Días antes de nuestro viaje, Patricia notó que su mamá comenzó a actuar diferente, ella que siempre se veía fuerte y tranquila, esa semana parecía estar hecha pedazos. Pasaba horas hablando por teléfono con mis abuelos en España, suplicándoles que nos ayudaran a salir del país, y ellos le dijeron sin compasión que todo lo que ocurría era culpa de mi papá, porque era un hombre inmoral. Nunca antes había escuchado algo así de él, además de que siempre que alguien decía algo malo sobre papá , ella lo defendía con todo su corazón, sin embargo, esta vez fue diferente porque mamá no discutió, sino que simplemente, asintió y les dio la razón, aunque ellos de igual se negaron a ayudarnos.
Desde ese día el comportamiento de mamá cambió por completo, la veía caminar de un lado a otro en la casa, murmurando cosas que no lograba entender y sus noches estaban llenas de silencio, como si estuviera peleando con sus propios pensamientos. Yo tampoco dormía bien, porque me preocupaba que ella no lo hiciera.
En las mañanas, sus ojos se veían más cansados que los míos, a pesar de que yo estaba enferma, y lo que más me dolía de todo era ver cómo trataba a papá, porque antes siempre lo miraba con una sonrisa o le daba un abrazo sin motivo, pero ahora apenas le dirigía la palabra, y parecía enojada con él, como si le echara la culpa de todo lo que estaba pasando. Yo no entendía nada, pero no podía evitar preguntarme si mis padres estaban pensando en divorciarse y era una idea que me asustaba más que cualquier otra cosa.
Una tarde nos fue a buscar a la secundaria, un lugar que me resultaba terrible debido al acoso y nos dijo "Patricia, Pedro, tienen que venir conmigo. Vamos a buscar ayuda", y no sabía exactamente qué significaba "buscae ayuda", pero su tono tan serio me asustó.
La primera parada fue en un edificio grande con letras brillantes que decían "López LLC", y mamá estaba tan decidida que me hizo sentir que algo importante iba a pasar. Pero, tras dos días intentando, nadie nos escuchó. Mamá habló con una mujer llamada Gloria de López, la cual parecía amable, pero al final todo se quedó en palabras. Gloria prometió hablar con su esposo, Carlos López, porque él nos rechazó ya que no quería ayudarnos porque mi papá, Armando, se estaba convirtiendo en alguien importante en contra el Gobierno y aunque mamá no lo decía, podía ver su frustración cada vez que alguien nos decía que no.
Entonces fuimos a la fundación de Mercedes de Alcalá, el cual era un lugar muy hermoso, lleno de cosas que brillaban, aunque mamá no parecía impresionada porque ella solo quería que alguien nos ayudara, sin embargo, la Sra. Mercedes siguiendo las órdenes de su esposo no quiso meterse en problemas y lo único que recuerdo es como mamá me apretaba la mano cuando salimos de ese lugar, intenté sonreírle y decirle: "Mami, todo va a estar bien". Aunque no estaba segura de que fuera cierto, solo que no quería verla más triste.
Después de eso, mamá dejó de buscar y era como si hubiese perdido las fuerzas y me dijo que haríamos el viaje junto a papá, aunque sabía que estaba ocultando algo porque en su mirada siempre había miedo, aunque tratara de fingir frente a mí.
Era noviembre, y nunca antes un mes me había parecido tan difícil, porque me contagié de influenza dos días antes del viaje, y cada hora que pasaba me sentía peor, tenía fiebre y ni las medicinas ni los cuidados de mamá lograban hacerme sentir mejor.
La noche antes de nuestra partida, Pedro le dijo a mamá que descansara, porque él se quedaría conmigo, yo sabía que estaba intentando hacerla sentir menos preocupada, pero algo en su voz me dio a entender que él también estaba inquieto, me abrazó un rato, como si con eso pudiera hacerme sentir mejor, pero la fiebre no cedía.
Lo vi salir de la habitación en busca de mamá, pero cuando regresó, su cara estaba distinta, más seria, más preocupada, y se sentó a mi lado y me dijo, en voz baja, como si no quisiera que las paredes lo escucharan, qué mamá viajaría en otro auto al aeropuerto.
Nos miramos en silencio y no hacía falta decirlo en voz alta, algo estaba pasando con nuestros padres, y temíamos que, después de este viaje, todo cambiaría para siempre.
Fue en ese instante, que con mi cuerpo temblando de fiebre y el corazón latiéndome rápido, cuando Pedro y yo ideamos un plan, porque teníamos que hacer algo, y, no dejar que mamá y papá tomaran una decisión sin pensar en nosotros.
Yo quería viajar con mamá, porque sentía que tenía que estar con ella, sin embargo, Pedro no estuvo de acuerdo y me dijo que si yo hablaba con papá, él haría lo que yo dijera, y que él haría lo mismo con mamá.
El viaje era nuestra única oportunidad de escapar, sin embargo, cuando Pedro y mamá subieron a su auto, un vacío enorme me llenó el pecho yo no quería que se fueran, porque algo en mi interior gritaba que no debíamos separarnos, lloré sin poder detenerme, pero nadie me escuchó.
Papá y yo fuimos los últimos en salir de la casa, y mientras el auto avanzaba, traté de imaginarme que todo estaría bien, y que al llegar al aeropuerto nos encontraríamos con mamá y Pedro, que todo saldría como estaba planeado.
Pero nada salió como esperábamos.
Llegamos sin problemas, gracias a la ayuda de Carlos López, sin embargo, mamá y Pedro nunca llegaron, a pesar de haber salido antes que nosotros, la incertidumbre me revolvía el estómago y la fiebre me hacía sentir más débil, necesitaba ir al baño, pero no dejé que papá me acompañara.
