Mariza, una mujer con una extraña profesión, y que no cree en el amor, se convierte en la falsa prometida de William, un empresario dispuesto a engañar a su familia con tal de no casarse.
Por cosas del destino, sus vidas logran cruzarse y William al saber que ella es una estafadora profesional, la contrata para así poder evitar el matrimonio.
Lo que ninguno de los dos se espero es que esa decisión los llevaría a unir sus vidas para siempre.
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capítulo 10
Mientras subía al auto, tomé la llamada de Santiago. Sin darme tiempo a decir nada, él preguntó:
—¿Mariza, qué sucede? Tengo varias llamadas perdidas de nuestra relacionista pública y la junta directiva está a punto de reunirse por una noticia que acaba de llegar esta mañana.
—Santi, tranquilo, ya me hice cargo de eso —empecé a contarle todo lo sucedido para que pudiera comunicárselo a nuestros accionistas, y al terminar, agregué—: Lamento no habértelo dicho antes, pero debía resolverlo rápido antes de que esto afectara la imagen de nuestro hotel.
—Mariza, me importa más tu seguridad. Debiste informarme de esto, yo te habría acompañado. No estás sola… Hablando de eso, ¿por qué el CEO de Friedman Motors estaba contigo?
Sonreí al oír sus palabras y respondí:
—Vaya, no se te escapa nada, hermanito.
—No cambies de tema.
—Es un amigo. Me vio en esa situación y decidió acompañarme. Te contaré más a detalle luego, hermano.
—¿Con que un amigo, eh? Bueno, hablaremos más tarde. Voy a hablar con la junta y viajaré a París para ayudarte con...
—Hermano, esto ya está solucionado. Mañana mismo volveré a Londres. Te dije que estaría allí dos semanas. Solo vine a París a solucionar esto en persona, pero debo volver, ya me comprometí.
—Aun así, voy a ir. Londres no queda tan lejos. En cuanto me asegure de que todo esté bien, iré a hablar contigo.
—No cambiarás de opinión, ¿verdad? Está bien, avísame cuando estés en Londres. Te amo, tengo que irme.
—Yo también. Pero aun así, hablaremos luego.
Cuando colgué la llamada, la mirada de William me interrogaba. Al ver que no decía nada, preguntó:
—¿Está todo bien?
—Por ahora, sí, pero mi hermano está furioso. Lo conozco muy bien y sé que me espera un buen regaño cuando me vea.
Vi cómo William sonreía antes de decir:
—Veo que tienen una relación muy especial.
—Sí... Él es mi única familia, mi amigo y el hombre más importante en mi vida.
—Comprendo. En mi caso, son mi hermana y mi madre. Disculpa que pregunte, pero… ¿nunca hubo alguien especial?
—¿Te refieres a si estuve en pareja? —Al notar cómo me miraba, sonreí y agregué—: ¿Ya viste a lo que me dedico? No creo en el amor. Las personas son muy cambiantes. La mayoría de las parejas que he separado una vez dijeron amarse y luego cambiaron de opinión. Prefiero invertir mi tiempo en otra cosa. No digo que no tenga citas, las tengo, pero nunca dejo que se vuelva algo serio.
William solo asintió y agregó:
—Ya veo. Mi familia se puso muy feliz al saber que me casaría. Nunca creyeron que algún día pudiera comprometerme. Yo también creo lo mismo que tú. Fuera de mi familia, no confío en los sentimientos de los demás. En nuestra posición, la gente suele acercarse solo por interés y...
—...nos utilizan para escalar más alto. Lo sé.
Después de unos minutos volvimos a la habitación. En cuanto llegamos, mis amigos y la hermana de William nos preguntaron qué había pasado. Les contamos que en la estación de policía dimos nuestra declaración y entregamos la memoria con toda la información de las estafas anteriores y la que afectaba a nuestro hotel. Luego, todos nos fuimos a dormir, ya que había sido un día agotador.
A la mañana siguiente, luego de alistarnos, decidí invitar a mis amigos y a William, junto con su hermana, a desayunar en agradecimiento por todo lo que hicieron el día anterior. Mientras desayunábamos en un hermoso y fino restaurante, Maia, quien leía las noticias, preguntó:
—¿Ya vieron las noticias? —Dejé mi taza de café a un lado y la miré directamente mientras agregaba—: Todo el mundo está hablando de ustedes.
William levantó la mirada al oír eso, y respondí:
—¿Sí? ¿Qué dicen?
