Capítulo 2 [Completo]

...Bastian Laurent...

Solo me dediqué a correr.

Necesitaba una descarga de adrenalina urgentemente. Y la cinta en el gimnasio era mi mejor amiga en ese momento.

River de Brkn Love retumbaba en mis auriculares una y otra vez sin parar. Al escucharla no podía pensar en otra cosa que no fuera Olivia Müller.

Olivia...

Aquella chica tan linda, dulce y amable que había conocido hace años. Con un corazón tan noble y bondadoso, carismática, que se ganó mi corazón desde el primer momento. Tan llena de poder y carácter, era una chica que también tenía su lado salvaje y que pocas veces dejaba salir a la luz. Cargaba con una inteligencia que la hacía ver tan jodidamente sensual, casi tanto o más de lo que se veía cuando hablaba en alemán. Como me encendía escucharla hablar en su idioma, se veía tan atractiva y sexy... era por mucho más baja que yo, pero tenía unas curvas que me llevaban a la locura, siempre que podía observarla con el uniforme de la escuela, lo hacía. Era un pecado culposo, lo acepto. 

Astuta hasta la médula y eso se notaba cuándo la escuchabas discutir con su padre acerca de estrategias comerciales para la empresa. Una larga melena rubia hasta la cintura, unos preciosos ojos tan claros como el cielo acompañados de una tez clara y delicada con pequeñas pecas que adornaban todas sus mejillas. 

Perfecta en toda la extensión de la palabra.

Una notificación sonó en mi teléfono y me detuve para verla.

De: Jean Pierre

Para: Bastian

«Cuándo termines de entrenar ven directo a casa.»

«Tendremos una pequeña reunión con los Müller.»

Y con esos dos simples mensaje mi día ya estaba resuelto.

Ya era feliz.

Que mis padres organizaran una reunión con el señor Müller era sinónimo de ver a Olivia un fin de semana, y esos momentos no los cambiaría por nada en el mundo. Ver a esa chica era como devolver el oxígeno a mi cuerpo, su presencia era totalmente necesaria en mi día a día para llenar mi panorama de colores. Tenerla cerca era como consumir una droga por primera vez, y luego necesitarla a cada momento, siempre quería más y más.

Ella es el divino escape de mi agotadora realidad.

   — ¿Leíste los mensajes de papá? —preguntó Kaleth apoyado en el marco de la puerta.

   — Sí —bebí un poco de agua y coloqué la botella junto a mi mochila.

   —Cuándo termines, date una ducha. No queremos que la joven Müller caiga en tus brazos, pero por los efectos de tu olor —y rió sonoramente.

   — Cállate, idiota —me reí, dejé mi teléfono dentro de la mochila y volví a la cinta para correr— ¿En serio Oli va a estar en la reunión? —pregunté con ilusión, volviendo a entrar en calor sobre la cinta.

   —Sí, justo estaba hablando con ella —dio varios pasos y se detuvo para quedar frente a mi en la cinta que estaba usando—. Dijo que quería verte.

Tropecé y casi caigo, pero logré mantener el equilibrio.

   —Esa chica es tan linda —dije casi sin aliento.

   —Aish, no te soporto. Voy a ducharme —caminó hasta la puerta de la sala y se detuvo antes de salir—. Nos vemos después, Romeo.

   —Está bien.

Mi ritmo cardíaco se aceleraba en demasía, la presión en mis pulmones se volvía cada vez más fuerte y mis pantorrillas dolían.

Ya no podía más, así que lentamente fui bajando la velocidad de la cinta y respiré profundo. Ya iba siendo hora de abandonar esta burbuja de absurda tranquilidad, tenía que volver a la realidad impuesta por mi padre.

Debía usar la careta, o tendría que decir adiós a todo lo que me había costado tanto conseguir. Vivir de este modo me estaba agotando, física y mentalmente, pero no había nada que pudiera hacer para evitar mi decadencia.

Nuestros destinos nos guían a donde debemos estar, pero ¿qué sucede cuando no quiero aceptar el mío? ¿Tengo que desafiar lo que fue escrito para mi?

¿O solo debo aceptar que esto es lo que debo ser? 

Aunque estos pensamientos me agobiaran a diario, no podía dejar que tomaran el control de mi rutina, entonces terminaría postrado en mi cama tratando de entender que diablos hice mal para merecer algo como esto. No podía permitir que algo como eso sucediera o estaría mas jodido de lo que estoy ahora.

