CAPITULO 3: ESE AVENTURERO

Abrí los ojos. Ya no estaba en la mazmorra; parecía una casa, o eso creí —la verdad, no sé qué pasó.

—Lo último que recuerdo fue a esa aventurera; me dijo algo y después todo se puso oscuro. ¿Acaso ella me trajo hasta aquí?

Lo dije mirando mi mano, extendida hacia el techo. De pronto la puerta sonó; alguien golpeó con suavidad.

—Disculpe, señor aventurero —preguntó la chica que rescaté—. ¿Ya se levantó?

Observé mi brazo: el hueso roto estaba vendado. No sabía qué había hecho esa chica por mí, pero le estaba agradecido.

—Sí, ya desperté. Gracias por preocuparte. ¿Puedo pasar?

—Con su permiso.

La chica entró al cuarto. Vestía una camisa larga de mangas cortas; parecía que esa prenda era todo lo que llevaba. Dejó unas sábanas sobre una mesa junto a la ventana. La miré en silencio. Sus heridas parecían curadas. ¿Cuánto tiempo habría pasado? La pregunta resonó en mi cabeza y decidí preguntar.

—Disculpa, ¿cuánto tiempo estuve durmiendo?

—Durmió una semana entera. La verdad, estuvo bastante grave; me preocupé por usted. Ah, y no se preocupe por su equipo: ya lo están reparando.

—Ya veo. Muchas gracias.

Me sorprendió. ¿Tanto tiempo? Solo pensaba en eso cuando, de repente, recordé algo importante.

—¡Disculpa! —grité, sobresaltado—. ¿No has visto a un grupo de cuatro integrantes?

—Sí, los vi unas cinco veces durante la semana.

—Uno del grupo usa una espada grande (pero no enorme), otro un arco; dos de ellos son increíblemente guapos. Además, va una chica con ropa morada.

—Ahora que lo dices, sí vi a un grupo así. Preguntaban por un sujeto llamado AGHT. ¿Es tu grupo?

—Así es. Es mi grupo. Si preguntan por mí, supongo que deben estar preocupados. Debo ir con ellos enseguida.

—Disculpe —dijo ella con curiosidad—. ¿Puedo preguntar algo? Si usted vino con un grupo, ¿por qué estaba solo cuando me rescató? Si se supone que son un grupo, deberían ir acompañados.

Al oír eso, mi memoria se aclaró y recordé todo lo vivido hasta entonces: cada detalle de mi vida parecía volver por alguna razón, quizá por haber estado cerca de esa chica, o quizá porque yo necesitaba recordarlo.

—Nos separamos para buscar comida —empecé—. Te vi corriendo junto a tu compañero; se veían felices, así que me acerqué para preguntar si sabían dónde conseguir víveres. Vi que entraron a una mazmorra —algo normal para aventureros—, pero tardaron en salir. Decidí entrar para ver qué pasaba. Fue entonces cuando ese maldito lagarto me agarró por la espalda: me arrojó al suelo, me arrastró y sujetó el abdomen. Un goblin me tomó del brazo y otro, más grande, lo rompió. Grité de dolor. Creyeron que moriría de agonía, pero se equivocaron... y pagaron con su vida.

—Entonces fue cuando me salvaste —dijo ella.

—Así es —respondí—. Qué inteligente eres.

—Bien —sonrió—. Supongo que me iré. Gracias por cuidar de mí. Por favor, cuídate. Necesito tu nombre para preguntar en el gremio por ti y ver cómo vas con las misiones. Y una cosa más: no mueras.

—Está bien —le aseguré—. No moriré. Tranquila.

La cara de la chica se iluminó; sus mejillas sonrojadas eran hermosas. No pude evitar mirarla unos segundos más. Tras cerca de quince minutos, salí de esa casa acogedora; necesitaba encontrar a mis compañeros.

Caminando por el mercado rumbo al gremio escuché a dos personas cuchichear en un puesto de joyería.

—¿Oye, supiste que un aventurero de fuera estuvo en las mazmorras?

—¿En serio? Seguro iba a robar lo que encontrara.

Esas palabras me molestaron, pero ya estaba acostumbrado a los juicios. En el pasado recibí comentarios peores y más directos, así que seguí adelante. Revisé mi equipo; llevaba la ropa que me habían dado en la casa.

Al fin llegué al gremio. Entré y me dirigí a recepción; necesitaba contar lo sucedido, desahogarme y escuchar alguna palabra reconfortante.

—Buen día. Soy AGTH, un aventurero de nivel Obsidiana. Soy el que entró ayer a la mazmorra y mató a un gran enjambre de goblins y lagartijas con apariencia humana. No recuerdo sus nombres ahora. Además, quería preguntar: ¿ha venido un grupo de cuatro personas buscando a alguien con mi nombre? Mi nombre es AGTH; uno de ellos usa una ballesta.

—Sí, he visto ese grupo como usted lo describe —respondió la recepcionista—. Dijeron su nombre y comentaron que regresarían en veinticinco minutos. Por cierto, me sorprendió que sea nivel Obsidiana; es un rango muy alto. Debe estar orgulloso.

—Lo estaré cuando sienta que lo merezco —contesté con una leve sonrisa—. Sé que me queda mucho por esforzarme.

—¡¡Regresamos!!

Una voz dulce y familiar llenó el gremio. Era la voz de mi grupo; nunca la olvidaría. La luz del sol iluminó la espalda de mis compañeros al entrar. Notaron que estaba junto a la recepción, con la mano apoyada sobre la mesa. Al verme, vinieron hacia mí entusiasmados.

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