Pasado- Nuestros corazones están unidos.

—Sabes que hagas lo que hagas, ¿es imposible para ti vencerme?

—Lo sé —dijo ella, respirando con dificultad, pues intentó atacar tantas veces que ya había perdido la cuenta. No supo ni cómo, pero quedó tumbada en el suelo.

—Extenderé mi perdón hacia ti.

«Por segunda vez» pensó.

—¿No me matará por qué soy mujer? —quiso saber ella.

—No te mataré, porque no me place hacerlo, al menos hoy no —explicó el demonio. Luego dio media vuelta con toda la intención de irse.

Los ojos de la jovencita se llenaron de lágrimas.

Sākuru se quedó en su lugar, escuchando el sollozo de la chica.

—Tal vez, lo mejor que me puede pasar es morir —dijo ella, abrazándose a sí misma—. No tengo la vida que quiero, ¿qué me ata a esta tierra?

—Sí eres una demente —dijo él.

—Si usted me mata, lo más interesante que se diga de mí, será que fui asesinada por el gran Sākuru.

—¿Eso es un cumplido? —preguntó él, aún dándole la espalda.

—Es una realidad —susurró ella. Tan mala suerte tenía, ¿qué ni siquiera para ser asesinada era buena?

—¿Por qué quieres morir? —interrogó el demonio—, hace unos minutos luchabas por tu vida.

—Porque hace unos minutos no me había puesto a reflexionar en lo patética que es mi vida, no encuentro ningún motivo para querer vivir —confesó Erin, sintiéndose el ser más inútil sobre la faz de la tierra—. Soy mujer, lo único para lo que nací fue para ser esposa de alguien, tener tantos hijos como mi cuerpo pueda soportar y cuidarlos, sin importar cuan llorones sean.

»En cambio, usted, nació para ser temido y respetado.

Sākuru volvió su cuerpo hacia ella.

—Entonces, terminaré con tu sufrimiento —dijo. Luego inclinó su cuerpo hacia la chica y con su dedo índice le tocó la frente.

Erin cerró los ojos y tembló por el contacto. La piel de Sākuru se sentía helada.

Después de unos segundos, al ya no sentir el helado dedo de Sākuru, ella abrió los ojos, y se dio cuenta de que estaba sola. Soltó el aire que había retenido en sus pulmones y volvió a limpiar todo rastro de lágrimas que hubiese quedado en su rostro.

Giró su cabeza de un lado al otro, pero el demonio no estaba por ningún lado.

Las noches siguientes, siempre que podía, Erin se escapaba de su aldea e iba a su lugar secreto a mirar las estrellas, y un día Sākuru volvió a aparecer ante ella.

—Sus ojos son aterradores —ella pensó en voz alta.

Sākuru inclinó de lado la cabeza. Su largo y oscuro cabello era movido por el viento.

—He venido a terminar lo que dejé inconcluso —dijo él.

Erin lo miró de arriba abajo, pues tenía una genuina curiosidad, tanto que no le importó perder el decoro, y se acercó a él, con su dedo índice tocó las cortas garras que salían de sus dedos.

—Fascinante —dijo ella

Sākuru se quedó en silencio, dejó que la humana siguiera inspeccionando.

Minutos más tarde, el demonio se fue con el mismo sigilo con el que había llegado.

Días posteriores, el demonio y la humana siguieron la misma rutina, cómo si encontrarse se hubiera convertido en algo casual.

Un día mirando las estrellas, la joven se atrevió a preguntarle al yōkai por sus viajes.

Él comenzó a darle detalles de algunos lugares que había visitado.

—Debe ser maravilloso vivir tantos años —externó Erin.

—Así es mi naturaleza, por eso no le veo nada de extraordinario. —Sākuru miró hacia al cielo, tratando de hallar lo interesante que encontraba Erin, en un montón de puntos resplandecientes.

—Bueno, eso es verdad —atinó a responder la joven—. Yo solo tengo una vida y ni siquiera puedo vivirla.

Sākuru dio la razón a lo que una vez le dijo su madre, pues los humanos se afanan tanto en cosas innecesarias que nunca encuentran un verdadero propósito en su corta vida.

Pero daba crédito de que Erin era diferente, ya no era una bebé, pero aun así emanaba de ella un corazón puro, así que tal vez, todavía quedaban humanos nobles en este cruel mundo.

Los días se hicieron semanas, las semanas, meses, y la gran curiosidad que sentían el uno por el otro, los llevó a despertar sentimientos nunca antes pensados. El frío corazón del yōkai se conmovía al ver los grandes y hermosos ojos de la joven. Su presencia se estaba volviendo necesaria para él.

Mientras que siempre que Sākuru estaba presente, la joven perdía el aliento, incluso, muchas veces se había atrapado pensando en él, más de la cuenta.

Un día, mientras la muchacha miraba las estrellas, escuchó la llegada de Sākuru, su corazón se aceleró y sintió cientos de mariposas revolotear en su estómago. Quizá esa sería la última vez que lo vería, así que se armó de valor y dijo:

—En poco tiempo seré la esposa de alguien —soltó un suspiro—, es probable que nunca más pueda volver a escaparme a este sitio, pero antes de eso, quiero confesar lo que guarda mi corazón.

»Tal vez, no pude conocer otros lugares, ni escapar de mi destino, pero al menos, conocí lo que es estar enamorada, y todo gracias a usted, gran Sākuru. —Las lágrimas desbordaron las mejillas de la muchacha. Era lógico que él no tuviera los mismos sentimientos que ella, pero a través de él, ella había experimentado algo que nunca sería capaz de sentir por Kohaku, amor.

Erin limpió con brusquedad sus lágrimas.

—Debo irme —dijo como despedida y sin regresar a verlo se fue en dirección a su aldea.

El estoico demonio sintió una calidez inexplicable en su pecho.

¿Acaso ella le había declarado su amor?

Eso era imposible, algo entre un yōkai y una humana era inaudito.

Tenía como experiencia lo que le había pasado a su padre, quien murió por el amor de una humana. Él no podía repetir el mismo camino, él quería poder, quería dominio, no el corazón de una humana, y si tan convencido estaba de eso, ¿por qué dolía el recordar que ella sería la mujer de alguien más?

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Comments

Alejandra Bonilla

Alejandra Bonilla

Pobre de Erin, ojala se compadezca de ella y se la lleve

2023-02-15

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