Capítulo 4

David Wilson 

 Termino de revisar los últimos documentos y los envío con mi secretaria a la oficina de mi padre. 

 Tener un cargo alto en la cumbre presidencial es uno de los privilegios de ser hijo de un expresidente. 

 No he tenido que esforzarme mucho a la hora de fijarme en un puesto, muchos querían contratarme, sin embargo, siempre supe desde el inicio donde quería estar y eso me ha ayudado a mantenerme en el camino correcto.

 La puerta de mi oficina se abre dándole el paso a la mujer de cabello cobrizo que me sonríe mientras se acerca.

—Me debes una cena. —sonríe con picardía y me aflojo la corbata observando el reloj de mi muñeca.

—¿Almuerzo? —propongo y asiente.

—Tengo algo que decirte, así que esperaré a que termines.

 La duda me carcome y me levanto tomando mi teléfono que guardo en el bolsillo del pantalón. 

—Podemos hablarlo en el auto si lo deseas.

 Se encoge de hombre y rodea mi brazo con el suyo mientras salimos. 

 Me pone al tanto de como ha sido su día y que dentro de tres días viajará a Brasil para inaugurar su nueva empresa de cosméticos. 

 Le hago saber al chófer que seré yo quien conduzca, ya que no planeo ir muy lejos. Debo regresar a la oficina antes de las 16 y son las 14.

—Y dime. ¿Sucedió algo malo? —pregunto pisando el acelerador. 

 Guarda silencio tomando mi mano derecha que lleva hasta su abdomen y tengo que estacionarme a un lado de la calle para terminar de procesar lo que quiere decir.

—Vamos a tener un bebé… —musita y no encuentro la forma de digerir lo que escucho— Estoy embarazada.

 Tomo aire desviando la mirada hacía el otro lado de la calle. 

—Giany, ¿Estuviste tomando los anticonceptivos? —pregunto con seriedad. 

 Borra la sonrisa de su rostro y me mira confundida. 

—Sabes bien que me estuve cuidando todo éste tiempo, David. —aparta mi mano— Ni siquiera me daba una idea de que podría estar embarazada, pero lo estoy. No me dirás que aborte, ¿O sí?

 Suspiro llevándome la mano a la cabeza, mis padres van a matarme si esto llega a salir a luz. 

—Por supuesto que no, Giany. —llevo las manos a su rostro preocupado— Solo que muchas cosas pueden venirse en nuestra contra si esto se hace público. ¿Entiendes? 

 Asiente dejando que la bese y no sé cómo le haré para arreglar esto, pero debo actuar antes de que el niño nazca.

—Debes irte a Italia. Escoge el lugar que más te guste y lo comprare para tí, pero debemos mantener esto en secreto hasta que todo el contrato culmine. 

—¿Por qué quieres mandarme tan lejos? ¿Irás a verme? —le tiembla la voz.

—Por supuesto cariño. —la tranquilizo atrayéndola hacía mí— Viajaré semana de por medio para estar contigo y…

 Nos vamos hacia adelante con el impacto que proviene desde atrás. 

 Giany se voltea furiosa y salgo del coche a confrontar al inepto que se ha atrevido a chocarme.

 Me detengo en seco observando la porquería multicolores que porta aquel auto, sí es que se puede definirlo como tal. 

—No calcule el freno, Mr Finolis. —exclama la mujer de cabello rosa que sale del vehículo quitándose las gafas circulares y dejando ver una horrible cicatriz en su frente— El gps me avisó de repente que debía doblar y su vehículo estaba obstruyendo el paso. 

—No hay una calle aquí, por si no ve. —le señalo donde se encuentra mi auto. 

—Una calle no. —me señala—Pero sí un estacionamiento, que es mí estacionamiento. Así que en parte lo tiene merecido. 

—Oficial ocupese. —demando hacia el oficial que cruza la calle— Y encarguese de que costee los daños de mi auto. 

 La pelirosa se ríe volviendo a su auto ignorando por completo al oficial que insiste en tomarle los datos y solo recibe un pastel impactando en su rostro como respuesta.

 No doy crédito a tanta locura que emana una persona y vuelvo a mi auto arrancando de inmediato. 

 No quiero ser parte de su circo ya que la gente se ha aglomerado a los alrededores y me desvío hacia la otra calle donde culmino de planificar como llevaremos a cabo el embarazo de Giany. 

 Mis pensamientos se desvían hacia otra persona, removiendome las entrañas e implorando que lo que paso, haya iniciado y terminado allí. 

Aryeh Donner

 Han pasado tres días desde que me hicieron saber del estado de salud de mi hermana. 

