recuerdos pasan por mi mente, sacudo mi cabeza para alejarlos, tomo mi teléfono y me topo nuevamente con esos ojos ámbar, pero ahora llenos de preocupación y curiosidad.
— ¿Qué pasa? —pregunta y yo niego.
—Nada solo que…—el sonido de la puerta nos interrumpe.
Me vuelvo para ver a Ezer y esta pálido y con los ojos muy abiertos, mi corazón se acelera mientras mi cerebro maquina una excusa para dar cuando el sr. Miller nos acuse.
Nada
No tengo ni una sola excusa, cuando la puerta se abre dejo de respirar, pero Ezer hala de mi brazo y corremos al fondo del salón donde abre una puerta y me empuja dentro de un muy, muy pequeño armario, él se une a mi apretándome, mi respiración se acelera y él me mira con el miedo estampado en su rostro, me tapa la boca con su mano y en cualquier otro momento se la apartaría de golpe, pero justo ahora no me apetece. Podemos ver al señor Miller por las pequeñas ranuras que tiene la puerta, se quita las gafas y las deja en su escritorio, para luego recoger y observar con curiosidad sus papeles desordenados en el escritorio y piso, para luego levantar la mirada y ver directo en nuestra dirección y dejo de respirar.
Estoy muerta…
Cierro los ojos con fuerza cuando veo que camina en nuestra dirección, cuando está a solo centímetros de nosotros la alarma contra incendios se activa, y el Sr. Miller corre fuera del salón y dejo salir una bocanada de aire, Ezer abre la puerta y con cuidado llegamos hasta la puerta del salón y la abre con lentitud, se dispone a salir, pero la cierra abruptamente acelerando mi pulso.
— ¡¿Qué pasa?!—pregunto nerviosa.
—Los bomberos, son rápidos—dice y mi ceño se frunce.
—Pues deben serlo—digo en tono obvio y sus labios forman una línea fina.
—quieres pelear mientras estamos corriendo el riesgo de ser expulsado e incinerados, por favor—dice y muevo la cabeza dándole la razón.
—Claro y tú no eres muy bueno protegiendo—digo mirando a la nada.
— ¿De qué hablas? — pregunta mirándome ceñudo.
—Ayer, dejaste que me llevaran—lo acuso y el me mira aún más confundido.
— ¿Llevarte? —pregunta y ruedo los ojos—. O si, no sabía que tenía que protegerte de tu hermano.
— ¿Era Dave?
—Sí, y no te llevo, te sostuvo porque te ibas a desmayar. También me sorprende la cantidad de vomito que eres capaz de expulsar—dice y sonrío.
—oh, todo fue tu culpa. Me obligaste a beber—digo y el me dedica una mirada despectiva.
—sí, claro—responde y abre la puerta.
Salimos al pasillo y no hay señal de fuego, caminamos tranquilos hacia la salida hasta que escuchamos una puerta abrirse y paramos en seco.
—Jóvenes, ¿Qué hacen aquí? —dice una voz, la voz sensual del Sr. Buscarino.
—Mierda—dice Ezer y yo asiento.
—Estamos muertos—digo mirando al suelo.
—Les hice una pregunta, respondan—dice y siento sus pasos acercándose.
—Corre—susurra Ezer y antes de que pueda reaccionar me toma de la mano y corre arrastrándome con él.
Corremos por el largo pasillo dejando atrás los gritos del profesor, giro mi cabeza para ver a Ezer con los labios entreabiertos y su cabello hacia atrás. Extiende un brazo y abre la puerta y me impulsa hacia afuera, luego corro hacia mi auto y me subo a toda velocidad, lo enciendo con manos temblorosas y conduzco hacia mi casa.
Al salir del auto un viento frio me envuelve, me abrazo mientras camino a la casa y al entrar siento una presión en el pecho, observo fijamente el retrato de mi padre en el vestíbulo, las lágrimas se forman, pero las contengo, camino rápido a mi habitación y cierro la puerta tras de mí, y me deslizo hasta el suelo abrazándome mientras cierro los ojos con fuerza, la sensación de soledad y tristeza me invade. Cubro mi rostro con mis manos y dejo salir todo la frustración y la rabia que siento, la sensación de que todo es mi culpa, que pude haberlo evitado y no lo hice por ser egoísta, una persona que se encierra en su burbuja de dolor e ignora los problemas de los demás, que cree que es la persona que más sufre y que no brinda apoyo a las personas que quiere y las cuales necesita su ayuda, dejo salir el odio que siento hacia mí, que quema mi pecho cada vez que recuerdo aquella noche, aquella discusión, aquella última llamada. También ser una estúpida cobarde que por miedo a sufrir más perdió la única oportunidad que tenia de ver a la persona que más admiraba, ser tan cobarde de no querer verlo y ser tan débil y no enfrentar mis problemas.
Gracias a un trueno el ventanal de mi habitación retumba y logra sacarme de mi tornado de sentimientos. Dejo caer mis brazos a los lados mientras respiro pesadamente, con mi nariz cogestionada y ese vacío en el pecho que siempre me acompaña me levanto y camino hasta la cama, me deshago de mis jean y zapatillas y me dejo caer en mi cama, cubierta hasta la cintura por mi cubrecama tomo mis audífonos y dejo sonar Hurt de Johnny Cash. Tomo mi teléfono y entro a notas, decido plasmar todos mis sentimientos en un escrito, mientras dejo correr las lágrimas y estas mojan la almohada.
Dejo mi teléfono a un lado y me acurruco a mi oso de peluche, pero el sonido de una notificación me saca de mi pre sueño, me incorporo y miro ceñuda mi teléfono lo tomo y veo el mensaje y mi ceño se frunce aún más.
Número desconocido….
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