Emilia ¿dónde estás?- escuché la voz de mi papá llamándome.
- Acá, ¿qué pasa?
- ¿Podés venir a limpiar? Tu madre está tirada en el sillón y dejó un desastre.- me dijo con desprecio. Lo que más me duele, aunque ya estoy bastante acostumbrada, es que ninguno me mira a los ojos.
- Ahí voy.
- Te dejo algo de plata para que te compres para comer, tengo que salir.
- Bueno.- contesté, sin agregar más. Ya conozco la historia, es siempre la misma.
Terminé de limpiar todo y subí a mi cuarto, llamé a Rubí para decirle que no se iba a poder comer en mi casa, el horno no estaba para bollos. Le propuse que salgamos a algún carribar y aprovechemos la noche, algo hermoso en medio de todo esto. No dudó en aceptar.
Dos horas después.
- ¡Ruuuuuuu!.- dije suplicándole que nos fuésemos, es que se volvió loca. Su mamá se llega a enterar que vinimos a una fiesta sin su permiso y nos mata.
- ¡Caminá! Dale, no va a pasar nada, es un rato. Recién son la una de la madrugada, nos quedamos hasta las tres ¿te parece?- me dijo con cara de perrito mojado.
- Si nos matan, queda en tu consciencia.- le dije.
- Si nos matan, vamos a quedar muertas ¡duhhhh!.- dijo en tono burlista.
- ¡BUENAS, BUENAAAAAS! ¿Cómo están las chicas más linda de cuarto “B”?.- Luciano es el amo de cada fiesta, pareciera que vive solo pero no, vive con sus padres, que se la pasan viajando durante todo el año y él se queda con la casa completamente sola. El problema mayor no es él, es un chico bueno y un gran amigo, el problema es que después de cierto horario sus fiestas se descontrolan por completo. Espero que para ese momento, ya nos hayamos ido.
- ¡Lucho queridooo! Te dije que íbamos a venir.- dijo Rubí.
- Y cómo me alegra verlas, vengan, está por empezar el torneo.- dijo entusiasmado.
- ¿Qué torneo?.- dije clavando mis ojos en Rubí y muy preocupada.
- Vení.- me contestó Rubí y me llevó a un sector para que hablemos a solas.
- ¡Tenés que divertirte un poco, tenés 15 años y no parece! Yo sé por todo lo que pasaste y estás pasando, por eso necesitas divertirte, desconectarte de todo. Tomar algo de alcohol no te va a dañar, jugar, sonreír, bailar, menos. ¡Por favoooooor! Sólo por esta noche, seamos dos jóvenes que se divierten. ¿Sí?.- me dijo rogando.
- Puede que algo de razón tengas.- le dije entre suspiros.- Vamos a jugar ese torneo, pero no me dejes sola ¿escuchaste?
- ¡Cómo usted diga mi capitán!.- Me dijo imitando la pose de un soldado y no pude evitar sonreír.
Seis horas después.
- ¿Emilia? ¿Estás bien?
- ¿Eh? ¿qué? ¿de qué? ¿dónde estoy?
- Durmiendo en la vereda del súper mercado que queda a unas diez cuadras de tu casa.- Dijo sonriendo mi profesor Franco.- me parece que tuviste una noche bastante alterada.
- ¡Ay profe! Perdón, ¿Qué hora es? ¡Qué desastre!.- dije preocupada pero sin poder levantarme del suelo.
- Te ayudo Emi, dame la mano.- me dijo y me ayudó a levantarme.- Son las 7 de la mañana, tus papás te van a matar.
- Ojalá.- le contesté.
- ¿Cómo es eso?.- dijo y me miró preocupado.
- No, o sea, quiero decir que no son de preocuparse tanto, y a veces me gustaría que así fuese.- respondí tratando de calmarlo.
- Vení, vamos que tengo el auto a una cuadra, te llevo a tu casa.- respondió sin borrar la preocupación que se dibujó en su cara.- ¿Vos estás bien?.- preguntó.
- Sí profe, todo está bien.- sonreí esperando que no se note la mentira.
Durante el viaje hasta mi casa, el silencio fue ensordecedor.
- Bueno, profe, gracias.- me despedí y ni lo miré.
- Cuidate Emi.
Mi mamá ya despertó y está tomando su dosis diaria de café, no tengo idea de como le aguanta el cuerpo.
- Hola ma.
- Hola.- ni me miró, se levantó del sillón y se fue a su cuarto.
Es una mezcla entre dolor y resignación lo que siento, estoy cansada pero es lo que hay.
