El Alma de un Líder

El abuelo Bahram estaba asombrado con el joven frente a él. El abuelo Bahram también sintió que no eran gente común.

"Será mejor que se vayan a casa después de que asemos la carne de conejo", dijo el abuelo Bahram.

Se miraron y asintieron con la cabeza en señal de acuerdo. Carla se acercó a Sofía, que estaba sentada afuera de la casa.

Para ser honesta, se sentía avergonzada con la presencia de esos chicos guapos, pensó que Carlos y Diyan eran los más guapos. Resulta que los que vinieron no eran menos guapos.

"Hola, ¿por qué afuera?" preguntó Carla.

"Buscando aire, adentro a veces es un poco sofocante porque el lugar es un poco estrecho", respondió Sofía.

"Mi hermano nunca ha sido así con una chica, parece que le gustas", dijo Carla.

"Jaja, no bromees. Solo soy una chica pueblerina que no tiene nada y solo vive al borde del bosque. Yo..."

"El sentimiento de gusto no mira a nadie, ya sea pueblerino o qué. Pero si puedo ser honesta, eres hermosa", interrumpió Carla.

Sofía se quedó en silencio, luego el abuelo Bahram la llamó para limpiar el conejo que luego se asaría.

Carla se ofreció a ayudar. De todos modos, estaba acostumbrada a hacer ese tipo de trabajo.

"Dejennos hacerlo a nosotros, abuelo", dijo Keenan ofreciéndose.

"No es necesario, solo les causará problemas", dijo el abuelo Bahram. Pero aun así querían hacerlo y no dejar que Sofía y Carla lo hicieran.

"Ustedes preparen la leña, yo limpio el conejo", pidió Carlos.

Simplemente obedecieron, luego Carlos llamó al jaguar con voz fuerte. Sofía miró a Carlos, que con descaro llamaba a su mascota.

"¿Por qué? ¿No lo aceptas?" preguntó Carlos al ver la mirada de Sofía.

"Ese es mi mascota, ¿por qué lo llamas tú?" respondió Sofía.

"Heh, el alma gemela es un reflejo de uno mismo", murmuró Axelle. Carlos ciertamente no lo escuchó, porque los que estaban cerca de Axelle eran solo Keenan y Virendra.

"¿Qué quieres decir?" preguntó Keenan.

"Solo mírenlos, encajan. Ambos son amantes de los animales salvajes", respondió Axelle.

"¿Cómo sabes que es un animal salvaje?" preguntó Virendra.

"Solo esperen, ustedes dos parecen no conocer a Carlos", respondió Axelle.

No mucho después, el jaguar llegó corriendo hacia ellos. El jaguar se acercó a Carlos y se sentó moviendo la cola en el suelo.

"Ahí lo ven", dijo Axelle.

Solo observaban al animal que estaba esperando la carne de conejo. Esperando obtener una parte de Carlos.

"Jaguar, no te acerques demasiado a ellos, se asustarán", dijo Carlos cuando el jaguar olfateaba a los tres jóvenes guapos que estaban preparando la leña.

El jaguar obedientemente se alejó un poco, luego se acercó a Sofía y Carla. Carla estaba un poco asustada, pero Sofía dijo que lo había criado desde que era pequeña.

Carlos le dio un poco de carne de conejo al jaguar. Pero el jaguar simplemente lo olfateó sin comerlo.

"¡No seas quisquilloso!" reprendió Carlos afirmando.

Solo entonces el jaguar se lo comió. El abuelo Bahram estaba tan asombrado de que la mascota de su nieta obedeciera a Carlos.

"De hecho, tiene un verdadero espíritu de liderazgo", pensó el abuelo Bahram.

Mientras tanto, en el hotel...

El Primer Ministro se tomó el tiempo de visitar el hotel donde se hospedaban Carlos y Diyan. A petición de Carlos, el Primer Ministro quería recoger las pertenencias de los dos jóvenes.

"Saludos, señor Primer Ministro", dijo la recepcionista del hotel.

"Sí, quiero pedir la llave de la habitación 3606", dijo el Primer Ministro.

"Lo siento, señor, si me permite preguntar, ¿para qué necesita la llave de esa habitación?" preguntó la recepcionista amablemente.

