Muchas chicas tienen infinidad de recuerdos con su papá, la mayoría de ellos, bastante positivos. Desde los primeros pasos que dieron, cobijadas bajo sus gentiles brazos, hasta el momento en el que él celebró con ellas su graduación. Sin embargo, para Rita, la palabra “papá” significaba poco menos que vacío. De su progenitor, ella tenía poco menos que borrosos recuerdos de abrazos tan difusos como los de un fantasma. Sonrisas que la hacían preguntarse a sí misma si habían sido reales. Por eso ahora, le resultaba bastante extraño el tener que sentir alguna clase de dolor profundo al escuchar esa noticia que casi tiró a mamá al piso. Sin decirlo, sabía que habría dado todo de sí por poder llorar con todo su corazón al escucharlo, pero de sus ojos no salió nada. Su piel no se erizó de frío al pensar que su padre podría estar en una situación crítica. Simplemente, no sintió nada.
—Pero él no falleció, ¿verdad?—le preguntó la chica a su progenitora, haciendo su mejor esfuerzo para lucir visiblemente preocupada—¿O acaso hay algo que me estés tratando de ocultar?
—No, mi vida, claro que no te estoy ocultando nada. Él está vivo, pero se encuentra en coma desde hace ya unos días y los doctores no saben muy bien qué es lo que le impide despertar.
—Qué mal..¿Y para qué te querían ellos, má?
—Pues para que ayudara a tu papá con unos asuntos que dejó pendientes antes de su accidente.
—¿Y qué no tiene él alguien que le pueda ayudar allá?—refunfuñó Rita, torciendo la boca un poco.
—Si conocí a tu papá, te puedo decir que seguramente amigos no le faltan. Una conocida que tenemos en común, me dijo que él había tenido algunas novias, pero nada serio hasta el momento.
—¿Y entonces por qué te buscaron esos hombres que se veían tan raros?
—Porque necesitan que vaya a la capital para hacerme cargo de unos asuntos que él tenía pendientes.
—¿Y por qué precisamente te eligieron a tí?—replicó Rita, cuya impaciencia parecía no aminorar.
—Pues porque tu padre, a pesar de todo, parece que jamás dejó de confiar en mí—suspiró mamá—Y ahora hija mía, a dormirte, que mañana tengo que dejarte encargada a ti y a Max con la vecina, en lo que yo voy y me hago cargo de esos pendientes. Voy a tratar de regresar lo antes posible y de mandarles algo de dinero para que no les haga falta nada.
Rita simplemente se limitó a asentir, con un cierto dejo de tristeza. Una parte de ella sentía que era muy noble que mamá se dedicara a ayudar a su ex pareja, pero otra parte dentro de sí, sentía una rabia discreta, producto del ver a la mujer que se había partido la espalda por sus dos hijos, ayudando a un hombre que simplemente la había dejado un buen día sin darle señal alguna.
Al día siguiente, mamá se la pasó empacando, decidiendo qué ropa iba a llevar y dándole instrucciones a sus hijos para no molestar demasiado a Dana, la vecina, que era famosa por tener un carácter bastante explosivo.
—¿No puedo ir contigo?—preguntó Max a su progenitora mientras ella doblaba unos suéteres, abrazándose a una de sus piernas como lo hacía desde que era bebé cada vez que se sentía asustado.
—No, mi vida—sonrió ella, acariciando con suavidad la cabeza de su vástago—Estas son cosas de adultos, y tú tienes que quedarte aquí para repasar tus lecciones durante el verano. No te fue muy bien en matemáticas este ciclo escolar, ¿eh?
—P-Pero este pueblo es muy aburrido ¡Más aburrido que las tablas de multiplicar!—replicó el pequeño frunciendo el ceño
—Umm… mamá—interrumpió Rita un poco sonrojada—¿Y qué pasaría con eso de mi primer empleo si tú te tienes que ir a la ciudad?
—No pasaría nada malo—sonrió Lidia, acariciando con suavidad la tersa mejilla de su hija con la yema de su alargado dedo—Te prometo que voy a regresar mucho antes de que tengas que partir. ¡No me perdería por nada del mundo la oportunidad de despedirte!
—P-Pero ya sabes que las cosas malas a veces suceden sin que nadie las espere. Ya ves lo que le sucedió a papá…
—Pero yo no soy papá, y tú sabes que tengo más vidas que un gato, pequeña.
—Si tú lo dices, mamá….
Después de asentir, Lidia tomó un banquito y lo acercó a su ropero. Se estiró un poco para intentar tomar su suéter azul favorito, mismo que se encontraba en la parte más alta del mueble. El pequeño banco se comenzó a tambalear sin cesar, y de pronto, Lidia cayó al piso haciendo un ruido seco
—¡Ouch!—exclamó la pobre mujer, intentando ponerse de pie, sólo para tropezar de nueva cuenta.
—¡Ay,mamá!—exclamó Rita, sorprendida al ver a la autora de sus días en el piso—No te muevas, voy por el doctor Torres.
El médico examinó a Lidia con gran cuidado, poniendo gran atención en revisar sus piernas. Cuando terminó, su veredicto fué severo.
—Fuera de un chichón y algunos rasguños, lo único que ella sufrió de gravedad es un desgarre en la pierna. Pero si sigue las indicaciones que le doy, estará mucho mejor en una semana—afirmó el médico
—¡Una semana!—sollozó Lidia—Pero mañana mismo tengo que viajar a la capital por motivos familiares
—Pues lo siento, mi estimada señora. Va a tener que ir buscando quién la supla en su deber.
—¡Pero eso es imposible! Mi ex me necesita para algo muy importante.
—Me imagino. La familia siempre es primero, ¿verdad?—asintió el médico de blanca cabellera—Pero en este momento, recuperar su salud es lo más importante. Si no guarda reposo, la situación con su pierna podría complicarse bastante.
—¡Ay doctor…! ¡No me diga eso!
—Lo siento en verdad, señora. Sé que a casi nadie le gusta tener que quedarse quieto a la fuerza, Pero no se entristezca. Va a ser sólo por un breve tiempo.
Ya que el médico abandonó la casa, Rita se acercó a la cama de su mamá con aire misterioso.
—Oye mamá, ¿y si yo voy a la capital en lugar tuyo?—le dijo la joven a su progenitora.
—¿¿Qué estás diciendo??
***¡Descarga NovelToon para disfrutar de una mejor experiencia de lectura!***
Updated 56 Episodes
Comments
Rosalinda Quintanilla
que tipo de aventuras o peligros tendrá que sortear esta chica
2023-07-22
1