Aún con una sonrisa en mi rostro, tomé mi mochila y salí del salón directo a las duchas.

°°°°

Terminé de colocarme la camisa y me miré en el espejo.

Cabello más desordenado de lo normal, ropa oversize para mayor comodidad, y adornando mi rostro, un par de ojos cansados.

Aunque parezca algo poco probable, el agua de las duchas en el gimnasio sale bastante cálida o fría según tu quieras, y pensar que casi caigo en los mitos de Kaleth al decir que el agua de las duchas era helada. Hoy había quedado muerto en el entrenamiento, así que solo tenía ganas de llegar a casa, recostarme en mi cama y dormir hasta el año siguiente para descansar un poco.

Y aunque es agotador, un buen día de entrenamiento luego de haber tenido un día de mierda era todo lo que necesitaba.

   —C'est l'heure d'y aller, Roméo ! —gritó Kaleth y me giré para verlo.

   —Deja de gritar ¿quieres? —ahora ya estaba claramente irritado, a la mierda la relajación— Estoy a punto caer rendido.

   —Pobre bebé ¿Te hicieron esforzarte mucho hoy? —preguntó entre risas.

   —Oui... —sonreí, tomé mi mochila y ambos caminamos hasta la salida.

No sabía como sentirme, estaba a solo minutos de ver a la chica más hermosa de todas. La única que era capaz de hacerme sentir nuevamente como un niño o como un completo idiota a su merced. Pero también debía lidiar con el fastidio de mi hermano, aunque lo mejor que podía hacer ahora era ignorarlo y seguir enfocándome en lo que me espera al llegar a casa.

   —Se que te mueres por verla —comentó Kaleth mientras movía las cejas de arriba a abajo—. Pero ya deja de sonreír como idiota, por favor.

   —No estoy sonriendo como idiota —la verdad es que si lo estaba haciendo.

Parecía un completo estúpido, debo admitir.

   —Sí, claro. Hermano cuida un poco tu dignidad ¿sabes lo que te pasaría si las chicas se enteran que andas por ahí sonriendo como un niño enamorado? —Finalmente habíamos llegado a la salida. 

El viento helado me hizo temblar un poco.

   —Pero sí estoy enamorado. Además a mi no me interesan las otras chicas, solo me importa Olivia. —Caminamos hasta el auto donde Roger nos abrió la puerta. Entramos y a los pocos minutos ya estábamos camino a casa.

   —Que c'est joli! ¡Mi hermanito está enamorado!

   —Kaleth —lo miré fijamente— Fermez-la!*

Para ser sincero, si estaba muriendo por ver a la chica de mis sueño.

Sentía cada célula de mi ser clamando por su presencia, su voz, su sonrisa... si no le veía pronto seguramente mi corazón estallaría en mil pedazos.

Mi cuerpo reaccionaba de solo pensar en su intensa mirada buscando en la mía los misterios de mi alma y los secretos que guardaba con recelo en mi corazón.

Siempre que me observaba parecía leer cada pensamiento que cruzaba por mi mente para después desentrañar uno a uno y enamorarme en el proceso. Esos ojos que parecía guardar miles de estrellas en su interior, tan llenos de vida y luz. Si tan solo pudiera ser para ella poco más que solo un amigo... solo con una pequeña muestra de cariño me conformaría. Una mirada, una sonrisa... Algo de su parte.

Solo con eso sería feliz por el resto de mis días.

«Demonios, Müller... ¿qué me has hecho?»

El camino a casa se estaba haciendo extremadamente tedioso, incluso más que de costumbre.

Solo veía arboles pasar a mi lado y eso me desesperaba un poco. Quiero decir, ¿quién diablos había llegado a este lugar y dijo que construirían un pueblo? ¡¿Justo en el centro de un maldito bosque?! ¡¿en serio?! pero bueno. No soy quien para criticar a nadie.

Llegando a casa, el auto de los Müller estaba aparcado un poco más adelante de la entrada a la casa, casi en la puerta del garage. Y sin querer una sonrisa escapó de mis labios dejando al descubierto lo emocionado que estaba por todo eso, ¿que diablos me estaba pasando? ¿así que esto se sentía al estar enamorado?

Antes de bajarnos Kaleth me miró con complicidad, casi como si el también hubiese sentido mi corazón acelerarse.

