Tras su contundente triunfo electoral, Carmelo Carmona intentó comprar la lealtad de Armando Ramírez. Su intención no era solo política, sino personal: deseaba humillarlo. Armando era una figura carismática cuya opinión influía de forma decisiva en la ciudadanía, y su diario —La Verdad— tenía el mayor tiraje entre los medios independientes.
Pero no lo logró.
Ramírez lo conocía bien. Sabía quién era en realidad. Y lo más importante: entre ellos existía una vieja historia que hacía imposible cualquier reconciliación.
Con sus abuelos paternos en prisión y los maternos exiliados —tras denunciar públicamente que las niñas Carmona vivían una mentira bajo la custodia del presidente—, Natalia y Verónica entendieron que no habría rescate externo. Si querían liberarse de su tío, tendrían que hacerlo por sí mismas. Fue entonces cuando comenzaron a planear activamente cómo derrocar al monstruo que gobernaba tanto su país como su casa.
Javier y Natalia se graduaron de secundaria como los dos primeros índices de su promoción. Aunque habían compartido trabajos y momentos escolares, no eran realmente cercanos. Se despidieron pensando que no se volverían a ver. Lo que no sabían era que ambos habían decidido estudiar la misma carrera… y en la misma facultad.
Durante los seis meses posteriores, Javier viajó al extranjero para continuar su preparación. Natalia, en cambio, comenzó a trabajar en la Secretaría de la Presidencia. Pese a su juventud, destacaba por su inteligencia. Carmelo lo sabía y la aprovechaba. Lo que no sabía era que Natalia llevaba un registro detallado —día tras día— de cada irregularidad que presenciaba. Silenciosa. Meticulosa. Letal.
Rómulo, ya graduado como arquitecto, consiguió empleo en uno de los ministerios. Aunque vivía lejos de la casa familiar, solía encontrarse en secreto con Natalia. Ahora que ella era mayor de edad, su vínculo se volvió más honesto, más profundo. Había ternura… y deseo.
Cada visita de Rómulo era una pausa cálida en la rutina gélida del Palacio. En la mesa familiar, entre risas forzadas y silencios pesados, sus manos se buscaban bajo el mantel. Luego vinieron los besos, las caricias. Hasta que una noche, ya no pudieron detenerse e hicieron el amor como quien cruza una línea sin retorno.
Y mientras yacían abrazados en la penumbra, Rómulo la miró a los ojos con algo más que ternura, era decisión.
—¿Y si nos escapamos juntos?
Y por primera vez en mucho tiempo, Natalia no sintió miedo ante la idea de un futuro distinto.
—Natty… huyamos con Verónica —susurró Rómulo, acariciándole suavemente el cabello.
—Rómulo, tengo miedo de lo que pueda hacer mi tío —respondió Natalia, con la voz quebrada.
—No te preocupes —dijo él, antes de besarla—. Tengo algo de dinero ahorrado. Podemos irnos los tres al país del Este y empezar una nueva vida lejos de todo esto.
Rómulo tenía las mejores intenciones: amaba a Natalia y quería casarse con ella, protegerla, salvarla de aquel lugar que les robó tanto. Pero en la casa presidencial no había secretos… y pronto lo descubrirían.
Lo que no sabían es que fue Margarita quien se enteró primero. Y eso, por fortuna, cambió el destino de todos.
—Esto debe terminar de inmediato —dijo Margarita al recibir el informe del servicio secreto.
Sabía que la situación era peligrosa. Quería demasiado a Rómulo como para permitir que Carmelo lo destruyera. Lo citó a almorzar. Él llegó ilusionado, pensando que estaba a punto de escapar de aquel mundo. Saludo a Margarita con afecto; como siempre, la trató como a una verdadera madre. Confiaba en ella… e incluso pensaba ser honesto esa misma tarde.
—Romy, estoy muy enojada contigo. Me tienes completamente abandonada —se quejó ella, con una sonrisa forzada.
—Discúlpame, tía… he estado muy ocupado estos días.
Margarita suspiró. Le dolía romperle el corazón, pero era lo único que podía hacer para protegerlo.
—No tengo mucho tiempo —dijo en voz baja—, y sabes que siempre hay alguien escuchando. Así que seré directa. No te atrevas a hacer lo que estás pensando.
—No entiendo a qué te refieres, tía —respondió Rómulo, aunque el temblor en su voz lo delataba.
—Sé perfectamente lo que ocurre. Pero eso debe terminar, y debe hacerlo ahora —dijo Margarita, con un tono firme.
No pronunció el nombre de Natalia. El peligro era demasiado alto.
—Pero se lo prometí, tía…
—Eres un buen hombre, Romy. Pero no tienes el poder para ayudarla. Yo sí lo tengo. Pero necesito que me ayudes primero.
—Podríamos irnos lejos…
—¿Y Verónica? Aún es menor de edad. ¿No pensaste que tu padre podría solicitarla por Interpol? Eso sería secuestro. Y tú… y Natalia… terminarían en la cárcel.
El silencio cayó como un telón. Rómulo lo comprendió al fin: habían sido ingenuos. No se huye tan fácilmente del corazón del poder.
—¿Papá lo sabe?
—No. Y no lo sabrá. Porque tú eres mi hijo, Romy… y nunca dejaré que algo malo te ocurra. Pero necesito que sigas mis instrucciones.
—¿Qué necesitas que haga?
—Voy a presentarte a una persona. Es alguien que nos conviene tener cerca.
—Entiendo, tía —susurró, con la voz apenas audible.
—Es una buena chica, Romy. Jamás te empujaría hacia alguien que no lo fuera. Sé que estás molesto conmigo… pero lo hago porque quiero protegerlos. A los tres.
—Lo sé, tía.
—Me tengo que ir —dijo, al notar que su auto ya la esperaba—. Luego te llamo para darte los detalles. Y Romy… gracias por confiar en mí.
Lo abrazó fuerte. Y al soltarlo, los ojos de ambos brillaban por razones muy distintas.
Un par de horas después de su conversación, Margarita llamó a Rómulo.
Esa noche, le presentaría a Katherine, hija de un influyente empresario con vínculos cercanos a la cúpula política. Tenía la misma edad que Rómulo y trabajaba en la compañía de su padre. La cena fue, para su sorpresa, agradable. Katherine no solo era linda, sino también encantadora. Quedaron en verse al día siguiente.
Y dos días después… eran oficialmente pareja.
La presión no tardó en llegar. El padre de Katherine veía en Carmelo una oportunidad política invaluable. Y los padres de ambos —por conveniencia, por temor o por cálculo— empujaron la relación hacia un compromiso anunciado con rapidez.
Natalia no entendía nada.
Una semana atrás, Rómulo le había prometido huir juntos. Le pidió que esperara su llamado. Pero los días pasaron… y él no apareció. Dejó de contestar sus mensajes. De responder sus llamadas. Así que, con el pecho apretado y la cabeza llena de dudas, decidió buscarlo en su trabajo.
Lo vio salir del edificio, caminando hacia su auto. No estaba solo. Iba acompañado de una joven de rostro amable y vestimenta impecable. Reían. Y antes de que Natalia pudiera hacer algo… él la besó en los labios.
Y cuando alzó la vista, la vio allí, parada. Quietecita. Con la mirada rota ella no dijo nada y no tenía que hacerlo porque su silencio lo decía todo.
***¡Descarga NovelToon para disfrutar de una mejor experiencia de lectura!***
Updated 122 Episodes
Comments
LectoraPR
¿Quién es María?
2024-12-09
0