Capítulo 4: “Dolor” parte I

¿Te puedo dar una ayuda corazón?- me preguntó la abuela Nucha.

- ¡Sí nona! Por favor.

- Para trabajar ésta palabra: “dolor” te puede servir enfocándote en el perdón, hay raíces en el corazón, raíces de amargura y dolor que tienen que ver con la falta del perdón. Sé que no va a ser fácil pero necesitas empezar a sanar, no construyas tu vida sobre una base rota.- me dijo con una mirada tierna y acariciándome el pelo.

- Pero abuela ¿cómo se hace?

- Es una decisión, un paso que vas a tener que dar todos los días de tu vida. Empezá con la palabra: “Yo decido perdonar a ésta persona, por esto, esto y esto” la palabra es poderosa mi amor. Te va a doler, te vas a enojar pero lo necesitas y perdonar no implica olvidarte de lo que te paso, se trata de recordar y que no te arda el alma de dolor, se trata de recordar y entender que esa parte de tu vida no la vas a poder cambiar pero elegís dejarla ahí en el pasado, perdonar es romper la cadena del rencor y avanzar de verdad. Perdonar te va a liberar a vos, a nadie más.

- ¿Es como un ejercicio que tengo que hacer? ¿sola?.- pregunté.

- Te puedo ayudar.- interrumpe Franco.

- Ahí llegó tu salvavidas, él va a saber guiarte.- me dijo la abuela y me guiñó un ojo.

- Bueno.- dije con temor y curiosidad al mismo tiempo. No sé cómo puedo perdonar tantas cosas.

- Emilita, subamos al balcón ¿te parece?- asentí.

Subimos al balcón, por suerte la tarde está fresquita y no hace el calor infernal del otro día.

- Bien ¿qué tengo que hacer?- pregunté curiosa.

- La idea es que vayamos de a poco, pensá en una persona que tengas que perdonar y vamos a arrancar por ahí. Tomá, lo podés escribir acá, eso es tuyo, un cuaderno de sanación.- dijo sonriendo mientras me entregaba un cuaderno- me gusta el nombre: “cuaderno de sanación”.

- Es raro.- dije.

- Sí, puede ser, pero aunque sea difícil, con el tiempo vas a estar agradecida. Pasé por eso, sé lo que te digo.

- Muy bien, ya lo anoté, puse a mi mamá. Estamos en familia, quiero que seas parte y sepas.- le dije liberándome.

- Gracias por eso.- me dijo con una sonrisa suave.- ahora la idea es que cierres los ojos y acá vas a tener que empezar a hablar y como te dijo la nona, decir que decidís perdonar a tú mamá por tal motivo y que empieces a recordar, tenés que nombrar las situaciones. Te vuelvo a repetir, esto no es magia, se trata de trabajar en tu corazón y tomar la decisión de empezar a soltar poco a poco el pasado, sanar.

- ¿Es normal qué me dé miedo?.- le pregunté.

- Sí, que nos toquen las heridas duele y da miedo. Empezamos cuando vos quieras.

En ese preciso momento cerré mis ojos y comencé. No entiendo muy bien todo esto pero confío en Franco y en la nona Nucha.

- Me cansaste, no te soporto más, no aguanto ver tu cara, escucharte, sentirte respirar. Me recordás al inútil de tu padre que no supo cuidarnos, que no supo cuidar a tu hermana y por su culpa la perdimos.- me gritó mi mamá.

- ¿Ahora la culpa la tengo yo?- le reproché llorando.

- Todo es tu maldita culpa, no sé para qué te tuve, con tu hermana estábamos bien.

- ¡Cerrá la boca! ¡BASTA!.- le grité.

- A mí no me grites.- me dijo y me pegó una cachetada.- te digo solamente la verdad, para colmo ahora tu padre nos abandonó, ¿te parece poco?

- ¿Sabés por qué se fue?.- le pregunté

- Por tu culpa, te ve y siempre recuerda a Wendy, encima sos igual a ella.

- Porque sos una alcohólica perdida, por eso se fue, porque en lugar de enfrentar la situación te escapas tomando todo el maldito día. Porque sos una cobarde que en lugar de luchar por su familia, se cree la única que sufre y se victimiza.- le grité con odio.- Se cansó de vos y de mí, capaz que también, pero vos fuiste la gota que rebalsó todo.

- ¿Qué me dijiste? ¡Volvé a repetirlo!.- me dijo agarrándome del cuello.

- Escuchaste bien, no hace falta que te lo repita.- le dije cansada.

- Yo soy la que más sufre todo esto.- me dijo soltándome.

- ¡TODOS SUFRIMOS MAMÁ! ¡TODOS MALDITA SEA! ¡YO LA TUVE QUE VER MORIR! ¿o te olvidás de eso?.- le grité.