—Están hablando del tipo de relación que tienen ustedes dos. Hermano, deberías enviar un comunicado y anunciar tu compromiso. Por cierto, ¿cuándo se van a casar?
—En agosto...
—Septiembre… —William me miró y rápidamente agregó—: Lo siento, tienes razón. En septiembre es la luna de miel.
Maia lo miró con sospecha y dijo:
—Faltan solo seis meses. ¿Ya tienen todo lo que necesitan? Hermano, debes organizar una fiesta de compromiso para reunir a las familias. Sé que ambos están ocupados con sus trabajos, ¿pero no deberían invertir más tiempo en esto?
Intenté improvisar y respondí:
—Queríamos esperar… pero creo que tienes razón. Cuando pase tu boda, empezaremos con todos los preparativos.
William asintió y ya nadie tocó más el tema, aunque sabía que esa conversación volvería pronto.
Tras el desayuno, mis amigos regresaron al hotel y William y yo acompañamos a Maia a buscar algunas cosas para su ajuar. La mañana pasó volando y al regresar al hotel, decidimos que ya era momento de volver a Londres. Luego de alistar todo, nos dirigimos al aeropuerto.
Eran las ocho de la noche cuando llegamos a la mansión Friedman, y como era de esperarse, la madre de William, Sarah, nos esperaba con la cena lista para conversar sobre nuestro viaje. La conversación iba muy bien hasta que Maia dijo:
—Madre, ¿no te dijeron? Ellos planean casarse en agosto.
Sarah dejó su comida de inmediato y, mirando a su hijo, exclamó:
—¿William, eso es verdad? Pero… casi no hay tiempo.
William me miró pidiendo ayuda, así que respondí:
—Sí, bueno, aún no tenemos la fecha exacta, pero queríamos una boda en verano.
—¡Pero estamos atrasadísimos! Necesitamos la iglesia, el salón, los trajes, el vestido, las invitaciones… la fiesta de compromiso… Tendrán que darme una lista de invitados para que pueda encargarme de todo. Por lo que veo, ambos son igual de despreocupados. Si dejo esto en sus manos, no se casarán nunca. Tienen suerte de que ya tengo práctica con la boda de Maia, y puedo encargarme de esto con los ojos cerrados.
Al oír sus palabras, también me sentí nerviosa y dije:
—Es que… no queremos algo tan grande. Planeamos algo pequeño, sencillo…
—Querida, no sé qué tan sencillo lo quieres, pero tienes que tener en cuenta que nuestra familia es numerosa. Lo más pequeño y sencillo que podemos hacer implica un mínimo de doscientas personas. Eso sin contar a tus invitados.
William también empezaba a tensarse, así que intervino:
—Podemos hablar de esto luego, madre. Estamos cansados, queremos terminar de cenar e ir a dormir.
—Muy bien, solo por ahora lo dejaré pasar. Pero tenemos que hablar de esto. Por cierto, ¿cuándo podemos reunirnos con tu familia, querida? Sería bueno saber qué piensa tu hermano sobre su relación.
Sonreí, algo forzada, y respondí:
—Le preguntaré cuando hablemos mañana. Mi hermano está muy ocupado en este momento con la fusión de nuestra empresa, pero le pediré que se haga un espacio.
La señora Sarah asintió y, después de eso, nadie más tocó el tema. Cuando William y yo finalmente estuvimos solos en su habitación, dije:
—Dios… discúlpame por eso. Me tomaron por sorpresa, no sabía qué decir.
—No te preocupes. Yo también me quedé sin palabras. Espero que no sigan insistiendo con todo esto…
—Debemos armar un plan para despejar todas sus dudas y responder bien a las preguntas que nos hicieron hoy.
—Está bien. Si no te molesta, iré a bañarme primero.
Asentí y, mientras él iba al baño, llamé a mis amigos para pedirles que, entre los dos, crearan una historia que nos ayudara a capotear esta situación. Cuando acepté este trabajo, nunca creí que sería tan difícil tratar con la suegra… De hecho, si lo pensaba bien, aunque fuera falso, esta era la primera vez que un hombre me presentaba a su familia. Tal vez por eso no podía mantenerme serena frente a esa mujer. Desde que llegamos, la señora Friedman lograba ponerme nerviosa con cada pregunta que salía de su boca.
Por otro lado, agradecía que todo esto fuera solo un montaje… Porque si fuera real, no sabría cómo tratar con ella.
, no podías ser tan wey, como vas y besas a esa cucaracha mal habida