Reencarne En Una Jodida Villana.

En Alfea las cosas no andaban del todo bien.

El príncipe Luis se había dado cuenta de que Natalia no era la señorita que siempre aparentaba ser. Luego de que su primo le aconsejara que se alejara de ella para que recapacitara en su actitud, Natalia no hacía más que buscarlo y acosar a todos los sirvientes del palacio, valiéndose de su nuevo título. Aún no se habían casado y ella ya intimidaba tanto a los sirvientes como a las jóvenes nobles de la corte.

Luis habló con su madre y le contó la situación. Le confesó que había notado que la chica ya no era la misma de quien se había enamorado.

—No lo sé, madre… Creo que nunca me di cuenta de quién era realmente hasta que mi primo mencionó cómo se comportaba conmigo. Siempre creí que era una joven dulce y buena, pero en estos últimos días vi una faceta suya que no me agrada para nada. Tal vez el sentimiento de deber que tengo hacia ella, por haberme salvado la vida, hizo que me cegara e ignorara muchas de sus actitudes.

La emperatriz frunció los labios y, algo dudosa, dijo:

—Cariño, tengo que contarte algo. El marqués Navarro habló hace algunos días con nosotros y nos confesó algo que creo que debes saber.

Le contó la verdad sobre el día del accidente y luego agregó:

—El marqués dijo que no sabía que tú habías confundido a tu salvadora, y tampoco creyó que eso cambiaría nada, ya que estabas enamorado de la señorita Natalia. Pero aun así, quiso ser sincero con nosotros antes de que te casaras.

Luis la miró con el rostro fruncido.

—Entonces, ¿todos estos años ella me engañó?

La emperatriz, al ver cómo su hijo se enfurecía a cada segundo, intentó calmarlo:

—¿Por qué lo dices, cariño? ¿No fuiste tú quien las confundió?

—¡No! —espetó furioso—. Natalia siempre me contó cómo había caído y cómo corrió a salvarme antes de que me hundiera en el fondo del río. Ella deliberadamente me mintió y usurpó el lugar de su hermana. Se aprovechó de mí y de mis sentimientos…

Cada vez más colérico, Luis se levantó del asiento —estaban en el jardín— y dijo:

—Pero esta mentira se termina hoy.

Sin más, se dio media vuelta y salió del jardín sin siquiera escuchar los llamados de su madre.

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En el marquesado, el marqués Aurelio recibió la carta de su hermano pidiéndole viajar lo antes posible. Aunque no especificaba los motivos, sus palabras eran claras y urgentes. Sin perder tiempo, salió de su oficina para organizar todo para su viaje, pero pronto escuchó mucho ruido proveniente de la sala.

—¡Alteza, juro que no es así!

Luis se soltó del agarre y respondió:

—No mientas más. Tu padre fue quien les contó la verdad a los míos. Todo este tiempo te creí inocente, sincera… y no eres más que una mentirosa que solo busca escalar a base de engaños.

Aurelio entendió de inmediato lo que estaba ocurriendo, pero aun así no podía permitir que el príncipe humillara a su hija de esa manera.

—Alteza, es suficiente.

Luis volteó con el rostro contraído por la furia.

—Tiene razón, marqués. Es suficiente. —Volvió a mirar a Natalia con odio—. Sobra decir que este compromiso queda cancelado. No puedo casarme con una mujer que me mintió desde el principio y utilizó trucos sucios para manipularme.

Sin más, el príncipe abandonó el marquesado. Natalia cayó de rodillas al suelo.

—Padre, esto… yo…

Aurelio lamentaba verla así, pero sabía que todo era consecuencia de sus propias decisiones. Se acercó y, abrazándola, murmuró:

—Lo siento, pero no podía ocultar algo así. Tú y tu madre no debieron mentirle al príncipe de esa manera.

—Lo hice porque lo amo. Él tiene que entender que fue solo un error…

Aurelio no respondió y solo la consoló en silencio.

Esa noche, la marquesa se enteró de lo sucedido gracias a su doncella. Al enterarse de los detalles, se dirigió furiosa a la oficina de su esposo.

Entró de golpe, gritando:

—¿¡Cómo pudiste traicionar a nuestra hija así!?

Aurelio levantó el rostro con calma.

—¿Yo la traicioné?

—¡Sí! ¿Cómo pudiste decirle a los emperadores algo que pasó hace tanto tiempo? ¿No mediste las conveniencias?

—No. Quienes no midieron las consecuencias fueron ustedes. —Miriam lo miró furiosa, pero él continuó—. ¿Cómo pudiste envenenar a nuestra hija para que engañara al príncipe haciéndose pasar por su hermana? ¿Eso le enseñas?

—¡El príncipe las confundió! ¡Nosotras no hicimos nada!

—Eso no fue lo que escuché hoy. El príncipe está furioso porque no solo no lo sacaron de su error, sino que se aprovecharon de él. ¿Pensaron en lo que habría pasado si se enteraba después del matrimonio? Igual habría sido rechazada, pero con su reputación arruinada. Esto fue lo mejor…

—¿¡Lo mejor!? ¿¡Para quién!? ¿Para tu hija? Me niego, no dejaré que Camila le robe el prometido a Natalia…

Aurelio abrió los ojos, incrédulo.

—¿Pero qué estás diciendo, mujer? ¿Escuchas lo que dices? ¡Camila está en otro imperio y no tiene idea de lo que sucede aquí! ¿Y a ti te importa más la posibilidad de que el príncipe la elija a ella como prometida que la vergüenza en la que nos estás hundiendo por tu avaricia?

Miriam intentó recuperar la compostura.

—Es que Natalia está destrozada. No puedes permitir que el príncipe quiera a Camila. Sería una vergüenza para nuestra familia…

—Vergüenza es la que sentí yo hoy, al ver cómo el príncipe llamaba mentirosa a nuestra hija y la humillaba. Y no pude defenderla, porque todo esto es culpa tuya y de ella. —Miriam apretó el dobladillo de su vestido. El marqués suspiró—. Camila seguirá en el imperio de Málaga, si eso es lo que te preocupa. Pero si el príncipe la busca, no me opondré. Esto lo causaron ustedes sin mi consentimiento. Ahora salgan de esto solas.

Se levantó y fue a preparar su maleta. Planeaba viajar al día siguiente, pero después de esto, partiría esa misma noche. No soportaba estar bajo el mismo techo que Miriam. No podía creer que había vivido tantos años engañado. La mujer que creyó bondadosa, humilde y amable… resultó ser una trepadora, y eso era lo que le enseñaba a su hija. Sin pensar más, se dispuso a salir de la mansión lo antes posible.

Por su parte, Miriam estaba furiosa, pero no pensaba quedarse de brazos cruzados. Al día siguiente, hablaría personalmente con los emperadores…