Al llegar a la clínica, Mía se hizo una extracción de sangre que luego analizarían en el laboratorio. Los resultados tardarían unas dos horas, así que Max la invitó a comer. Iban en el auto rumbo al restaurante cuando el celular de Mía comenzó a sonar.
—¿Es él? —preguntó Max.
—Sí... —respondió ella con voz baja.
—¿Ya te había llamado?
—No, es la primera vez desde que me fui de Argentina.
—Con la diferencia horaria, allí deben ser como las diez de la noche. ¿Cómo es que recién ahora te llama?
—No lo sé, pero no quiero contestar.
—No lo hagas. Deshazte de ese teléfono. ¿Tienes algo que te interese conservar ahí?
—La verdad es que no, pero...
Antes de que pudiera terminar la frase, Max le arrebató el celular y lo arrojó por la ventana.
—Listo, problema solucionado. Luego te regalo otro.
Mía solo lo miró incrédula. No pensó que realmente tiraría su teléfono por la ventana. Solo sonrió y meneó la cabeza, frustrada. Con Max, todo era así de simple.
—No quiero sonar metiche, pero... ¿qué pasó con Sergio?
—Ah... —suspiró—. No pasó nada. Después de lo que me dijiste ese día, entendí que tenías razón: si quería ser feliz, tenía que vivir mi historia de amor libre de prejuicios, de mis padres, de la gente, de todo. Se lo dije a Sergio y él me respondió que no estaba preparado para algo serio.
—Lo siento mucho, Max. Sé que lo querías... No quise...
—No es tan grave. Ya pasó. Es una de las razones por las que me fui. No me importó lo que dijeran mis padres y les confesé mis gustos. Fui lo más honesto posible. Me pidieron tiempo para aceptarlo. A los pocos días llegó un informe de que estaban desfalcando la empresa que tenemos en Roma, y me enviaron aquí. Yo creo que fue para no verme más.
—Ay, amigo mío... no sigas. Me siento terrible. Soy la peor amiga del mundo. En el momento que más me necesitabas, no estuve para ti.
—¿Sabes qué? Sí, eres una terrible amiga. ¡Un año! Un año tardaste en volver a hablarme, Mía.
—Sí, ya lo sé... —respondió entre lágrimas.
—Está bien, nena, no llores. Ya vamos a llegar. ¿Tienes hambre? Podemos pedir tu comida favorita, pero no llores.
—¿Pastas? No, quiero estofado de carne.
—Lo que quieras, linda.
Llegaron al restaurante y Mía pidió el estofado, como había dicho. Max no tenía mucho apetito, pero pidió pastas, que al final Mía terminó comiéndose también.
—Vaya, sí que tenías hambre —comentó Max.
—¿Qué? ¡Si las porciones aquí son súper pequeñas! Bueno... ahora quiero helado de postre. ¿Y tú qué quierés?
—Pide lo que quieras. Ya veo que igual te lo vas a terminar comiendo tu.
Mía solo sonrió. Su amigo ya había entendido cuál era su intención, así que se dedicó a hacer su pedido.
Después de comer, regresaron a la clínica por los resultados. Una enfermera los guió hasta el consultorio del médico de turno. Esperaron unos minutos y entró un hombre canoso con bata blanca.
*(Conversación en italiano)*
—Buenas tardes. Tengo entendido que vinieron a hacerse unos análisis de sangre —dijo el médico.
—Así es, doctor. Queríamos confirmar si mi hermana está embarazada —respondió Max.
—Permítanme los estudios.
El doctor revisó los análisis de Mía y les dio la confirmación que esperaban.
—Efectivamente, la señorita está embarazada. Felicidades.
—¿Escuchaste eso, Mía? ¡Voy a ser tío! Estás embarazada.
—No tenía dudas de eso, pero pregúntale si podemos verlo.
—¿Podemos verlo, doctor?
—Claro, pasen por aquí.
El doctor le realizó un ultrasonido y explicó que recién tenía tres semanas de embarazo. Era muy pequeño aún, por eso apenas se notaba. Luego volvieron al consultorio, donde le recetó algunos medicamentos importantes para la gestación y le pidió regresar en un mes.
Max salió de ahí más que feliz. Siempre quiso sobrinos, pero su hermana biológica aún era muy joven, recién tenía dieciséis años. Con esta noticia, sabía que no iba a dejar sola a Mía.
Se dio vuelta, la abrazó y le dijo:
—No tienes de qué preocuparte. Yo te voy a ayudar en todo lo que pueda. No te voy a dejar sola. Empezando desde ahora: vamos a recoger tus maletas al hotel, te vienes a mi casa.
—Gracias, Max.
Fueron al hotel, recogieron las cosas y salieron con las maletas en mano. Justo cuando pasaban por recepción, vieron entrar a unos hombres del aeropuerto. Ellos también la reconocieron y se acercaron.
*(Conversación en italiano)*
—Hola, Max. ¿Cómo estás?
—Hola, Donato. Muy bien, gracias. ¿Has venido por el proyecto?
—Así es, pero no quiero entretenerte. Veo que estás acompañado.
—Sí, pero déjame presentarte. Mía, quiero que conozcas a un socio de mi empresa. Él es Donato Mascardi y ellos son sus hermanos, Dante y Estéfano.
—Mucho gusto, señores. Mi nombre es Mía y soy hermana de Max.
Max solo la miró, algo confundido. Nunca se había presentado así ante nadie, pero no la contradijo.
—Un gusto, señorita —dijeron los tres al unísono.
Conversaron algunos segundos más y terminaron por despedirse.
—Sería un placer volver a verla, señorita Mía —dijo Donato.
—Digo lo mismo, señor Donato.
—Bueno, nos vamos. Adiós —se despidió Max.
Max miró curioso a Mía, y ella le regaló una mirada cómplice. Con eso, él supo que cuando estuvieran solos, le contaría el porqué de esa actitud...
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Comments
Marlene Noguera
me parece que le erro a la fecha mía tendría que tener un mes, si retrocedió 1 mes xque está de 3 semanas 🤐🫣🫣🫣
2025-03-23
0
Lidia Nohemi
no debería tener dos semanas porque supuestamente regreso a un mes del matrimonio y cuando murió tenía mes y medio de embarazo
2025-04-13
1
Alice Morales
pienso igual, no sacó bien la fecha de embarazo.
2025-04-10
0