Capítulo 3

Leice Donner

 Sus ojos rojos me asustan, y no es de la forma en la que necesito huir, sino un miedo lleno de preocupación. 

 Traza círculos en mi mejilla y hundo el dedo índice en la punta de su nariz haciéndolo sonreír. 

—¿Volviste a pelear? —le pregunto volteandome hacía un lado con una dificultad que me alarma. 

 Todo el cuerpo me duele, incluso el mismo respirar es una odisea que desencadena tensiones tras tensiones en los músculos y huesos, como si me hubiesen propinado una paliza. 

—Solo me caí de la moto y lloré. —responde y sé que me miente, pero no me siento bien para llevarle la contraria así que asiento. 

—¿Te puedo contar un secreto?...

—Yo soy un cofre de máxima seguridad. —guiña un ojo reposando el mentón a un lado de la cama. 

—¿Te sientes bien? —le pregunto llevando la mano a su mejilla fría. 

—Estoy bien… Solo cuéntame, ¿Sí?

—A veces siento como si tuviera una doble vida. —empiezo— Mi mente evoca recuerdos que jamás he vivido salvo en pesadillas, y siempre que intento pensar en ellos me duele mucho la cabeza. 

—Solo son pesadillas, Leice. —me pellizca la mejilla.

—Pero se sienten reales… —hago un puchero y le señalo el lado vacío de la cama— Todavía no he terminado. 

 Se recuesta con cuidado a mi lado y me acurruco en su pecho. 

—David y papá van a matarme si se enteran de esto… —digo en un susurro y levanta mi mentón observando extrañado. 

—¿Qué pasó? 

—David quería hijos… Pero yo no… En realidad…—paso saliva buscando la forma de hablar— Sí quiero, pero no con él. 

—Nadie puede obligarte a t…

—Entonces me hice una inseminación artificial con esperma donado por un tercero. 

 Dejo fluir las palabras y guarda silencio observándome como si intentase ver más allá de mis ojos. 

—¿Cuándo hiciste eso, Leice?

—Ayer… Y creo que algo salió mal. 

—¿Por qué dices eso? —frunce el ceño dejando el pulgar sobre mi mejilla. 

—Duele mucho… 

Su mirada se torna fría y se incorpora tomando aire a medida que se lleva las manos a la cabeza. 

—Et… ¿Te sientes bien? —medio me incorporo siendo abordada por el mareo que me hace caer sobre la cama. 

 Cierro los ojos y el cansancio acompañado del malestar no me permiten volver a despertar. 

Ethan Donner

 El auto arranca sin perder tiempo. Kaila va en los asientos de atrás con Leice sobre sus piernas y cada tanto le aparta los mechones de cabello del rostro. 

 Los nudillos me duele ante el mínimo movimiento y no cruzo ningún tipo de mirada con Brais, quién también conduce en silencio.  

 No encuentro la manera de sopesar ni de solucionar lo que he sentido y lo que sé que ha pasado. 

 Porque confíe en que todo estaría bien, y no, nada estuvo bien. Ni antes, ni ahora y no estoy seguro si en el futuro las cosas mejorarán o continuarán cayendo ante nuestros ojos sin poder evitarlo. 

 Kaila le indica al hermano por donde debe ir y la molestia se perpetúa en el rostro del rubio que prefiere guardar silencio. 

 Los minutos se nos van en la autopista que nos lleva a Brooklyn y a medida que el auto va adentrándose por calles que hasta ahora desconocía, hace que Brais se mueva incómodo en su lugar. 

 La vida aquí no es de aplaudir, pero la gente allá afuera parece disfrutar lo que hacen, aunque sea una cosa tan sencilla como compartir la bebida que tienen en las manos. 

—Estaciona en la casona bordo de allí. —le señala y me es inevitable no dirigir la vista hacía ella.

 Quiero creer que se trata de una broma de mal gusto, el lugar no parece ser ni siquiera el indicado para llevar a cabo tratamientos de ningún tipo. 

 Salgo abriendo la puerta de atrás donde cargo a mi hermana en brazos. Las manos me duelen, las vendas no son más que una tortura que empieza cuando intento hacer el mínimo movimiento como si me quemaran las heridas. 

 Kaila golpea con desespero la puerta y una anciana es la que nos recibe borrando la sonrisa de su arrugado rostro cuando ve a mi hermana. 

—¿Qué sucedió?—pregunta dejándonos pasar.

—No lo sé. —le responde la rubia— Necesitamos ver al doctor Park. 

—Sí, por favor siganme. 

 No pierdo tiempo en seguirle el lento paso, es imposible mantenerla despierta y no me atrevo a creer que lo que ha pasado es la principal causa de su deterioro. 

 Desde que ha despertado no ha mencionado absolutamente nada y eso es algo que no me deja tranquilo. 

 No lo recuerda. O lo está callando. Y no sé cuál de los es peor. 

 La puerta de metal frente a mí se abre dejándome libre el paso, sin embargo, la persona que se voltea desde la ventana, termina por dejarme inmóvil.

 La viva imagen del pasado regresa haciéndome dar un paso hacía atrás, la garganta se me cierra y el solo respirar es una tarea tan simple que ahora no puedo llevar a cabo.

