La Raíz De Mi Felicidad

Briagni llega a la casa, con el cabello aún húmedo por la ducha rápida que se dio antes de salir del apartamento de Evander. Vistiendo la ropa del día anterior, sin poder ocultar esa caminata medio lenta, como quien viene de vivir una experiencia religiosa. Apenas cruza la puerta, Micaela ya la está esperando en la sala, con una copa en la mano, como si supiera que se viene una novela.

—¡TARDE, PERO SEGURA! —grita Micaela apenas la ve—. ¡Te he estado esperando con la ansiedad de una telenovela mexicana! ¡Suelta! ¡Suéltalo ya ya ya ya ya!

Briagni sonríe, dejando las llaves en la mesita y tirándose de espaldas al sofá con un suspiro largo. Cierra los ojos.

—Amiga…

—¡Ay no! ¡No me hagas esto! ¡Habla! —Micaela se sienta a su lado, pegada como chicle.

—¡Te juro que no sé ni por dónde empezar! Es que amiga… ¡no fue un polvo! ¡Fue una maldita experiencia trascendental! ¡Fue arte!

—¡Cuéntame TODO o me muero!

—Bueno… cuando salimos de la disco él fue el que me dijo que fuéramos a su carro, pero yo ya tenía clarísimo que esa noche iba a ser mío, amiga es que lo vi y dije imposible que no me lo coma, y pues ahi te mandé ubicación y el mensaje a ti, obvio, por si me secuestraba o algo.

—¡Lo vi! “Amiga me estoy comiendo un bombón que se me apareció por aquí”… ¡Yo pensé que era una metáfora!

—¡Nooo! ¡Era literal! ¡Un bombón humano! Rubio, blanco como porcelana, con esos ojos azules de otro mundo… ¡y qué cuerpo, Mica, qué cuerpo! Como tallado por los dioses. Todo lo que yo quiero para que mi hijo… digo, todo lo que yo quiero para una noche.

—Ajá… sigue, sigue… ¡no te me escapes!

—Fuimos a su apartamento… y amiga, no era cualquier huequito. Era un piso en el centro, todo lujoso, pulcro, huele a caro, a cuero importado. ¡Yo no sabía si tirármelo o pedirle que me adoptara!

—¡JAJAJA! ¡Yo ya estaría sacando la cámara para OnlyFans!

—¡Cállate! Entramos… y él muy serio, como con esa masculinidad silenciosa que no grita pero se siente. Me ofreció un vaso de agua, se sentó, me miró como si estuviera leyendo mi mente. ¡Y bueno! El resto fue historia.

—¡NOOO! ¡NO ME CORTES ASÍ! ¿Y? ¿Cómo fue? ¡Yo necesito textura, sabores, sensaciones!

—Amiga… me tomó como si yo fuera suya desde hace siglos. Cero vulgar, cero rápido, todo medido, con intención. Me agarraba como si me conociera. Y cuando me besaba… ¡ufff! Yo decía: esto no es sexo, esto es magia negra.

—¿Y las piernas?

—¡Ni las siento! ¡Me duele todo! En el mejor sentido de la palabra. ¡Casi no me puedo levantar hoy! Y no te digo más porque me sonrojo.

—¡Ay Dios mío! ¡Yo quiero uno! ¿Y se cuidaron? ¡Por favor dime que se cuidaron!

—¡Sí, sí! Obvio. No soy tan loca.

(Miente. Pues aún no sabe si esa noche funciono, igual solo ella lo sabe).

—¡Uff menos mal! Porque eso suena a que podrías haber salido de ahí con gemelos… ¡de lo bueno!

Briagni solo sonríe, mirando al techo con expresión soñadora.

Su mente vuela entre las sábanas, el aroma del cuerpo de Evander, y ese nombre que ahora guarda como un pequeño tesoro.

Ella no dice nada más. Micaela habla, bromea, ya está planeando cómo va a rastrear al tipo en redes sociales. Pero Briagni solo piensa en una cosa:

“Ya está. Tengo lo que quería.”