CAPITULO 5 :ESE MONSTRUO

Caminaba por un campo abierto. El pasto verde se mecía con el viento, y sobre mí se extendía un cielo azul tan claro que casi parecía irreal. A lo lejos, distinguí a un grupo de aventureros de rango porcelana cruzando entre los pastizales.

—Parece que van a una aventura… o quizá hacia alguna posada. —Murmuré para mí mismo, apretando con fuerza el mango de mi espada—. ¿Se habrán conocido desde que iniciaron como aventureros? ¿O será que se encontraron en el gremio?

De inmediato, esos pensamientos me arrastraron a recuerdos amargos. El brillo del cielo se apagó en mi mente, reemplazado por imágenes que detestaba recordar.

—¿Por qué…? ¿Por qué siempre que veo un grupo feliz, esos malditos recuerdos vuelven a mí?

Antes de perderme por completo en la melancolía, una voz alegre rompió el silencio a mis espaldas.

—¡Agth! ¿Cómo has estado? ¿Por qué vas solo? ¡Si tú me dijiste que ya estabas con un equipo! ¿Acaso fue mentira?

Giré y la vi: la aventurera a la que había salvado. Venía corriendo hacia mí, con una sonrisa amplia que contrastaba con mi ánimo sombrío. Al llegar frente a mí, su entusiasmo era tan genuino que por un momento olvidé mis pensamientos.

—Eres tú… veo que ya estás completamente sana. Me alegro mucho por ti.

Sonreí levemente, pero detrás de ella noté tres figuras más. Todos eran novatos: dos con espadas, uno con una ballesta de gran tamaño. Llevaban pecheras de hierro toscas y botas pesadas, la típica imagen de aventureros de rango porcelana.

—¿Quiénes son ellos? —pregunté, señalándolos sin rodeos—. ¿Acaso son tu nuevo equipo? ¿El gremio estuvo de acuerdo? Lo digo porque… cuando un miembro muere, el resto puede retirarse o seguir luchando. Lo sé bien, la experiencia… duele demasiado.

Ella frunció el ceño, confundida.

—¿Experiencia? ¿A qué te refieres, Agth?

Forcé una sonrisa amarga.

—Ja… pero bueno, eso pasa. Es normal, ¿verdad?

Mi voz temblaba. Sabía perfectamente lo que significaba perder un compañero, y lo que dolía cargar con su ausencia.

—Y dime, señorita aventurera… ¿a dónde irán?

—Mataremos a un monstruo que puede atacar usando su propio cuerpo.

—Yo también iba tras ese monstruo.

—¿En serio? ¡Entonces vayamos juntos! No me molesta, quiero ver más del aventurero que me salvó.

En realidad, mi intención era enfrentar a la bestia solo, para demostrarme que aún era capaz de seguir adelante. Pero al ver a esos novatos, solo pude pensar en la fragilidad de sus vidas.

—Bien —acepté, cerrando lentamente el puño—. Los acompañaré… con una condición. La señorita será la líder.

Los jóvenes me miraron sorprendidos. Uno de ellos murmuró:

—O-oye, Agth… ¿por qué dices eso? Creí que tú querías ser líder de un grupo.

—¡No! —grité, con una furia que incluso me asustó a mí mismo—. ¡Nunca más quiero volver a ser líder en toda mi maldita vida!

Mis ojos quedaron ocultos tras mi cabello, y todos se miraron entre sí, desconcertados.

---

El camino por el bosque comenzó. Ella iba al frente, con su espada blanca lista. Yo, en cambio, caminaba detrás de todos, observando en silencio. Sus risas y bromas llenaban el aire; se halagaban unos a otros, disfrutaban como si nada pudiera salir mal.

Yo solo los miraba, sin abrir la boca. Cada carcajada me recordaba a ellos… a las voces que ya no podía escuchar.

—¡Perdónenme! —de repente grité, incapaz de contenerlo—. ¡Todo fue mi maldita culpa! ¡No sabía nada y aun así acepté! ¡Por favor… perdónenme!

El grupo entero se detuvo, asustado. Uno de los espadachines se acercó.

—Oye, ¿te encuentras bien? ¿Quieres seguir adelante?

—Estoy bien. Solo… me confundí, eso es todo.

Mentira. Pero no podía mostrarles la verdad. Yo debía seguir adelante, debía demostrarme que aún podía caminar después de aquel fatídico día.

—No se preocupen. Esto me pasa seguido. Mejor concentrémonos en la misión.

---

Las ruinas finalmente aparecieron ante nosotros, envueltas en un aire sombrío. Todos sacaron sus armas y avanzaron con cautela, menos yo.

—¿Por qué no desenvainas tu espada, Agth? —preguntó el ballestero con un tono sarcástico.

—Todo está demasiado tranquilo. Ustedes son los que se precipitan. Se ven ridículos agitando sus armas a ciegas… solo mírense, avanzan sin fijarse en nada.

—¡¿Quién demonios te crees para decirnos eso?! —explotó el ballestero—. En primer lugar, tú ni siquiera deberías estar en nuestro grupo.

—Uno: no pedí estar aquí, su líder me invitó. Y dos: llevo más tiempo que ustedes en este camino… así que dime, ¿quién crees que sabe más?

El joven apretó los dientes y se adelantó, guardando su arma a regañadientes. La líder, en cambio, se acercó a mí.

—Oye, Agth… ¿por qué dijiste eso?

—Solo quería ver qué tan unidos son como grupo. Necesito saber quién es capaz de proteger a los demás… y parece que es él.

Le acaricié suavemente la cabeza. Ella se sonrojó, bajando la mirada.

Seguí caminando al frente, cuando un sonido me puso en alerta. Un crujido. Inmediatamente desenvainé mi espada.

—¡¿Quién está ahí?! —grité, alzando la voz con toda mi fuerza.

—¿Por qué gritas tanto? —se burló alguien del grupo.

—¡Lo diré una sola vez más! ¡Salgan ahora mismo o los mataré sin piedad!

Tras mi amenaza, dos grupos de aventureros emergieron de entre las montañas. Entre ellos había una chica hermosa, de cabello rosa con tonos blancos y violetas. Al verme, su rostro se torció en una expresión de asco y enojo.

Mis labios temblaron al susurrar su nombre:

—Azume…

La líder me miró, confundida.

—¿La conoces?

—Sí…

El aire se tensó. Uno de los grupos se acercó con decisión. Su líder, un hombre delgado y de cabello rojo, sonrió con arrogancia mientras desenfundaba su espada.

—Con que tú eres el famoso Agth… el asesino.

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