Rómulo Carmona Jr. es hijo del hombre más poderoso y temido del país y ante el mundo, es el heredero devoto, y la sombra perfecta de su padre. Pero en su interior, lo odia con cada fibra de su ser, porque Carmelo Carmona, es un tirano que lo controla todo, y ha decidido su destino sin dejarle opción: un matrimonio por conveniencia con Katherine León.
Para Rómulo, casarse con ella es la única manera de proteger a la mujer que realmente ama, sin embargo, lo que comienza como una obligación, pronto se convierte en un viaje inesperado y en el camino, descubre que los sentimientos pueden surgir cuando menos te lo esperas.
¿Podrán Rómulo y Katherine encontrar la felicidad en un matrimonio marcado por el deber?, o, por el contrario, estarán condenados a vivir en las sombras de un destino que ellos nunca eligieron (Historia paralela de la saga Romance y Crisis)
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Capítulo IX: Traicionar lo que más amas para salvarla parte 9
No era una relación romántica en el sentido tradicional, porque no había pasión arrebatadora ni confesiones profundas, solo momentos compartidos en los que ambos se mostraban sin presión, sin falsas apariencias, más como amigos que como futuros esposos.
Katherine, con su inteligencia aguda y su visión del diseño, lograba captar la atención de Rómulo de manera genuina, ella no intentaba impresionar, no jugaba el papel de la joven perfecta para él, solo era ella misma, y eso, de alguna manera, comenzaba a gustarle.
Pero en su corazón, algo seguía sin estar completo, Natalia seguía enviándole mensajes, tratando de entender su silencio. Rómulo los veía, los leía, pero no respondía. Cada palabra que ella escribía era una herida abierta que él no podía cerrar, porque qué podía decirle, además de cómo podía explicarle que, ahora que su relación había cruzado los límites, él la dejaría atrás, porque de no hacerlo ella correría un destino peor que la muerte.
Se sentía dividido, atrapado entre el deber y el deseo, entre lo que siempre había querido y lo que ahora comenzaba a descubrir.
Y aunque aún no sabía qué camino tomar, lo único que tenía claro era que su vida estaba cambiando irremediablemente.
La reunión entre ambas familias fue una mezcla de diplomacia, interés y cálculo silencioso y fue algo inevitable debido a la presión de la familia León.
Edison, como era de esperarse, era el más entusiasta, debido a que se dio cuenta de que esta unión era una oportunidad estratégica invaluable, para él, no solo era una alianza poderosa, sino un golpe de consolidación en su círculo de influencia.
Carmelo, por su parte, se mantenía más reservado, observando todo con esa mirada calculadora que siempre lo caracterizaba, porque sabía que esta familia tenía recursos, influencia y conexiones, cosas que, aunque él ya poseía, nunca estaban de más fortalecer.
—Los chicos se llevan muy bien, lo cual es una buena noticia, —comentó Edison, con tono confiado.
Carmelo desvió la mirada hacia Katherine, analizándola con el ojo crítico de quien siempre mide el potencial de las personas.
Le parecía simple y que no era una mujer que emanara fuerza o peligro, pero tras ella había un respaldo muy difícil de ignorar y eso le gustó.
—Debemos determinar cuál es la mejor fecha para anunciar el compromiso — insistió Griselda
—Debemos dejar que ellos sean quienes decidan — dijo Carmelo con cálculo.
Con una sonrisa medida, decidió que no descartaría nada tan rápido, además, de que conocía perfectamente la debilidad de Margarita hacia Rómulo y que si la había escogido es porque era la mejor opción para él, cuando la reunión llegó a su fin, Carmelo le pidió a Rómulo que se quedara para conversar a solas.
Rómulo sintió el peso de la petición como una amenaza velada, pero, aunque su instinto le decía que rechazarlo, sabía que eso solo provocaría más problemas, así que respiró hondo y aceptó.
Se quedó allí, sentado frente a su padre, observando cómo el hombre servía un poco de whisky en su vaso antes de empezar a hablar.
—Hijo, el matrimonio es un juego de poder —comenzó Carmelo, con esa voz grave y calculadora—. No un asunto de amor ni de felicidad.
Rómulo mantuvo el rostro impasible, pero por dentro, el desprecio hacia esa mentalidad de su padre se acumulaba porque como olvidar como trató a su madre.
Mientras su padre hablaba, soltando toda su retórica sobre el matrimonio, el control, las estrategias, él se prometió a sí mismo que jamás sería como él, que nunca trataría a Katherine con irrespeto y jamás le sería infiel.
No porque sintiera algo profundo por ella, sino porque jamás permitiría que el matrimonio lo transformara en el monstruo que su padre representaba.
