CAPÍTULO 5: NO PUEDO AMAR A NADIE MÁS

DAMEN

Tengo otra cita con la prostituta, esta vez más temprano que la otra noche. Salgo de mi casa a eso de las diecisiete horas. Me lleva aproximadamente una hora en llegar a pie hasta aquel espantoso lugar.

Me vestí con la ropa más vieja que tengo para evitar llamar la atención. El dinero me lo guardo en mi calcetín derecho. En los bolsillos solo traigo la caja de cigarrillos y un encendedor recargable con forma de pistola.

Como aún hay luz, hay gente afuera de sus casas. Un señor lava su Topaz del 91. Una mujer, obesa y mal encarada saca la basura. Todos me fulminan con la mirada, soy un completo extraño para ellos.

Me aproximo lo más rápido que puedo hacia la vecindad. La puerta está entreabierta, empujo con suavidad y entro directo a la casa de la mujerzuela.

Su puerta también está entreabierta, me da vergüenza entrar como si fuera mi casa. Todavía tengo algo de modales, así que me siento sobre una cubeta de plástico que está junto al lavadero postrado frente a la casa. Enciendo un cigarrillo mientras espero.

De adentro provienen gritos y lamentaciones, las cortinas están cerradas y no puedo ver nada. Me intriga saber qué ocurre allí dentro.

<<¿Estará peleando con su abuela? Si es así, entonces estoy siendo imprudente>>, pienso mientras le doy la última fumada a mi cigarrillo.

La puerta se abre completamente, del interior de la casa emerge esa mujer que me trae loco. Alza la mirada y me observa. Temo que me reconozca, así que agacho la cabeza y disimulo no haberla visto.

—¿Tú? —se acerca a mí.

—¿Te conozco? —pregunto de una manera bastante tonta.

—Eres el tipo del mini super, ¿qué haces aquí? ¿Me estás siguiendo?

—Vine a ver a…a… —ni siquiera me sé el nombre de la prostituta, jamás me tomé la molestia para preguntar.

—Él es mi invitado —asegura la mujerzuela.

—¿Lo conoces? —inquiere Mia, sorprendida.

—Sí, él es un amigo muy querido.

—¿De dónde?

—De un club nocturno, ¿tú también lo conoces?

—Necesito hablar con este hombre, él es la única persona que me puede ayudar —dice Mia, parece desesperada.

—¿Piensas qué te voy a ayudar después de lo que me hiciste?

—Lo lamento, tu pierna está completamente sana. Es por eso que eres el único que me puede ayudar.

—Me niego a hacerlo.

—No molestes a mi amigo, ve a la farmacia y compra lo que te digo.

—Lo lamento, ok. Siento mucho lo que te hice —se disculpa arrepentida.

Suspiro.

—No cualquier persona disculparía a la mujer que le clavó una navaja en la pierna después de haber sido salvada, pero soy una buena persona. Te voy a ayudar solo por esta vez.

—¿Y nuestra cita? —pregunta la mujerzuela con desilusión.

—Mañana será otro día.

—Por favor, sígueme —solicita Mia, con un gesto de angustia.

Camino tras ella.

—¿A dónde vamos?

—Al terreno baldío que está a unas cuantas cuadras de aquí.

—¿Por qué me llevas a un terreno baldío? ¿Piensas quitarme lo que tengo? Lamento informarte que no traigo dinero.

—No te voy a hacer nada, ya me disculpé. ¿Qué más quieres?

<>.

—Nada, voy a confiar en ti.

Nos aproximamos al terreno baldío a paso veloz. El lugar está lleno de basura, escombros y muebles viejos.

—¿Vives aquí?

—No. Por favor, sígueme.

Me intoduje enmedio de toda esa porquería, justo hasta el fondo del terreno.

—¡¿Qué es eso?! —pregunto asustado después de ver un bulto cubierto con una manta ensangrentada.

—Se llama Smanta, tiene apenas dieciséis años. Fue herida por uno de los hombres del gordo.

—¿De quién?

—Ella es una novata, no sabía que se estaba metiendo con los clientes del gordo. Por favor, ayúdala.

—¿Cómo carajos pretendes que yo la ayude? No soy doctor, mejor llama una ambulancia.

—¡No! Si llamo a una ambulancia, entonces harán preguntas y la policía nos va a encerrar. La herida de mi hombro, ¿cómo conseguiste que sanara sin dejar huella? Tu pierna está en perfectas condiciones, por favor. Haz con ella lo mismo que hiciste conmigo y con tu pierna.

