IV

Porque te tengo y no,

porque te pienso

porque la noche está de ojos abiertos

porque la noche pasa y digo amor

porque has venido a recoger tu imagen

y eres mejor que todas tus imágenes

porque eres linda desde el pie hasta el alma

porque eres buena desde el alma a mí

porque te escondes dulce en el orgullo

pequeña y dulce

corazón coraza.

¿Te parece familiar este poema? Pues claro, es la primera estrofa del poema de Mario Benedetti llamado Corazón Coraza y es el poema que Tom estaba leyendo cuando conoció al amor de su vida, ¿que curioso no? Te cuento como fue.

Tom estaba sentado en una banca de la universidad, terminaba de leer la última línea de la primera estrofa, cuando levantó la cabeza y la vio. Ahí estaba ella, caminando con su melena suelta, larga y ondulada de color rojo, todo pareció transcurrir en cámara lenta, ella caminaba con la delicadeza de una bailarina de ballet, y llámenlo destino, fortuna o lo que quieran, pero él quedó prendado, hechizado, embelesado. Su corazón latió mucho más rápido y una sensación de alegría lo embargó. Ella se detenía a sacar lo que parecía de lejos un teléfono móvil, la observó, tratando de recordar cada detalle de lo que veía en ella, no era tan alta, con una piel blanca y un rostro muy bonito, el más bonito que había visto.

Ella seguía caminando de prisa y Tom la seguía con la mirada fija hasta que desapareció entre los edificios continuos, él se quedó ahí, sentado, como un tonto pensando en una posible historia junto a ella, pero seamos relistas, probablemente no la volvería a ver y él era demasiado tímido como para ir de salón en salón por todo el campus para averiguar quién era.

-Parece que viste un fantasma- dijo Jay tocándole el hombro.

-No, vi algo mucho mejor- respondió con una sonrisa boba en su cara.

-¿En serio? – dijo Jay sentándose a costado de Tom con un pan en la mano- ¿Qué fue lo que viste?

-Una chica.

-Tom, hay muchas chicas aquí – dijo poniendo los ojos en blanco – vámonos, tengo hambre.

Tom consideró sentarse en la misma banca todos los días a esa misma hora, porque había sido un lunes por la mañana que había visto a la chica pelirroja  y creyó que era su camino, que por allí pasaría todos los días para llegar a su destino, pero a veces la diosa fortuna juega a nuestro favor inesperadamente, porque ese mismo día más tarde, Tom pasó por la biblioteca, necesitaba un libro de literatura medieval y apenas entró, su vista se fijó en el (según él) único y hermoso cabello pelirrojo que sobresalía en una de las mesas, rogó al cielo que fuera la muchacha que había visto por la mañana, muy apresurado pidió el libro y se sentó en la mesa frente a ella “¡Si! Es ella” pensó. Muy concentrada la muchacha en lo que hacía. Pasaba las hojas de los libros y anotaba algunas líneas en un cuaderno anillado color rosa, pero parecía que no era lo que buscaba, Tom la observó, se dio cuenta de que la perfecta piel que parecía tener cuando la vio de lejos se manchaba de tenues pecas sobre la nariz y mejillas, los ojos verdes estaban adornados con unas largas y curvas pestañas, lo que cualquier chica mataría por tener y unas cejas pobladas y alineadas “es perfecta” pensó.

-No es de buena educación quedarse mirando a las personas por mucho rato, me haces sentir incomoda- dijo ella sin levantar la mirada de su cuaderno rosa.

A Tom le pareció que un ángel habló, la voz melodiosa salió de la boca de ella, pero él no lo supo hasta que después de haberlas pronunciado, ella levantó la cabeza y se quedó mirándolo fijamente, el rubor se le subió al rostro y lo único que atino a decir fue.

-Lo siento.

Ella le sonrió amablemente y regresó la vista a su cuaderno, él pensó que se iba a derretir, y embobado puso su codo en la mesa y apoyó su mentón en la palma de su mano observandola y memorizado cada detalle del rostro de la muchacha, ella dejó el lápiz a un costado de su cuaderno rosa y cerró uno de los libros que en ese momento sujetaba en las manos.

-Sin embargo, sigues mirándome – dijo ella con clara resignación - ¿tengo algo en el rostro?

Él se quedó sin nada en la cabeza, como si todo lo que sabía hasta ese momento se hubiera desvanecido, incluso la canción de los pollitos y esa nunca se le borra de la cabeza a nadie, como si todo lo que existiera en ese momento solo fueran esos ojos color verde que lo miraban con extraña curiosidad.

-Esto es muy incómodo- dijo la muchacha, con una sonrisa fingida, sus ojos se desviaban de él como si quisiese buscar otro lugar, un lugar vacío dentro de la biblioteca a donde ir – creo que me iré de aquí.

-De verdad lo lamento, es que me recordaste a alguien a quien no veo desde hace mucho tiempo. 

-¿En serio? - dijo ella curiosa y sentándose otra vez- bueno, entonces ya no tengo por qué irme ¿cierto?   

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Comments

Clara E.

Clara E.

El eterno padecimiento de los tímidos... Pero logró hablarle ✨

2022-06-25

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