Arenas Del Destino

Nasser estaba vistiéndose había armado una pequeña tienda de esas de acampada tradicional, había sido invitado a compartir la cena con los hombres, en Wadi Al-Rimal seguían al pie la tradición los hombres, por un lado, y las mujeres por el otro sobre todo si no eran familia.

Él se había criado en la ciudad, su padre al igual que toda su abuelo eran hombres, que habían visto el mundo y recibido educación, dada la posición social de sus padres él habia podido viajar al extranjero, Londres, un verano en Ibiza junto a un grupo de amigos antes de ingresar a la universidad, si bien había estudiado en Rhaydan, dada sus buenas notas había realizado un intercambio estudiantil. Pero en lugares como ese una mirada furtiva, una palabra mal dicha era una ofensa al honor y se pagaba con la vida.

Nasser salio de la tienda y camino hacia donde estaban los hombres vestido con un simple pantalón y una túnica blanca, el cabello cubierto para no llenarse arena.

Mientras caminaba, sentía cómo los murmullos, las risas graves y el chisporroteo de las brasas lo guiaban hacia el círculo de veinte hombres reunidos alrededor del fuego. El campamento entero era mucho más grande, unas sesenta familias.

Uno de los hombres se levantó para recibirlo.

—Soy Ahmed Al–Jabari, hijo de Farid, líder del campamento, ellos eran la familia con mas antiguedad en el oasis, llevaban en ese lugar generaciónes. —Su voz era firme, y sus ojos oscuros transmitían una mezcla de curiosidad y respeto—. Le agradezco lo que hizo por mi familia. La cabra que devolvió era nuestra. Mi hermana, en su terquedad, fue tras el animal y acabó perdiéndose en la arena.

Nasser inclinó levemente la cabeza, un gesto de respeto.

—Me alegra haber sido útil. Desde ya agradezco su hospitalidad —respondió con calma.

Ahmed asintió y lo invitó a sentarse entre los hombres.

—Eres nuestro huésped esta noche. Lo que tenemos es sencillo, pero es nuestro honor compartirlo contigo.

— Se lo agradezco.

Después de unos instantes de silencio, mientras pasaban dátiles y carne asada, Ahmed volvió a hablar.

—Y dígame, forastero… ¿qué lo trae hasta Wadi Al-Rimal?

—Estoy de pasada —contestó Nasser, sin dar demasiados detalles—. He abandonado Rhaydan… y todo lo que eso implica. No tengo aun un destino claro, pero ya no quería vivir allí. —Su voz era serena, pero llevaba un peso real—. A veces el pasado se convierte en una cadena…

Un murmullo recorrió el grupo. Ahmed inclinó la cabeza, reconociendo en esas palabras más verdad que evasivas.

—Muchos recuerdan su cercanía con la heredera —dijo sin rodeos—. Su nombre y el de ella siempre iban juntos en boca del pueblo.

Nasser no esquivó el comentario; lo enfrentó con dignidad.

—Lo que compartimos quedó atrás. Y si me fui , es porque no puedo aceptar ciertas cosas que allí se han convertido en costumbre. —Lo miró fijo—. Prefiero el desierto incierto, ya encontrare mi destino.

Hubo un silencio respetuoso, y entonces Ahmed asintió lentamente.

—Entiendo. El que busca tradición siempre encuentra un lugar entre nosotros. Mi padre querrá hablar con usted. Quizás Wadi Al-Rimal pueda ser más que un paso en su camino.

— Será un placer hablar con su padre.

Horas después sentado frente al fuego qué había prendido junto a su tienda, Nasser observó como las mujeres limpiaban donde ellos habían cenado, mujeres cubiertas de pies a cabeza.

 Nasser se tiró junto al fuego mientras miraba las estrellas y escucho balar una cabra, ¿sería la loca de la cabra la hermana de Ahmed?.

Si lo era, además de lunática era bien embustera, ¿a quién le había mentido?, ¿a el ?, ¿a su familia?.

Como fuera, si era esa loca, él no pensaba delatarla, lo único que le faltaba que terminaran de amarrarlo con una cabra loca, porque como fuera él estuvo solo con ella en el abrevadero.

Sámira miro preocupada hacia donde se encontraba el forastero, lo único que esperaba era que se fuera pronto.

A la mañana siguiente, Sámira se dirigió a lavar ropa al oasis, había otras jóvenes.

— Has visto al forastero, debe ser muy guapo. Dicen que fue esposo de la princesa comento Rawan.

— No lo he visto , no creo que se quede aquí debe ser un hombre muy instruido comento Laila.

— Pues si se queda aqui más de uno intentará que se una a su clan, hay varias jóvenes solteras replicó Muna otra mujer.

Sámira abrió sus ojos, ¿sería cierto que fue esposo de la princesa?, maldito idiota todo era su culpa, si él no hubiera aparecido en el abrevadero, ella estaría camino a Jaddara...