Diez días. Su mente seguía procesando todo. No era un mal sueño; desgraciadamente se dio cuenta de que amaneció mágicamente dentro de la novela de su padre; bien, había leído algunas historias al respecto, era un tema bastante buscado y popular actualmente. No había nada de malo, se conocía la historia al derecho y al revés, los personajes tenían su encanto y la mayoría de ellos fueron juzgados severamente por Melisa, como cualquier adolescente de su edad, estaba fascinada por los personajes que se encontraría en una historia que amaba con todo el corazón; como cualquier persona razonable, aceptaba y juzgaba a los villanos de las historias; como hija de un escritor, adoptó un gusto por la lectura bastante amplio y a corta edad. Como persona reencarnada, no tenía la más mínima idea de qué hacer o decir para sobrevivir, saber la historia, trama y secretos más perturbadores de los personajes no serviría, al menos no con ella. No se adueñó de cualquier cuerpo o personaje, sino de uno de los principales, Erika Dietrich, la villana principal de toda esa historia.
El shock fue tan grande que sentía que enloquecía, comprobó de diversas maneras el hecho de que eso no era un sueño o una mala broma; los métodos utilizados fueron peligrosos, atentó contra su propia vida en repetidas ocasiones preocupando a su familia en el acto. Sus padres llamaban a los mejores médicos del Imperio, pero las noticias siempre eran las mismas: "su hija goza de una salud envidiable". Su hermano ni siquiera era bienvenido en su recámara, por lo que no había tenido oportunidad de platicar con Erika respecto a lo que le estaba sucediendo.
- Queda un mes —habló viendo el cielo nocturno. Hablarle a la luna a altas horas de la noche la tranquilizaba de tal manera en que volvía a ser Melisa, ignoraba por completo lo que le estaba sucediendo; su único consuelo era un simple paisaje, ni siquiera una persona en la cual confiar— tengo tiempo, Ian aún no es un posible candidato a matrimonio —suspiró relajando un poco su postura por fin dignándose a ver a otros paisajes, árboles por doquier, algunos más frondosos que otros, los cuales generaban sombras bastante aterradoras; flores que generaban un bello camino, pero no lo entendía, era la primera vez que veía ese camino de rosas.
Una hermosa cabellera blanca atinándole a plateado apareció repentinamente, debía admitir que se sentía maravillada por eso, así que decidió bajar para echar un vistazo, por fortuna no estaba tan alta su habitación. Conforme iba caminando las rosas se iban abriendo mostrando un ligero brillo, eso la hizo sonreír después de permanecer casi dos semanas en ese lugar, al menos algo bueno estaba sucediendo. Siguió caminando, no veía un final para su pequeño paseo, al menos no hasta que encontró el inicio de un laberinto; rosas de distintos colores adornaban la entrada y guiaban hacia un solo lugar, ni siquiera parecía un laberinto; avanzó, recordaba lo que ese lugar significaba, también lo que implicaba entrar y terminar el recorrido. Un lugar solo para Erika, ese era su escape de la realidad, era consolada siempre que algo salía mal, cuando sus padres murieron, cuando se enteró del complot contra ella, ella lo llamaba "Mi salvador"; nunca se dio una descripción como tal de ese héroe anónimo que Erika tenía, solo era una pequeña pieza para toda esa historia.
Nombre desconocido, apariencia desconocida, sexo desconocido, todo en ese personaje era desconocido, como si nunca hubiera existido, pero ahí estaba, enfrente de los ojos de Erika, luciendo tan magnifico como en algún momento llegó a imaginarlo, el apodo de "Ángel" quedaba mejor. No había palabras para describirlo, las emociones que estaba sintiendo tampoco sabía cómo expresarlas, su corazón latía frenéticamente, su rostro ardía, por lo que imaginaba estar roja; sus piernas no respondían como quería, sentía que en cualquier momento caería de rodillas ante semejante belleza, y así fue. El poco oxígeno que estaba recibiendo la debilitó más de lo que ya estaba, sus piernas titubearon a tal grado de hacerla temblar, avanzar un par de pasos y caer de rodillas frente a aquel hermoso hombre obteniendo la distancia suficiente para fijarse en sus ojos.
- Qué bonitos... —fue lo único que pudo pronunciar, ni siquiera supo que lo dijo en voz alta, al menos no hasta verlo sonreír.