- ¡Cerrá la boca!.- me dijo viniéndose encima de mí y poniéndome un cuchillo en la garganta.- ¡Cerrá la boca Emilia! Porque nos vamos las dos con Wendy.

- Te volviste loca.- le dije y sin saber cómo, la empujé, no sé de dónde saqué fuerzas pero la empujé y se golpeó su cabeza contra la pared. Creí que la había matado.

Sentí que Franco me abrazaba fuerte y yo no podía dejar de llorar.

- Ese día casi me mata y casi la mato yo también, fue cuando llamamos a la policía con Rubí y bueno, el resto de la historia ya sabes cómo sigue. Yo…yo decido perdonarla aunque para ser sincera siento que dentro de mí, es imposible, me duele mucho.- le dije mirándolo a los ojos y esperando una respuesta que me ayude.

- Es cada día Emi, cada día. Hoy diste el primer paso y es importante. Lo mejor es que ya no estás sola, nunca más lo vas a estar tata.- me dijo y volvió a abrazarme.

En ese momento entró un perrito muy lindo y saltó encima de Fran para luego saludarme a mí, a los saltos y besos. Qué ternura.

- ¿Y ésta hermosura?.- le pregunté.

- Se llama Amor, la mascota de la casa, bueno, nueva mascota.- me respondió.

- Me muero, Amor se llama, que ternura.- dije derritiéndome de amor.

- Sí, me empezó a seguir hoy a la mañana y se ganó mi corazón.

- Eso, me olvidé, ¿cómo estás?.- le dije preocupada.

- Bien tata, bien, no te hagas drama, fue sólo un mareo.- me respondió.

- Mmmmm… bueno, te voy a creer.- le dije mirándolo con sospechas, algo no anda bien.

- ¡Confiá!.- me dijo guiñándome un ojo con complicidad.

El resto del día fue tranquilo, decidí quedarme en casa para trabajar en la canción de la palabra “amor” y empezar con la de “dolor”. En un momento de la tarde vinieron de visita Lucho y Rubí, eso me ayudó mucho para distraerme, es bueno tenerlos en mi vida.

 

- ¡Vení acá!

- Decime abuela.

Nucha sospecha que algo anda mal con su nieto y Franco trata de disimularlo pero sabe que, si hay personas que lo conocen mejor que él, es ella.

- ¿Cuándo pensás hacerte un examen médico? ¡Ya sé! No me digas nada, sos un hombre de 28 años, adulto, independiente, todo eso lo sé. Pero no estás bien y lo estás evitando. Te lo digo porque estoy preocupada, no te dejés estar.- le dijo con preocupación.

- Perdón abuela, pe…pero tengo terror, después de lo que le pasó al nono, no quiero pasar por lo mismo.- le contestó Franco entre lágrimas.

- Escucháme, sí la vida te tiene preparada una prueba dura, la enfrentamos juntos, si sólo es un susto, lo enfrentamos juntos, si no es nada, lo festejamos juntos. Pero quiero por favor, que el Lunes te saques un turno al médico ¿Me escuchaste? ¡Creemos en un Dios que nos cuida en todas las situaciones! No nos evita las turbulencias, pero nos fortalece en medio de ellas.- le dijo Nucha con seguridad.

- Tenés razón, te prometo que el Lunes, sin falta, voy a ir al médico.- le contestó.- ¡Por favor! No le digas nada a Emi ¿sí?- le suplicó.

- Por supuesto que no corazón, pero hacé caso.- le respondió y abrazó.

Durante la noche decidieron salir a comer juntos a un bar que está cerca de la casa: Franco, la abuela Nucha, Emilia y Lucho, él se quedó por insistencia de Nucha y no pudo negarse. Rubí no podía, tenía una cena programada con su familia.

- ¿Qué pedimos?.- preguntó Franco.

- Yo quiero unas milanesas con papas fritas ¡Obvio!.- le dije con una sonrisa.

- ¡Epa! Me gustó esa, te voy a copiar Emilita.- me respondió con complicidad.

- Me gustó la idea también.- se sumó Lucho.

- Bueno me parece que andamos en el mismo espíritu, hace desde hoy que quiero comer las milanesas de Tattaro.- dijo la abuela.

- ¿Quién es Tattaro?- preguntó con curiosidad Lucho.

- Es el Cheff del bar, tiene una mano para cocinar las milanesas que no te das una idea.- contestó Franco.- es una amigo de la familia además, esperá que lo voy a llamar así los conoce, que a Emi no la conoce en persona tampoco.

- No lo vas a ir a molestar Fran.- le dijo la abuela.

- Pero no, nona. Aprovechemos que el bar está casi vacío, a parte ya sabes lo buena onda que es. Ahí vengo.- le contestó Fran.

Cuando se levantó, hizo un par de pasos hacía el mostrador y de la nada se desvaneció en el suelo.

- ¡Tatoooo!.- grité desesperada.

 

 

Continuará…

 

 

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