Desde el baño escuché el caos. Gritos. Pasos apresurados. Algo estaba sucediendo afuera. Cuando salí, vi cómo las autoridades se llevaban a papá esposado. Mi cuerpo se paralizó, quería gritar, correr hacia él, pero antes de que pudiera hacer cualquier cosa, alguien me tapó la boca.
—Haz silencio, Patricia —susurró Valentino—. Ven conmigo, tenemos que salir rápido.
Mi corazón latía con fuerza, pero obedecí. Valentino me cubrió con su cuerpo mientras nos movíamos sigilosamente. Nadie se fijó en mí una niña enferma de 12 años la cual temblaba en un rincón, por suerte nadie sospechó que huíamos.
Subí al auto de Valentino, y él me pidió que me acostara en el suelo para que no me vieran. No pregunté nada. Solo cerré los ojos, sintiendo el movimiento del auto, mientras me alejaba de todo lo que conocía.
Cuando llegamos a la casa de su mamá, supe que nada volvería a ser igual.
-¿Valentino por qué trajiste a esa niña a nuestra casa?, la gente de Carmona la está buscando - preguntó la madre de Valentino
La madre de Valentino era una mujer muy piadosa, la cual pertenecía al grupo de los vigilantes, pero tenía mucho miedo porque ya sabían lo ocurrido con mi papá
-Mamá la niña está muy enferma, primero debemos buscar a un doctor - insistió Valentino
Escuché a la madre de Valentino llamar a un doctor amigo de la familia. Apenas me revisó, su expresión se tornó grave y dijo que debía ser hospitalizada de inmediato. Gracias a su intervención, fui llevada a una pequeña clínica de bajo perfil. Mi rostro aparecía en la televisión nacional, como si no importara que soy solo una niña. A pesar de conocer mi identidad, el doctor, guiado por su ética profesional y consciente de la gravedad de mi enfermedad, decidió ayudarme y prometió guardar el secreto sobre mi paradero.
Desde la camilla, escuché a Valentino pedir ayuda a los vigilantes. Su voz temblaba, pero no por miedo, sino por desesperación. Nadie creía que sobreviviría. La neumonía avanzaba rápido y cada respiración se sentía como un puñal en el pecho. Lo peor es que no podían contactar a mis padres. ¿Saben lo enferma que estoy? ¿Se estarán volviendo locos buscándome? Me aferro a la idea de que pronto vendrán por mí… pero, ¿y si nunca llegan?
Me desperté entre sombras, escuchando las palabras de Valentino que resonaban en mi cabeza como un eco. Mi papá estaba encerrado, solo y aislado en una prisión para presos políticos. Aunque no entendía bien qué significaba eso, sabía que era algo malo... muy malo. Valentino parecía preocupado, todos lo estaban. Incluso los vigilantes hablaban en susurros, temiendo por el bienestar de mi familia. Dicen que Carmelo estaba furioso porque su plan no funcionó, y ahora yo también corría peligro.
¿Por qué me buscan a mí? Solo tengo 12 años, no soy un criminal, y mientras ellos me perseguían como si lo fuera, yo seguía luchando, tratando de mantenerme viva. No entendía por qué todo era tan injusto, pero lo sentía, lo veía en los ojos asustados de los que me rodeaban.
Aún no entiendo todo lo que ocurre, estoy conectada a un respirador o de lo contrario ya estaría muerta, pero escuché a Valentino decir que mi tío Jairo pagó la fianza de mi papá y, por fin, lo liberaron. Esa noticia debería traer alivio, ¿verdad?, sin embargo, no fue así...
Cuando papá llegó a casa, mamá y Pedro no estaban y Valentino, que tanto ha hecho por protegerme, no puede intentar contactarlos. Quizás sea peligroso para todos nosotros y desde mi cama, atrapada en esta lucha entre la fiebre y los recuerdos, no logro imaginar cómo se siente papá. ¿Está desesperado? ¿Está asustado? Sé que, aunque no diga nada, su corazón está roto, igual que el mío, y todo se siente tan extraño, tan vacío.
Cuando papá entró corriendo a la clínica y me vio conectada al respirador, pude notar que su mundo se derrumbaba. Aunque trataba de ser fuerte, vi en sus ojos el dolor, la impotencia y una rabia silenciosa que lo consumía por dentro. No podía creer todo lo que nos había pasado, y maldijo el día en que se cruzó con esa pareja que había destrozado nuestra familia. Con los puños apretados y una promesa en los labios, juró que si lograba salir de esta pesadilla, encontraría la forma de vengarse de Carmelo. Papá decía que Carmelo lamentaría no haber acabado con él cuando tuvo la oportunidad.
Sin perder tiempo, papá se reunió con sus viejos colegas de los medios independientes. Aunque apenas contaban con recursos, se dedicaron a buscar desesperadamente a mamá y a Pedro. Cada pista que seguían parecía desvanecerse frente a ellos. Carmelo había planeado todo meticulosamente, tejiendo una red de secretos y mentiras tan impenetrable que ni siquiera Carlos López, con toda su red de contactos, pudo encontrarlos al principio. Todos sabían que el tiempo se les acababa. Y, mientras Carmelo buscaba cerrar todas las puertas, Carlos López trabajaba con más determinación y culpa, tratando de reparar lo que no pudo hacer antes.
Pasaron tres largos meses hasta que Natalia Carmona proporcionó la pista que cambiaría todo. Los encontraron, pero cuando los hallaron, la verdad fue más cruel de lo que nunca imaginamos: mamá y Pedro ya no estaban con vida y sus cuerpos mostraban signos de tortura, dejando en claro que Carmelo había llevado su crueldad más allá de los límites de lo humano.
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