Quincy se mordió el labio para no emitir ningún sonido. El hombre siguió acariciándola cada vez con más intensidad y, al final, como si quisiera desahogar su frustración, la pellizcó con fuerza. El agudo dolor devolvió a Quincy al instante a sus sentidos, mientras sus gemidos reprimidos se convertían en un repentino grito de dolor. Su mano alcanzó instintivamente la espalda desnuda del hombre y sus uñas se hundieron en su carne.
El hombre pareció estar disgustado con su reacción y le dio otro pellizco en el pecho que provocó otro grito de dolor.
—¡Ay! —gritó ella.
El hombre aflojó su mano y se acercó a su pierna. Su lengua le lamió suavemente el lóbulo de la oreja mientras le susurraba al oído con su voz ronca: —Grita.
Con esas palabras, volvió a besar sus labios. Ese beso fue mucho más agresivo que el anterior y no le dio la oportunidad de recuperar el aliento.
Las cálidas manos del hombre se deslizaron por su vientre plano y liso y subieron hasta el vestido, que apenas cubría su cuerpo.
El hombre tiró ligeramente del vestido ajustado. Se deslizó con facilidad por sus caderas, junto con la ropa interior que llevaba debajo. Arrojó casualmente la ropa a un lado en el suelo.
El corazón de Quincy se le subió al instante a la garganta y tiró de las sábanas para reprimir sus frenéticos latidos. Quería parecer lo más tranquila posible. Pero cuando las cálidas manos del hombre se desviaron de sus muslos, su sutil y tentadora caricia y la siguiente sensación de picor la hicieron gemir a pesar suyo.
El hombre parecía muy satisfecho con su respuesta. Se apartó de su boca y continuó besando sus muslos, que eran muy suaves y flexibles. Su lengua seguía moviéndose para lamerle las piernas de un lado a otro con absoluta sensualidad.
Como sus ojos seguían vendados, sus demás sentidos eran mucho más sensibles.
Cuando los dedos del hombre penetraron más profundo, todo su cuerpo se estremeció en respuesta. El hombre pareció percibir su evasión y sus grandes manos separaron sus piernas lo máximo posible. Para su sorpresa, sus movimientos eran suaves y, en ese momento, le dieron la falsa ilusión de ser cuidada y mimada.
Pero justo cuando Quincy estaba a punto de disfrutar y saborear las sensaciones, el cuerpo del hombre hizo su movimiento con brusquedad, haciéndola gritar con fuerza: —Ay... Ay... ¡Duele! ¡Me estás haciendo daño!
Quincy gritó de dolor mientras empujaba sus manos contra el pecho del hombre en un intento de impedir que su cuerpo se moviera más.
El hombre se detuvo y acercó su rostro a ella. Su cálido aliento le llegó a la cara.
—¿Te duele? —preguntó.
Quincy jadeó con fuerza y su rostro se puso pálido debido a las dolorosas sensaciones en la parte inferior de su cuerpo. Sus manos seguían empujando el pecho del hombre, pero a medida que pasaban los segundos, volvían a caer con debilidad sobre la cama.
Una fragancia débil de almizcle impregnaba el aire y ella no podía evitar sentir que el hombre y su cuerpo sexy y bien proporcionado eran irresistiblemente seductores.
Él abrió la boca y mordió con fuerza los labios de Quincy. De sus labios agrietados se filtró al instante sangre roja y dijo con voz ronca: —¿Te duele? No te preocupes, te haré sentir aún más dolor.
La voz del hombre había cambiado. Ya no era coqueta ni amorosa en lo más mínimo. En su lugar, estaba llena de una sensación de crueldad y rabia que no parecía estar llena de nada más que de frío odio.
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Comments
Alicia Sot
woo🥰 ya empeso a custarme..el misterio es muy atrapante...me encanta😎👌
2023-08-27
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Lorena Angulo
no entiendo ni jota 😝
2023-03-29
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Lidia Javier Centeno
k le pasara
2022-04-21
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