   —¡Basta! ¡Verte enamorado es tan molesto! —exclamó al tiempo que pasaba sus manos por todo el rostro en señal de frustración.

   —Vamos, aquí dentro hace calor —una vez Roger detuvo el auto, bajé de este tan rápido como pude.

No planeaba seguir soportando a mi hermano. O tal vez era que no planeaba seguir soportando el nerviosismo que recorría mi cuerpo.

   —Calor... sí, claro... —Bufó mientras atravesamos el porche hasta la puerta principal.

Mi mano temblaba sin control alguno, no podía girar la perilla y Kaleth tuvo que hacerlo en mi lugar, no sin antes dedicarme un muy preciado comentario lleno de burla y sarcasmo. Al adentrarnos en la casa un murmullo llenó el ambiente, entonces supimos que todos esperaban en la cocina.

Atravesamos toda la sala de estar hasta la fuente del sonido.

   —Si te casas con Olivia, ¿puedo ser el padrino? —una sonrisa burlesca llenaba el rostro de mi hermano y me miraba con sorna.

   —Kaleth... Cállate si no quieres que te mande a dormir sin sueño.

   —Uish... perdón florecita ¿te lastimé? —su voz se había vuelto graciosa y levantaba sus manos de una manera ridículamente amanerada.

   —Kaleth... —lo tomé de la camisa y estaba a punto de levantar el puño para dejarle un precioso recuerdo en su ridículo rostro.

   —¡Chicos! la voz de nuestra madre resonó en toda la estancia— Hay visitas.

Detrás de mi madre logramos ver a mi padre en compañía de los dos integrantes de la familia Müller observándonos con una expresión de sorpresa y diversión en sus rostros. Mi hermano y yo rápidamente nos colocamos de manera decente para no dar una peor impresión de la que ya habíamos dado. No podía haber una situación mas bochornosa que esta.

Gracias al cielo los Müller ya nos conocían bien.

   —¡Hola familia! —como era costumbre, Kaleth fue el primero en romper el hielo. Por así decirlo— Hola mamá —caminó por toda la cocina saludando a los presentes, cada saludo peor al anterior— Hola papá, ¿como está señor Müller? —e hizo una reverencia frente a este, trágame tierra- ¡Oli!

   —¡Kaly! —los dos se abrazaron como si la vida se les fuera en ello— Hace siglos que no te veía.

   —Sí ¡sentí que pasaron décadas sin verte! —mientras ellos se dedicaban a hacer... lo que sea que estuvieran haciendo, me apoyé en el marco de la puerta a ver como mi hermano si podía disfrutar de los abrazos de cierta chica.

Siendo honesto, si estaba un poco celoso de él en este momento.

   —Pero si se vieron ayer —dije en un tono burlón.

   —Es que para nosotros un día es como un año —comentó Olivia.

   —No lo escuches, Oli. Solo está celoso.

   —¡Pfff! Obvio no.

«Obvio si»

   —Mientes —dijo Kaleth.

   —Y ustedes exageran —observé al resto de los presentes—. Hola mamá, hola papá, ¿como está señor Müller? —caminé por la cocina para sentarme en uno de los bancos frente a la isla.

   —Estoy bien, gracias por preguntar. ¿Y tú como estás, Bastian? —el padre de Olivia siempre tenía un tono de voz helado y lejano. De hecho me sorprendió que respondiera mi saludo.

   —Estoy muy bien, señor Müller —el aire de misterio y peligro que desprendía su ser siempre me causaba un poco de intriga.

Heinrich Müller pocas veces reía o sonreía. Cargaba con una mirada realmente abrumadora y dominante, te hacía creer que conocía todo acerca de ti o de cualquiera en el lugar —donde sea que estuviera presente— y justo ahora entiendo porqué la mayoría de las personas que trabajan para él o para mi padre le tienen cierto grado de respeto o temor.

La madre de Olivia sin duda era su complemento perfecto.

Todo lo opuesto a él.

   —Y bueno, ¿que vamos a hacer hoy? —preguntó Kaleth.

   —Afuera está la parrilla encendida —habló mi padre—. Solo hay que llevar todo, pero estábamos esperando por ustedes.

Mi madre se levantó del banco y fue hasta la nevera para sacar la carne ya lista para cocinar, mi hermano se levantó de su silla para ir con ella y ayudarle a llevar todo lo que pudiera.

