...Capítulo Corregido......
Prisión de carne y palabras
Sus muñecas estaban atrapadas entre las manos ásperas y enormes de Sebastián. Presas. Silenciadas. Y, sin embargo, Aleida se resistía con todo lo que era. Bajo su cuerpo, con el aliento agitado y el orgullo intacto, intentaba zafarse con movimientos torpes y desesperados. El interior del auto se había convertido en una jaula, y él, en el carcelero de su libertad.
—Es suficiente —masculló él, la voz como un trueno apagado—. Ya no puedes hacer un truco más.
—Seguiré hasta poder quitarte de encima —escupió ella con fiereza, jadeante, sus labios temblando por el esfuerzo.
Él apretó más fuerte, alzando sus brazos por encima de su cabeza, acercándola aún más a su cuerpo. Sus pechos quedaron presionados contra su torso fornido. Fue entonces que el dolor la hizo gemir. Un gemido breve, mordido, que no pudo evitar soltar al sentir el apretón firme de sus muñecas. Miró hacia arriba, contemplando las marcas rojizas que comenzaban a formarse sobre su piel, mientras forcejeaba, impotente. Entonces, giró el rostro... y su voz enmudeció.
El rostro de Sebastián estaba demasiado cerca. Lo suficiente como para sentir el calor de su respiración rozándole la nariz. Pudo verlo con una claridad que dolía: su piel pálida y sin imperfecciones, la nariz recta y delgada, la mandíbula marcada por la rabia, las pestañas tan largas que creaban sombras sobre esos ojos grises que, en lugar de reflejar dureza, parecían esconder una tristeza antigua. Había algo roto en él, y eso, por un segundo, la hizo callar.
—Te ves tan… —murmuró ella sin pensarlo.
—¿Atractivo? —él arqueó una ceja, desconcertado. No esperaba eso. Nadie lo halagaba. Nadie osaba hacerlo en medio de una pelea.
Ella lo observó un momento más. Luego frunció el ceño, volviendo a recuperar su acidez:
—Sí, pero en realidad “atractivo” se queda corto para describir a alguien tan... repugnante.
Él sonrió, una mueca sin humor.
—Y tú eres horrenda. No me gustas.
—Al cabo que ni quería.
—¿Nunca te callas?
—¿Y tú? ¿Dejas de ser un maldito gruñón?
El intercambio era pueril, casi infantil, pero entre cada palabra se filtraba algo más peligroso. El calor. La cercanía. El roce. Él apretó sus muñecas una vez más, no con furia, sino con un leve castigo que la hizo abrir la boca en un suspiro dolido.
—Me lastimas… —susurró ella, conteniendo una lágrima por el ardor—. Vas a dejarme moretones si sigues…
—¿Y quién te manda a ser tan frágil?
—¡Soy una mujer! No tengo tu fuerza. Por favor… no siento las manos.
Intentó moverse, pero el peso del cuerpo masculino sobre el suyo la inmovilizó. Su pecho la oprimía. Él también lo sintió. Sintió el calor de sus pechos contra su torso, y supo que estaba cruzando una línea de la que no se vuelve. Y sin embargo, no se apartó.
—¿Qué harás si no te suelto? ¿Vas a saltar del auto otra vez?
—Patearte es una opción tentadora.
—¿Y crees que podrías?
—Eres un cretino… un malnacido. ¡Quítate de encima!
—Basta —gruñó él, sus ojos grises centelleando—. Deja de lloriquear. Tenemos que hablar.
—¿Y esta es tu idea de una conversación? ¿Secuestrarme y aplastarme contra el asiento?
—Es la única manera de evitar que cometas otra estupidez.
Ella resopló, impotente.
—Entonces acabemos con esto. Rápido. Me estás lastimando.
—Perfecto. —Él aflojó un poco el agarre, pero no se alejó—. ¿Por qué aceptaste el matrimonio?
—Mis padres firmaron el acuerdo. Yo no tenía opción. Además… solo así recibiré la herencia que me dejaron. No puedo retirarme del trato sin cumplir con mi parte.
Él entrecerró los ojos.
—¿Lo haces por dinero?
—Es mi herencia. Me pertenece. Si no fuera por eso, créeme, no estaría aquí frente a ti, sino en alguna otra parte del mundo, trabajando.
—¿Y qué haces exactamente?
—Soy diseñadora. De moda. Tengo una línea propia.
Él se echó a reír, con desprecio.
—Qué conveniente. Pues bien, dile a mi abuelo que no te vas a casar y desaparece.
—No puedo. El contrato especifica que no puedo anularlo sin consentimiento de mis padres.
—¡Pues diles que lo anulen!
—¡Están muertos!
El silencio cayó como un muro entre ellos. Sebastián la miró, sus ojos endurecidos por el impacto. Ella apartó la mirada, tragando saliva, vulnerable por primera vez.
—Lo siento —murmuró él, más bajo.
—Estoy tan atrapada como tú… —susurró ella—. Ninguno de los dos pidió esto.
—Demonios… —gruñó Sebastián, liberándola al fin y apartándose. Abrió la puerta del auto, salió al aire y llevó sus manos a la cadera mientras comenzaba a pasearse como una fiera enjaulada.
Aleida salió con cautela. Lo observó patear una piedra y maldecir en voz baja, como si con cada palabra escupiera parte de su rabia. Se acercó solo un poco, manteniendo la distancia.
—Yo… estoy aquí por mi herencia, Sebastián. Pero también sé que tú… que tú tienes problemas. Tu abuelo lo dijo.
Él se giró tan bruscamente que Aleida retrocedió, sintiendo la amenaza escurrirse por su espina dorsal.
—¿Qué dijiste?
—Tranquilo. Solo… él me dijo que tú estabas atravesando por problemas familiares. Solo eso.
—¿Y qué más te dijo? —gruñó, acercándose.
—Que… que había una expareja.
Sebastián sintió un disparo de furia recorrerle el pecho. Tomó a Aleida por los antebrazos, la arrinconó contra el auto con un movimiento brusco. Ella jadeó.
—¿Quién te dio derecho a hablar de eso?
—¡Espera, por favor! Solo fue un comentario de tu abuelo. Yo no sé nada más, lo juro.
—Ese viejo… —susurró él entre dientes, soltándola con violencia contenida.
Se alejó, caminó hasta la orilla de la carretera, donde los árboles otoñales bailaban con el viento. Alzó el rostro al cielo gris, respirando hondo. Un silencio denso llenó el espacio.
Y entonces, se giró, la miró.
Aleida seguía allí, de pie, con las marcas rojas en las muñecas, el cabello alborotado, los labios rojos por la furia y la carrera. No era la mujer que imaginó. No era la muñeca que su abuelo había querido imponerle.
Era fuego. Terquedad. Vida. Y por alguna maldita razón, eso le gustaba.
Él respiró hondo… y decidió.
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Comments
MARTITA
SE SUPONE QUE UN MILITAR, SIN IMPORTAR A LA FUERZA QUE PERTENEZCA ESTÁ OBLIGADO A SER RESPETUOSO CON CUALQUIER CIVIL. ES UN GROSERO IRRESPETUOSO Y AL PARECER NO SE PRESENTÓ ANTE ELLA Y APARTARLA DEL LUGAR PARA NADA APROPIADO PARA TEMAS PRIVADOS.
2024-05-04
7
Maria Del Jesus Martinez
jajaja 😃 ya abriste tu bocota Adeida
2023-06-06
6
Maria Del Jesus Martinez
jajajaja jajaja jajajaja jajajaja ya salió lo mamón 😆🤣🤣
2023-06-06
1