Me froto el rostro arrepentido de haber accedido a ayudar a Mia. Una vez más me arrastra hacia una complicidad criminal.

—No la puedo ayudar.

—Te lo suplico —me mira con lágrimas en sus ojos.

No resisto verla llorar, se me parte el corazón en pedazos.

—Yo…yo… ¡Carajo! ¡Mierda! ¡Maldita maldición! —grito mientras pateo una lata de refresco vacía. Destapo a la mocosa herida, tiene un puñal clavado en el abdomen. Ha perdido mucha sangre, está casi al borde de la muerte—. Para cuando llegue con la ayuda, esta niña estará muerta.

—¿Qué necesitas?

—Ir a mi casa.

—Yo los llevo —dice un muchacho que sale de atrás de una pila de escombros. Su playera, manos y cara están llenos de sangre.

—¿Este quién es? —pregunto.

—Es mi hermano —responde Mia.

—¿Tu hermano? ¿No eras hija única?

Mia me mira desconcertada.

—No. Vamos rápido, no quiero que ella muera.

No le puedo decir que no. Una fuerza invisible me obliga a obedecer sus ordenes.

Pongo los ojos en blanco y me resigno a ser nuevamente su cómplice.

El muchacho carga entre sus brazos al menudo saco de huesos y piel. Afuera del terreno hay una camioneta americana del año del chocho.

La sube en la parte de atrás, la recuesta y sube a la cabina. Mia sube con la chica moribunda, y me indica que suba con el muchacho para indicarle la dirección.

Accedo y subo con él. Le indico la dirección. El muchacho toma atajos para llegar más rápido. Conduce como demonio, tan rápido que ni siquiera siento el tiempo.

Llegamos, me bajo y abro la reja de la cochera. Mete la camioneta, a penas si cabe. La reja cierra rozando la salpicadera.

Entre Mia y su acompañante bajan a la chica moribunda. Abro la puerta que da hacia la cocina. Ambos entran, les indico donde está la sala.

La recuestan sobre el sillón y me miran esperando a que sane su herida como si fuera algún tipo de dios.

—Quiero que ambos salgan, no lo puedo hacer si me miran.

Ambos se miran y me miran con desconfianza, pero acceden. Vuelven a la cocina y salen por la puerta.

Corro hacia el refrigerador para sacar un frasco de elixir. Tomo la toalla de ma os y vuelvo hacia donde la chica. Su respiración y su pulso son débiles, está a punto de morir y dudo que funcione.

Sacó de un solo tirón el puñal, la sangre brota en abundancia de la herida. Aplico presión con la toalla y vierto poco a poco el elixir.

Al igual que con Mia, la herida sana como arte de magia. Me acerco a ella, le abro la boca y le regalo de mi aliento sanador.

Ella suelta un suspiro profundo, su respiración y su pulso se normalizan.

—¡Mierda! —de nuevo mis manos, la alfombra y el sillón están cubiertos de sangre.

La dejo recostada mientras corro a la cocina para enjuagar mis manos en el fregadero.

Ambos chicos entran de nuevo a la casa. Mia corre desesperada hacia la sala.

—¡Qué carajo! —exclama ella.

Cierro la llave del agua y sacudo mis manos en el fregadero. Camino a la sala. Mia tiene un rostro de terror absoluto.

—¿Qué hiciste? ¿Qué demonios eres?

Sus expresiones no eran para menos. La moribunda se levantó como si nada hubiera ocurrido. En su estómago no existe rastro alguno de una herida reciente.

—No me pueden juzgar ahora. No es justo después de que le salvé la vida a su amiga. Ah, eso sí. Ni una palabra de esto a nadie, o de lo contrario, yo mismo los mato con mis propias manos.

Ambos asintieron. Samantha tenía una expresión de sorpresa, mezclada con horror y pánico.

—¿Qué me pasó?

—Nada, muñeca. Estás a salvo, todo fue una falsa alarma. El señor aquí presente es médico y nos ayudó a verificar que estuvieras sana.

—Eso es mentira, no soy estúpida. Todavía puedo sentir el puñal clavado en mi estómago, aunque ya no duela. Además, hay sangre en mi piel, en mi ropa y en la de ustedes también. ¿Qué pasó entonces? ¿Quién es este hombre?