La verdad, no quería levantarme del banco. Sentía que podía caer desplomado en cualquier momento.

   —Gracias, cielo —pasó una mano por el cabello de Kaleth y luego me miró—. Bastian, ¿podrías ayudarme con eso de allí? —no era de extrañar que fuera un poco más severa conmigo. De hecho no era de esperar que me viera con superioridad. Siempre la he admirado y siempre he presumido de ella, pero nunca he tenido ni un poco de su atención.

¿Injusticia?

Tal vez.

Mi madre salió por la puerta trasera, y con ella todos los que estaban en la cocina.

Excepto por Olivia.

   —Eso fue... ¿intenso? —comentó con cierto aire de diversión.

   —Demasiado —sonreí y ella me devolvió el gesto.

No pude evitar sentir un pequeño temblor en el centro de mi pecho.

   —¿Quieres que te ayude? —la chica se levantó del banco y se acercó a mi— Es solo esto ¿no?

   —Sí... solo eso... —tenerla cerca me estaba haciendo fatal, pero tampoco quería alejarla.

Tomamos lo que quedaba sobre la mesa y nos dirigimos hacia la puerta que daba al patio trasero. Al salir, el olor a humo inundó mis fosas nasales y se me escapó un estornudo, cabe destacar que tengo un olfato bastante sensible y este tipo de cosas me matan.

Aunque no de una manera literal.

Dejamos las cosas sobre la mesa junto a la parrilla, y la vos de Kaleth no se hizo esperar.

   —Tórtolos, ¿van a comer?

   —Teniendo en cuenta que eres tu quien cocina, no gracias. No quiero —respondí con burla. Pero en realidad si planeaba comer, jamás rechazaría una carne a la parrilla, incluso si Kaleth era quien cocinaba.

   —Yo sí, Kaly —comentó Olivia en un tono bastante dulce.

   —¿Ves? ella si confía en mi —me miró y en un gesto infantil me sacó la lengua—. ¿Por qué tú no?

   —Porque ella es tu mejor amiga. Yo soy tu hermano.

   —Más razones para confiar en mí.

   —No te engañes, sabemos que me cambiarías fácilmente por un caramelo.  

Entorné los ojos y caminé hasta las mesas que estaban frente a la piscina. En una esquina no tan lejana pude ver a mi padre y al señor Müller hablando tranquilamente y riendo, bueno, más mi padre que el otro hombre. Parecía haber un ambiente tranquilo entre los dos.

Escuché unos pasos detrás de mi.

   —¿A dónde vas? —preguntó Olivia cuando estuvo junto a mi.

   —A una de las mesas —señalé— ¿vienes, Oli?

   —Sí... —caminamos tranquilamente y en silencio por el pequeño paso de ladrillos rojos que travesaba el patio hasta la piscina junto a las mesas y cuando finalmente nos sentamos, dijo— Tu padre me contó que estabas entrenando antes de venir, entonces... te sientes mejor ¿no?

   —Bastante, de hecho. Lo de ayer fue solo una jaqueca, tengo que hacer un examen de la vista —una pequeña risa escapó de los labios de Olivia—. ¿Qué? ¿Te divierte mi ceguera?

   —No, para nada.

   —¿Te parece divertido que tenga que usar lentes de por vida? eso es cruel, eres mala.

   —No, creo que te verías bien con lentes

Y justo allí se me olvidó como respirar, pensar, hablar... ¡voy a morir!

Mi corazón se aceleró y podía sentir como ardían mis mejillas. Una sonrisa de idiota se dibujó en mi rostro, no podía resistir más.

Solo un beso, aunque fuera en la mejilla.

Solo uno.

   —Por cierto, ¿está bien que Kaleth maneje la parrilla solo? —preguntó mirando en dirección a mi hermano al otro lado del patio. Al parecer se había dado cuenta de mi ataque de pánico.

   —Mientras tenga cuidado, supongo que está bien. No queremos correr a un hospital por quemaduras de segundo grado.

   —Eres cruel.

   —Lo dice la que se burló de mi ceguera —la miré severamente y ella solo sonrió.

¿Que acaso no tenía idea de lo idiota que me vuelve su sonrisa? Alguien debería advertirle de lo peligroso que es que ande por el mundo mostrando su precioso hoyuelo. De verdad deseaba hacerla reír más seguido solo para contemplar esa obra de arte.

