Pasado- "No hay nada más valioso para mí que Erin"

Unos días más tarde, todos en el pueblo se encontraban inmensamente felices, ya que estaba muy próxima la unión entre Erin y el guerrero más valiente del lugar, Kohaku.

Todos los aldeanos se apresuraban a decorar las puertas de sus casas, cómo señal de alegría.

Por su parte, la joven, Erin sentía una enorme pena en su corazón, en el pasado había aceptado que sería la esposa de Kohaku, pero ahora, era diferente, pues había experimentado lo que es estar verdaderamente enamorada, y eso dolía, primero, por no ser correspondida y segundo, por no poder dejar de extrañar a Sākuru. No supo en qué momento su presencia se volvió tan necesaria, pero saber que nunca más lo volvería a ver, dolía, y mucho.

Una noche de tormenta, el gran Sākuru apareció en el pueblo, haciendo que todo se volviera caos.

El gran demonio solo tenía un cometido y ese era llevarse a Erin. Cuando uno de los guerreros escuchó eso fue por la chica y se la entregó sin chistar, pues valía más la vida de todo un pueblo que la de una pequeña joven, aunque esta fuera la prometida de Kohaku.

Así que esa noche, Erin fue raptada por el gran Sākuru.

En cuanto estuvieron lejos, ella no pudo aguantar su curiosidad y preguntó:

—¿Por qué me ha raptado, gran Sākuru?

El demonio ignoró la pregunta y siguió su camino.

—¿Acaso me va a comer? —interrogó la joven, aunque no tenía miedo.

Horas más tarde, cuando ya estaban muy lejos del pueblo, Sākuru dijo:

—Te he dado la posibilidad de que cumplas tus anhelos. Ahora eres libre de hacer lo que quieras.

En los labios de Erin se dibujó una gran sonrisa.

—Muchas gracias, señor Sākuru —dijo ella sin poder contener el llanto—. ¿Podría viajar a su lado?

Sākuru sintió de nuevo ese remolino en su ser, pues la muchacha lo hacía perder el control, él asintió con la cabeza a su petición.

Ahora se habían vuelto compañeros de viaje, alado del inseparable Ham.

El tiempo hizo lo suyo, volviéndolos cada vez más cercanos.

En temporada de invierno, el frío era imposible de soportar, ese fue el pretexto perfecto para que Erin tomara la mano del demonio.

—Esta helada, ¿verdad? —dijo apretando más la mano del yōkai.

—Sí —respondió secamente él, pero entrelazó sus dedos con los de ella.

Los ojos escarlatas del yōkai se posaron en los de la joven y en ese momento, Erin sentía derretida por su mirada. Tal vez, haberse escapado con su amor imposible, no había sido la mejor idea.

—¿Por qué lloras? —cuestionó él, sin apartar sus ojos del rostro de la joven.

—Porque soy una tonta —externó ella. Luego bajó el rostro, su corazón dolía, todo eso era una locura, pues si no estaba a su lado sufría, y si estaba con él, también sufría porque él no correspondía a sus sentimientos.

«En que dilema más absurdo me encuentro» Se lamentó ella internamente.

Sākuru acortó la distancia y posó su pálida mano en una de las mejillas de la joven, haciendo que ella levantara el rostro.

—En el mismo dilema absurdo en el que me encuentro, yo —confesó él—. Nada es importante ya, un día creí saber hacia donde iba y que era lo que quería, pero ahora me doy cuenta de que siempre estuve equivocado, pues sería capaz de renunciar a todo por ese par de ojos marrones.

Las mejillas de la muchacha se ruborizaron, por un momento creyó que su corazón iba a explotar, ¿era eso una declaración de amor?

—Pero usted es…

—¿Un demonio?

—No, bueno, sí, pero quiero decir que usted es el gran Sākuru y yo solo soy Erin, una huérfana más de un pueblo desconocido. —Ella estaba apenada.

Sākuru acarició su mejilla con su dedo pulgar.

—Para mí eres más valiosa que cualquier absurdo título —confesó.

Ella se armó de valor y acortó la poco distancia que había entre ellos, y entonces, estampó sus labios con los de Sākuru, sintiendo sus colmillos. Al instante se arrepintió de su acción, pero el demonio la sujetó de la cintura como muestra de querer tanto ese tipo de contacto como ella.

Cuando se separaron, la muchacha se atrevió a preguntar:

—¿Ésto es el amor?

Sākuru soltó un suspiro.

—Sí, Erin, me temo que sí.

Días después, se llevó a cabo una improvisada ceremonia, en dónde Sākuru externó todo lo que su corazón sentía por la humana, Erin.

La jovencita también confesó su amor por él.

Después de esa acto, el trato entre ellos se volvió más cercano, pero aun así guardaban cierta distancia.

Meses de investigación por parte de Sākuru, lo hicieron sentirse más seguro para dar el siguiente pasó y poder estar de una manera más íntima con su esposa.

Esa noche, los besos del yōkai no cesaron como veces anteriores, sino que cada vez se intensificaban más.

Erin no podía conservar la coherencia ante tantas nuevas sensaciones, su cuerpo deseaba más de todo eso.

Las caricias de su marido hacían que su interior se estremeciera.

Su mente se nubló, y de lo siguiente que fue consiente fue de estar desnuda en el regazo de su esposo.

—Podemos esperar, si así lo quieres —dijo él con su voz entrecortada.

—Esto es parte de ser esposos. —Ella volvió a besar a Sākuru, esta vez teniendo sumo cuidado con sus colmillos.

El yōkai no quería dejarse llevar por el momento, pues podía lastimar a su amada, así que con suma delicadeza se fundieron, haciéndose uno.

—Te amo —susurró ella. Sintiendo que su vida no podía ser más perfecta.

—Te amo —dijo él en voz baja. Dándose cuenta de que no había nada más valioso para él que la vida de Erin. Sintiéndose humillado por la vida, pues él siempre había declarado repudiar a los humanos y ahora su corazón estaba unido al de esa frágil, hermosa y valerosa muchacha. ¡Qué ironía de la vida!

Posterior a esa noche, la pareja siguió con sus viajes, la muchacha quería conocerlo todo y que mejor compañía que la de su esposo.

Mientras tanto, en el corazón de Sākuru se abría una pequeña herida ocasionada por la incertidumbre, pues temía el día que Erin ya no estuviera en este mundo. Detuvo su caos mental, ya tendría una eternidad para sufrir por eso, ahora debía disfrutar el tiempo que le quedaba alado de su amada.

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