 No puedo decir con certeza de que veo un progreso, ya que se despierta y vuelve a dormir. 

 He tenido que enviar a Ethan a la mansión porque era imposible alejarlo de Leice, se aferraba a ella como si fuese una garrapata lo que me genero duda, más no me atreví a preguntar nada. 

 Aedus se ha presentado únicamente para hacerle saber que debe terminar con sus exámenes esta semana, ya que la próxima es crucial para culminar con los preparativos de la boda que se llevará a cabo el día viernes a la noche. 

Los medios de comunicación no han perdido el tiempo y han estado transmitiendo la campaña de los candidatos a presidentes, de los cuales destaca mi padre junto a otros dos que pelean por situarse en el primer puesto. 

 Aedus es su fiel acompañante dentro de la cumbre, agilizando el trabajo y sumando contactos a su lista de emergencia por si la situación se escapa de sus manos.

 Stephen y yo no hemos hecho más que mantenernos al margen, ambos cuidando nuestras respectivas empresas y yo siendo brutalmente asaltado salarialmente al rechazar de nuevo un contrato matrimonial. 

 Trabajar para mi padre ya no es una opción que me de estabilidad financiera, cuando es él mismo quien sabotea mi trabajo al no querer cumplir sus imposiciones. Por lo que he tenido que recurrir a mis antiguos negocios que…

 El golpe en la puerta me saca de mis pensamientos y me levanto del sofá en camino hacia la puerta donde vuelven a insistir, esta vez tocando el timbre. 

—¿H…

—¿La señorita Donner se encuentra aquí? —la mujer de cabello rosa me aparta adentrándose con una maleta a cuestas y me viro hacía ella observándola de pies a cabeza. 

—No te concedí el permiso para entrar. —avanzo deteniéndome en la puerta de la habitación— Así que retírate y vuelve cuando t…

—Me han enviado a cuidar a la señorita Donner. Por lo qué no debo darle explicaciones a nadie ni pedir permiso a nadie. 

 Frunzo el ceño y vuelve a empujarme, pero no le doy el gusto arrinconándola contra la pared mientras hago presión en su cuello.  

—No vuelvas a ponerme un dedo encima…

 Aflojo el agarre sintiendo el filo de la navaja en la punta del mentón y bajo la mirada percatándome de que lo agarra sonriendo.

 Los orbes verdes le brillan y extiende más su sonrisa cuando va deslizando la punta por mi torso, baja por el abdomen y se detiene en mi entrepierna. 

—Eres muy guapo, Donner. —musita sacando la lengua que desliza por mis labios haciendo temblar mi hombría— Pero me designaron a proteger a la señorita Donner y es lo que haré aunque tenga mil barreras en frente ¡Así que apártese! —me empuja con tanta fuerza hacía atrás y caigo al piso cuando mi espalda impacta contra el mueble.  

 <>

—¿Sucede algo? —pregunta Leice somnolienta y me incorporo de inmediato. 

—Señorita Donner. —habla el payaso andante que se acerca a la cama sin el arma blanca que no sé donde ha guardado— Es un placer conocerla, soy Phoenix Lee, su nueva dama de compañía. 

—¿Dama de compañía? —me mira confundida. 

—El señor Ethan Donner me ha contratado. —dice haciendo una reverencia y pongo los ojos en blanco yendo hacía la cocina.

 Me llevo la mano a mi entrepierna suspirando. Agarro el teléfono marcando el número de mi hermano que no me contesta a pesar de la insistencia y me resigno a guardar silencio. 

 Escucho sus voces desde la habitación, pero no me atrevo a intervenir. 

—¿Dónde se encuentran las verduras? —entra a la cocina robando mi paciencia— La señorita Do…

—Puedes dejar de repetir "La señorita Donner". —me exaspero— Y no hay verduras aquí, toma el teléfono y pide algo del restaurante. 

—Eso no es comida, es porquería. —mantiene su compostura con una tonta sonrisa en su rostro— La señorita Donner está débil, por lo que debe alimentarse con proteínas para su pronta recuperación.  

 Me es imposible no mirarla como un bicho raro. Viste una camisa de mezclilla con un joggins color negro y zapatillas rosas. No voy a negar que es linda, sin embargo, no sabe vestirse y el cabello lo trae envuelto en un rodete que parece nido de pájaros. 

—¿Entonces no hay verduras?—pregunta y niego.

—Solo carne. 

 Bajo la cremallera del pantalón liberando el miembro que reclama enterrarse en algún sitio y no titubea a la hora de arrodillarse y llevárselo a la boca. 

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