   —¡A comer damas y caballeros! —llamó Kaleth desde la mesa de madera que teníamos precisamente para estas ocasiones— ¡Tórtolos vengan a comer!

   —A veces de verdad que no lo soporto —comenté mientras me levantaba de la silla.

Olivia y yo caminamos tranquilamente hacia la mesa mientras observábamos como uno a uno tomaban asiento para comer.

Una vez que llegamos, nos sentamos contiguamente.

Todos nos tomamos de las manos y agradecimos por la comida del día de hoy.

Una vez que terminamos, nos quedamos sentados frente a la mesa.

   —... Y entonces le pedía a Olivia que nos ayudara a planificar una estrategia comercial más factible y que nos diera un impulso para salir de los números rojos —mi padre no paraba de hablar—. Y ella nos dijo que podríamos firmar un acuerdo con un puerto chino... ¿Cómo se llamaba, linda?

   —El puerto de Shanghai, señor Laurent —la chica bebió un poco de jugo y luego continuó—. Ya que actualmente es uno de los primeros en la lista de los más... ¿exitosos? A nivel mundial.

   —¿Y eso que tiene que ver? —preguntó Kaleth.

    —China es uno de los países con una tasa de impuestos por exportación menor a la establecida en otros lugares, esto lo hace un blanco perfecto para la oportunidades comerciales. Además de que ofrece productos muy variados por si en un futuro planeamos una expansión —respondí.

   —Exacto, y al ser uno de los más concurridos también es perfecto para dar a conocer nuestros servicios y así poder ampliar nuestro portafolio de clientes —el señor Müller colocó una mano rodeando los hombros de Olivia y ella se tensó—. Gracias a esta chica, nuestro portafolio se amplió un tres por ciento en los últimos dos años. Es un logro maravilloso.

—Solo hago mi trabajo —sonrió—. Si me permiten, volveré en unos minutos —la chica se levantó de su asiento con una sonrisa tensa y entró a la casa.

Algo le había incomodado. Se notaba.

Pero si solo la habíamos halagado... ¿Por qué irse de la mesa así como así?

   —Me encanta cuándo se entienden así de bien. Y se nota que les gusta lo que hacen —comentó mi madre.

   —Sí... Es bastante entretenido —respondió Kaleth.

El señor Müller se levantó de la silla y vio a mi padre por un momento, como teniendo esa clase de conversación que solo se entendía a través de las miradas. Y luego dijo.

   —Lo siento Jean Pierre, debo retirarme. Pero todo estuvo maravilloso, gracias por habernos recibido en tu casa —mi padre también se levantó de la silla.

   —No es nada, Heinrich. Sabes que pueden venir cuándo quieran.

Una vez dada por terminada la conversación, todos nos dirigimos a la puerta principal para despedir a los Müller. Mi padre y el señor Heinrich se dieron un cálido apretón de manos, Olivia por su parte, nos abrazó a todos.

Incluso a mí. ¡Soy Feliz!

Cuándo Heinrich y Olivia se fueron, Kaleth y yo fuimos hasta la cocina en búsqueda de algo para beber y comer y después subir directamente a mi habitación.

Encendimos la consola y nos sentamos en mi alfombra a jugar.

Después de todo, no hay nada divertido que hacer un sábado. A parte de compartir con los Müller.

   —¿Por qué crees que Olivia se levantó de la mesa? —inquirió Kaleth.

   —Quien sabe —dije pensativo—. ¿Por qué el señor Müller se levantó para irse luego de que Olivia lo hiciera?

   —Quien sabe...

...|•••|...

...Olivia Müller...

Los árboles pasaban junto al auto, pero su aspecto sería un poco más poético si tan solo la oscuridad no los hubiese consumido.

También serían más poéticos si mi padre dejara de reprochar tantas cosas.

Todo por un estúpido error que cometí.

   —No debiste levantarte así de la mesa —su tono distante y calmado era lo peor de todo—. No queremos que los hermanos Laurent se enteren de nada. Mover esas dos piezas ahora sería un jaque mate frente a frente, justo ahora nada puede moverse en el tablero. ¿Entiendes?

   —Sí...

   —Si... ¿Qué?

   —Si, señor.

Heinrich Müller le teme a los gemelos Laurent...

Interesante.

Entonces alguien debería mover las piezas para espantar a los monstruos ¿no?

Oui: Si

Que c'est joli!: ¡Que lindo!

Fermez-la!: ¡Cállate!

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