Estoy en mi cuarto y desde hace dos horas que estoy viendo un sobre que está sobre la almohada en mi cama. No sé qué esperar.
“Emilia, no soy bueno para estas cosas, no sé despedirme, no sé ni siquiera cómo ser tu padre desde que perdimos a Wendy. Ya no soporto más nada, no puedo ni verte a la cara porque siento que les fallé. Vos no tenés la culpa de nada, pero tus ojos me recuerdan todos los días a tu hermana. No puedo soportarlo, no puedo perdonarme.
Con tu madre la situación ya no da para más, perdón por hacer esto, pero me voy. No puedo más. Espero que algún día me puedas perdonar.”
Esas fueron las últimas palabras y encima escritas, de mi papá. De repente, dejé de escuchar, de pensar, de sentir. Me abandonó. ¿Nadie pensó que yo también sufrí y aún sufro la perdida de mi hermana? Nadie, es evidente.
Una semana después.
- Emilia, ¿todo bien? ¿cómo estás?
- Profe Franco, gracias por preocuparse, todo está bien.- dije pero esta vez no me molesté en fingir una sonrisa.
Ya pasó una semana desde que mi papá se fue sin dar la cara y la situación con mi mamá va de mal en peor. Tengo que ver cómo se emborracha todos los días y aguantar sus gritos, sus reproches, porque de la nada, ahora la culpa de todo es mía. Eso es algo nuevo y no me gusta. Al menos antes ni me registraban pero estaba tranquila.
- Emi.- me dijo el profesor Franco pasando su mano frente a mis ojos, haciendo un movimiento para bajarme de mi nube.- Escuchá, no tenés que contarme nada si no querés, pero si quiero que sepas que podés contar conmigo siempre, te conozco desde muy chiquita, sos como una hermanita menor. Sé que con quién más tenía relación, fue con Wendy pero de todos modos, siempre fuimos familia. No estás sola.
Solamente lo miré y se me hizo un nudo en la garganta al escuchar su nombre: “Wendy”.
- Todo está bien profe, tranquilo.- dije sin mirarlo y me fui a clases de Geografía.
Diez horas después.
- Rubí por favor vení a casa, por favor vení.- le dije llorando y corté la llamada.
Nunca quise esto para mí, jamás quise que mi vida terminará de ésta manera ¿Pero qué se supone que hiciera? Me podría haber matado, me puso un cuchillo en la garganta y me defendí. Llevo una semana aguantado de todo y tres años acumulando un dolor inaguantable, ya no pude más. ¿¡Qué hice?!.
- ¡Emiliaaaa! Abrí por favor, soy Ru.- sentí el grito del otro lado de la puerta del living y corrí a abrir.- Emi, ¿qué pasó? ¡por Dios!- dijo y me abrazó.
- ¡La maté Ru! ¡La maté! Perdón.- le contesté sin poder dejar de llorar.
- ¿Qué? ¿Qué pasó?
- Mi mamá, desde hace una semana mi papá se fue de la casa y las cosas empeoraron demasiado. Mi mamá empezó a tomar el doble de lo normal y se puso cada vez más violenta, hoy se cegó y me asusté. Me puso un cuchillo en la garganta y tuve miedo, me defendí y no sé cómo hice pero la empujé y se dio la cabeza contra un mueble. Cuando la vi caer, me vine corriendo para el living. Está en mi pieza..- le dije con un terror que me ahogaba.
- Vamos a ver Emi.- me dijo asustada y subimos las escaleras dirigiéndonos hacia donde quedó tirada mi mamá.
- Esperá, quédate acá.- me dijo en la entrada de mi habitación. Ella ingresó y verificó si tiene pulso.- quédate tranquila, tiene pulso, no la mataste Emi. Y no hay sangre, no la movamos porque por supuesto puede tener algún golpe. Emi hay que llamar a la policía ¿lo entendés no?.- me dijo y me abrazó. Yo no pude soltar ni una sola palabra.
Una semana después.
- Emilia ¿cómo estás?
- Profesor ¿para qué pregunta? Todo el mundo sabe lo que pasó.
- Pregunto porque tu vida me importa, te dije que somos familia, no te voy a dejar sola.- frené y me tapé la cara porque no pude aguantar el llanto.
- ¿Sabe una cosa Franco? Desde hace tres años que no sé lo que es que todo esté bien en mi vida. ¡No puedo más!
Franco me miró y me dio un abrazo. No le importó estar en el medio de la calle, no le importó más que acompañarme. Es cierto eso que me dijo: somos familia y hoy lo agradezco tanto porque hace mucho que a quienes son de mi propia sangre, los perdí.
Continuará…
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