- Gracias —estiró su mano hacia ella ayudándola a ponerse de pie; la sujetó de la cintura atrayéndola a él una vez la tuvo cara a cara, le dedicó una gentil sonrisa que lo hacía ver todavía más hermoso de lo que ya era— me alegra saber que volviste —acarició sus cabellos con delicadeza, no le quitaba la vista de encima, se embriagaba cada vez más con el bello color de los ojos de Erika— mi dulce reina —agarró un mechón de su cabello para besarlo— sufrí noches por usted, años, toda mi vida fue un martirio sin su presencia, me alegra saber que mi último sacrificio fue todo un éxito.
"Mi reina", solo una persona en toda la novela le decía de esa forma a Erika, lo identificó de inmediato, aunque había un pequeño hueco ¿Cómo entró a esa propiedad? Se supone que los Dietrich tienen la mejor seguridad de todo el Imperio solo después de la Familia Imperial; también estaba el hecho de que entró en un laberinto "especial", creado exclusivamente para Erika, nadie más.
- ¿Cómo tú-? —el contrario sonrió, acción suficiente para hacerla guardar silencio, seguía atontada con aquel rostro, le era imposible dejar de mirarlo.
- Tengo mis trucos —empezó a dar vueltas cual baile, la sujetaba delicadamente, guiándola con total calma; le sorprendió que la pelirroja supiera seguirle el ritmo así que su única manera de expresarle su felicidad fue manteniendo la sonrisa— mi reina —nuevamente ese apodo, sabía que lo ocupaba en dos situaciones, la primera era cuando le iba a pedir un favor, algo insignificante siendo sinceros, pero muy importante para él; y la segunda era para coquetearle o demostrarle que la estaba observando, no en modo acosador, sino en el sentido de que siempre estaría al tanto de ella, aún si su vida peligraba— ¿Ya te han anunciado a tu prometido? De ser así, me gustaría tener la aprobación de tu padre para ser un posible candidato.
- Vienes a medianoche, invades mi jardín, me sujetas como si fuera tu esposa o algo similar —lentamente se fue alejando del joven cubriéndose inútilmente— me ves en camisón, debería de darte vergüenza —le devolvió la sonrisa observando un leve sonrojo en el rostro del más alto— mi prometido ya ha sido elegido, desde que tengo uso de razón he estado preparándome para poder abarcar perfectamente ese papel, gracias por la propuesta, pero no gracias, por ahora estoy ocupando mi mente en varias actividades a la vez, necesito otra perspectiva,
Le dio la espalda alejándose de ahí, no se dignó a observarlo, era lo mejor en esos momentos, tratarlo como un desconocido acosador podría ser de utilidad en algún futuro. Fingir ignorancia no era su fuerte, podría fingir ser débil o alguien más, pero ser tonta no, su rostro la delataba.
- Habla como si me conociera —por eso odiaba tener que fingir con los demás— no recuerdo haberme presentado ante usted, señorita Erika —los pasos del mayor se escuchaban cada vez más cerca, por lo que no pudo evitar sentirse nerviosa ¿Qué le irá a hacer? — esto me facilita las cosas, si sabe quién soy no tengo por qué esconder mis sentimientos ante los demás.
- No es conveniente, preferiría que se mantuviera alejado de mí, no me gustan los disturbios, odio llamar la atención, con usted solo serán tragedias.
- Parece que no me conoce —sujetó sus hombros acercándose descaradamente a su cuello plantando un suave beso— ese era mi "antiguo yo" —se alejó abruptamente— es momento de que descanse, señorita,
- Espera ¿A qué te refieres con tu "antiguo yo"? —se giró con cierta desesperación, quería respuestas ¿Por qué había despertado en la muerte de Erika? ¿Por qué después de eso volvió a nacer en su cuerpo? No lo entendía y él parecía tener al menos las respuestas básicas que gradualmente la harían enloquecer al grado de querer seguir indagando en todo ese asunto. Desgraciadamente la respuesta a su pregunta jamás llegó, únicamente vio al mayor sonreírle gentilmente al mismo tiempo que picaba su frente haciendo que se desmayase de inmediato.
- Hay cosas que es mejor no saber —la cargó entre sus brazos al mismo tiempo que poco a poco iba saliendo el sol. Caminó hacia la salida de ese dichoso laberinto únicamente para encontrarse con el guardia personal de la chica— solo tienes una misión y mira lo que logras —le entregó a Erika a sus brazos a la vez que él iba desapareciendo— no te otorgué esta oportunidad por nada.
Una vez la sostuvo entre sus brazos fue cayendo de rodillas al verla tan tranquila durmiendo, durante todos esos días no había descansado como era debido, apenas probaba bocado y en parte creía saber por qué ¿Tenía algún recuerdo?, desde el fondo de su corazón esperaba que no fuera así, solo le quedaba tener fe.
- Lo lamento tanto... Erika...
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