"¿Necesito decírtelo? ¡Esta es una orden del rey!" enfatizó el Primer Ministro.

La recepcionista le dio la llave. Luego, el Primer Ministro con sus dos guardaespaldas entraron en el ascensor hacia la habitación mencionada.

La recepcionista le dijo al gerente del hotel que el Primer Ministro había venido a revisar la habitación.

Al escuchar eso, el gerente del hotel se apresuró a reunirse con el Primer Ministro. Mientras tanto, el Primer Ministro había llegado frente a la puerta de la habitación.

Abrió la habitación y encontró que estaba vacía. Incluso los artículos que Carlos había mencionado ya no estaban allí.

"Señor, lo siento", dijo el gerente del hotel.

"¿Dónde están las cosas aquí?" preguntó el Primer Ministro.

"Hace un momento, tres jóvenes y una mujer se llevaron las cosas. Los usarán como evidencia", respondió el gerente del hotel.

El gerente del hotel estaba cada vez más convencido de que los dos jóvenes eran criminales que habían huido aquí. Además, el Primer Ministro nunca había estado en este hotel, pero esta vez vino y registró la habitación directamente.

Como no encontró nada, el Primer Ministro se fue inmediatamente de ese lugar. Quería ir al lugar de Carlos para dar la noticia.

"¿Quiénes son? ¿Son enviados del rey William?" pensó el Primer Ministro.

"Confío en ustedes, así que no dejen que este problema llegue a oídos del rey", dijo el Primer Ministro.

"Bien, señor, entendemos", respondieron ambos al unísono. Luego, el Primer Ministro les ordenó ir a un lugar.

A lo largo del camino, el Primer Ministro seguía pensando en las pertenencias de Carlos. Porque otras personas ya se le habían adelantado.

"Tengo que disculparme con los dos jóvenes, llego tarde para recoger sus cosas", pensó el Primer Ministro.

El Primer Ministro y sus dos guardaespaldas llegaron a ese lugar. Estaban sorprendidos de que hubiera un coche estacionado allí.

El Primer Ministro observó de cerca la matrícula. Que resultó ser un coche de este país.

El Primer Ministro se sintió un poco aliviado porque el coche no pertenecía a la realeza. Porque la matrícula es diferente. Si el coche pertenece a la realeza, la matrícula es especial solo para la realeza.

"Señor, parece que alguien ha venido a este lugar", dijo uno de los guardaespaldas.

"Sí, lo sé", dijo el Primer Ministro.

El Primer Ministro les pidió que esperaran aquí. Mientras tanto, el Primer Ministro se reuniría con el abuelo Bahram, Carlos y Diyan.

Vagamente escuchó el sonido de risas desde detrás de la casa. Con pasos lentos, el Primer Ministro se acercó a la casa.

"Eh, ¿a dónde fueron?" murmuró el Primer Ministro.

Resulta que se escondieron porque sabían que alguien venía. Aunque el Primer Ministro caminaba lo suficientemente lento como para no ser escuchado.

Pero aquellos que son muy sensibles ciertamente lo sabían. Por lo tanto, se escondieron rápidamente.

"Salgan, no hay necesidad de esconderse", dijo el Primer Ministro.

Pero no fue una persona la que salió, sino un jaguar que corrió hacia el Primer Ministro. Al ver que un animal salvaje se acercaba, el Primer Ministro corrió inmediatamente y se subió a un árbol.

"Shhh... shhh... shhh", ahuyentó el Primer Ministro al jaguar.

"Cálmate, tío, solo está bromeando", dijo Carlos que salió de su escondite. Luego los demás también salieron de sus respectivos escondites.

"Los animales salvajes no son para bromear, ¿y si muero?" dijo el Primer Ministro.

"¿Qué te trae por aquí? Si vienes a menudo, el rey sospechará", preguntó el abuelo Bahram.

"Primero ahuyenta al animal, si es así, ¿cómo puedo bajar?" respondió el Primer Ministro.

Sofía le pidió al jaguar que se alejara. Obedientemente, el jaguar se alejó, solo entonces el Primer Ministro bajó del árbol.