—Déjala sobre la camilla. —ordena con la mirada gélida. 

 Me aferro a mi hermana queriendo huir con ella, sin embargo, sé que no llegaré lejos. Por ello recuesto a mi hermana con cuidado y me hago a un lado tragando el nudo que se formó en mi garganta.

—¿Qué le ha pasado? —pregunta llevando la linterna a sus ojos.

—No puede mantenerse d… —comienza a hablar Kaila.

—Salgan. —pido sin mirar hacía atrás. 

—P…

—Esperamos afuera. —escucho a Brais— Llamanos en caso de necesitar algo. 

 Medio me volteo observando como la anciana cierra la puerta y siento la insistente mirada de aquel hombre sobre mí. 

—¿Qué le hiciste? —inquiere mientras se cruza de brazos.

 Guardo silencio moviendome hacía el esqueleto que reposa en la esquina al cual le tomo la mano y suelto lo que tanto guardaba. 

 El silencio se toma al consultorio que reparo con la mirada antes de volverme hacía él. 

—Voy a tener que examinarla. —dice colocándose los guantes— ¿Tu padre lo sabe? 

 Niego con la cabeza.

—Nadie lo sabe. Aunque no descarto a Brais. —frunce el ceño e inyecta la intravenosa dejando el suero sobre el portasuero. 

—Necesito saber que paso con tu memoria. ¿Por qué no recuerda nada? Tendrá problemas si se lleva a cabo el casamiento. 

—No puedo ir contra ello. —me dejo caer sobre la silla— Aedus ha intentado estar a tu par. Pero solo parece haber funcionado con Leice. 

 Mis palabras lo hacen carcajearse y lo observo intrigado. Se disculpa volviendo en sí y vuelve a reírse llevando las manos a su rostro. 

 Las palabras que evoca mi mente me hacen sudar la nuca y desvío la mirada hacía el piso. 

—Y dime… —se sienta frente a mí— ¿Ha tenido progresos? 

 Suspiro negando y vuelve a echarse a reír como si fuese lo más gracioso que haya escuchado jamás. 

—¿Qué va a pasar con el tratamiento? ¿Vas a suspenderlo? 

—¿De qué hablas? —se mofa haciéndome perder la paciencia y extiende una carpeta en mi dirección— No puedo dar por terminado un procedimiento que culmino cuando tu hermana cruzo la puerta de la salida. 

 Lo miro queriendo una explicación más detallada porque no he entendido nada.

—He tratado personalmente los espermas de los donantes para su eficacia en la primera aplicación. —trago saliva— Por lo que es muy probable que el óvulo fecundado ya esté implantando en la pared del útero. De igual forma debo examinarla, así que te voy a pedir que esperes afuera con los demás. 

—No es posible acelerar un embarazo de esa forma. —increpo y echa la espalda hacía atrás mirandome con gracia. 

—¿Recuerdas cómo he reconstruido las muñecas de tu hermana en tan solo una semana? —no respondo y me levanto buscando la salida. 

 No reviso la carpeta y salgo encontrándome con los hermanos Dagger que se levantan del piso al verme.

—¿Cómo está? —pregunta Kaila.

—Tiene que examinarla. 

 Se frustra volviendo al piso y la cabeza quiere explotarme al sobrepensar las cosas. 

 Brais se roba mi atención poniéndose a la defensiva y me viro hacía adelante observando al rubio que se detiene a medio camino al vernos.

 Una oleada de terror me recorre todo el cuerpo cuando sonríe en mi dirección y avanza sin detenerse seguido de dos hombres. 

—Es un placer volverte a ver, Donner. —hace una corta reverencia y extiende la mano hacía la rubia que no duda en levantarse, sin embargo, su hermano la aparta hacía atrás de un codazo— Miss… —sonríe y vuelve a mirarme— No esperaba encontrarte aquí, Donner. ¿Puedo saber el motivo d…

—No hace falta saber. —hablan tras de él y doy un paso hacía atrás.

 La mirada felina y gélida se fijan en mí, su imponente altura me hacen sentir como una cucaracha que solo puede observar sin hacer absolutamente nada.

 El cabello grisáceo le cae por los hombros y camina entremedio de los dos hombres que resguardaban al rubio.

—Apártate. —le demanda a Brais quién parece no amedrentarse ante su presencia. 

 No puedo intervenir ni montar un espectáculo, no soy un rival para las dos personas que tengo enfrente y lo saben bien, agregando que tengo a L…

 Empuja a Brais a un lado haciendo que la rubia estampe la bofetada que no llega a voltearle el rostro. 

 La sangre se me hiela cuando lo veo acercarse amenazante y…

—¿Trajiste lo que te pedí?—pregunta el médico que se cruza en el umbral de la puerta— Si tanto iban a tardar se lo pedía a alguien más. 

 El filo brilla ante mis ojos y la velocidad a la que viaja no me permite moverme con rapidez dejando que la sangre salpique mi rostro. 

 

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Comments

💋❤️ Reina Roja ❤️💋

💋❤️ Reina Roja ❤️💋

ay nanita. creo que ese hombre es el cuarto de los que iba a escoger Leice.

2022-07-08

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