—No lo sé, muñeca. Lo único que importa es que estás bien.

—Sí, de nada —replico ofendido. Yo hago todo y nadie me da el crédito.

Esa mocosa me acaba de costar mucho dinero. El elixir es muy costoso, la bruja me lo cobra en un ojo de la cara. No puedo andar desperdiciando en cualquier mortal estúpido.

—Vayan a casa, yo los alcanzo más tarde.

—¿Estás segura, Mia?

—Está bien, vayan con cuidado.

Salgo con ellos para abrir la reja. Ambos me agradecen con un ademán y se marchan.

Ahora sí, Mia esta a mi completa disposición. Salvé a su amiga, y lo menos que puede hacer es responder con sinceridad a mis preguntas.

Regreso a la casa.

Mia esta entretenida mirando las pinturas de la pared.

—¿Por qué decidiste quedarte?

—Quiero agradecerte por lo que hiciste. No sé cómo lo haces, o qué clase de ente extraño eres tú, pero te lo agradezco mucho.

—No soy un ente extraño, simplemente existen cosas más allá de la imaginación.

—No quiero ser grosera, no te voy a preguntar nada. Seguirá siendo tu secreto.

—Yo si quiero preguntarte algo, y deseo que me contestes con honestidad. Lo merezco después de salvar tu vida y la de tu amiga.

—¿Qué quieres saber?

—¿Qué te pasó? ¿Por qué terminaste así? ¿Qué hiso tu tía contigo?

—No entiendo nada de lo que me dices, creo que me estás confundiendo con alguien más. Juro que digo la verdad.

—¡No te creo! —grito frustrado— No estás siendo honesta conmigo. Estoy más que seguro de que eres Ariana Morgan. No hay manera de que no lo seas. La intuición me lo dice, no puedo amar a nadie más que no seas tú.

—¿Amar? ¿Tú me amas?

—Exageré un poco, me refiero a que yo amo a Ariana Morgan.

—Entonces no pierdas el tiempo conmigo, yo no soy Ariana Morgan. Soy huérfana prácticamente desde que nací. Crecí en un orfanato católico, las monjas me dijeron que mi padre era un alcohólico que me abandonó en el altar de la iglesia. Rondaba por la zona conmigo dentro de una caja de huevo, bebiendo y diciendo incoherencias. De ninguna manera puedo ser esa Ariana que tanto amas.

—No es posible, me niego a creerte.

—Es cierto. Mi vida ha sido dura. Cuando cumplí dieciséis años, fui botada del orfanato para buscar mi propio destino. Nadie le da trabajo a una mocosa callejera como yo. Entonces conocí a Mercedes, tu cita de hace rato. Ella me ayudó a entrar en el mundo de la prostitución y el narco menudeo. Después conocí al alacrán, un hombre despiadado que me sacó de la prostitución. Pero me obliga a dirigir robos a tiendas pequeñas.

Me río sarcásticamente, incrédulo de lo que estoy escuchando. Todo es mentira, una gran mentira. Siento una gran atracción por esa chica, la misma atracción que me ha atado a ella desde aquella tarde lluviosa que le salvé la vida.

—Lamento decepcionarte —dice al notar mi enorme desilusión.

—No es cierto, lo que me dices no es cierto. Tú eres mi preciosa Ariana. No puede haber equivocación. Tal vez perdiste la memoria en algún extraño accidente.

—No he perdido nada, todavía recuerdo con claridad mi estancia en el orfanato.

Ella se acerca despacio a mí. Intenta consolarme dándo un par de palmadas suaves en mi espalda.

—¡No me toques! No quiero volver a verte, ¡vete de aquí! —le grito furiosos.

Ella se asusta y sale de la casa sin mirar atrás.

"¿Qué diablos ocurre? ¿Por qué me miente de esa manera tan cruel?"

Me tiro en el otro sillón, el que está limpio. Enciendo un cigarrillo y me quedo mirando al techo. Tratando de entender lo qué está ocurriendo.

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Comments

Cecilia Afanador

Cecilia Afanador

esperemos que siga escribiendo para poder entender mejores un poco enredada pero 👍
buena

2022-05-22

1

Ixsa Shadow

Ixsa Shadow

Gracias por leer, pronto Damen y tú entenderán todo... Saludos!

2021-11-19

3

Emily Chirino

Emily Chirino

yo estoy como Adem, no entiendo nada de nada....
gracias por actualizar autora 🤗

2021-11-19

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