Pero, aunque sus convicciones eran firmes, su mente ya había diseñado su propio plan y estaba decidido a permanecer casado por solo tres años, tiempo suficiente para que Verónica alcanzara la mayoría de edad.
Tres años eran suficientes para amasar su propia fortuna, sin importar los medios y asegurarse que, cuando el momento llegara, no necesitaría el dinero ni la influencia de los Carmona para dejar la familia presidencial.
Solo necesitaría tres años para proteger lo que más valoraba en su vida, porque, al final, el único motivo por el que estaba en este juego era para sobrevivir en él.
Carmelo lo observó con atención, como si intentara leer lo que pasaba por su mente, no obstante, Rómulo mantuvo la expresión neutra, sin revelar nada, porque sabía que, si su padre realmente descubría su plan, ese futuro que quería construir jamás llegaría a existir.
Así que asintió, pretendiendo estar de acuerdo con cada palabra que su padre decía, mientras, por dentro, ya estaba diseñando su propio escape.
Cuando la conversación terminó, Carmelo se levantó con calma, como si todo lo que había dicho fuera una verdad absoluta que su hijo debía aceptar sin cuestionar.
Rómulo se preparaba para salir, listo para recuperar su aire, y cansado de su retórica, pero cuando su padre le sonrió sabía que aún no había terminado porque no era una sonrisa de satisfacción, sino una sonrisa calculada, el tipo de gesto que llevaba más amenaza que afecto.
—Espero que esta noche le propongas matrimonio a Katherine —dijo con voz tranquila, pero con un filo indiscutible en cada palabra—. O de lo contrario, ella puede dejar de estar interesada en ti.
Rómulo contuvo la expresión de desprecio que amenazaba con aparecer en su rostro, porque sabía que ese comentario no era una sugerencia, sino una orden disfrazada de preocupación.
Porque no se trataba de Katherine ni de lo que ella pensaba.
Se trataba de control y de asegurarse que él cumpliera con lo que se esperaba de él.
Rómulo se obligó a no reaccionar, y a no mostrar el impacto que esas palabras realmente tenían en su mente y con la voz más neutral que pudo lograr, asintió lentamente.
—Lo tendré en cuenta papá.
Carmelo lo observó por unos segundos, como si intentara leer más allá de su respuesta y luego sonrió nuevamente, esta vez satisfecho.
—Eso espero, hijo.
Y con esas palabras, Rómulo supo que su tiempo se estaba agotando y si quería seguir con su propio plan, tendría que moverse más rápido de lo que había pensado.
Esa noche, Rómulo fue a buscar a Katherine a la empresa de la familia León, para la cual trabajaba, decidido a hablar con ella sobre las expectativas de sus padres y conocer cuál era su opinión.
El aire entre ellos era más relajado de lo que había sido días atrás, pero la tensión seguía latente, como una sombra que los acompañaba en cada conversación.
—Sabes cómo son nuestros padres —dijo Rómulo, con un tono medido mientras caminaban juntos hacia su auto—. Tienen sus planes y quieren certezas.
Katherine asintió lentamente, cruzándose de brazos.
—No me sorprende —respondió, con una leve sonrisa irónica—. Además de que nunca fui la hija que podía decidir por sí misma.
Rómulo la observó por un momento, analizando el peso de esas palabras porque ambos estaban atrapados en una estructura que no habían elegido, y aunque aún no sabían cómo manejarlo, al menos podían hablarlo con franqueza.
Justo cuando estaban por subir al auto para ir a cenar, una presencia inesperada cambió todo el ambiente.
Rómulo lo sintió antes de verla, porque esa mirada no la podía ignorar, giró la cabeza sutilmente y ahí estaba Natalia, observándolo desde la distancia.
La luz tenue de la calle resaltaba su expresión, marcada por una mezcla de dolor, incredulidad y algo más que él no podía descifrar en ese momento.
Por un instante, Rómulo se congeló, sin saber cómo reaccionar, y Katherine notó el cambio en su rostro y siguió su mirada, descubriendo la figura de una mujer que los observaba desde la lejanía.
El aire se volvió más pesado y las decisiones que había tomado en los últimos días lo alcanzaron en ese instante, porque, aunque intentara seguir adelante, Natalia seguía allí, y su presencia significaba algo que no podía ignorar.
Por un instante, el mundo pareció detenerse para Rómulo, Natalia estaba ahí, frente a él, observándolo y esperando una respuesta de su parte.
Y en su mirada había algo que le arrancó el aire de los pulmones, no era solo dolor, era la súplica silenciosa de quien aún espera una explicación.
Su pecho se tensó, sus pensamientos chocaban entre sí, el impulso de correr hacia ella y decirle la verdad peleando contra la decisión que ya había tomado.
Y entonces, en un acto de absoluta cobardía, pero también de sacrificio, eligió, se giró hacia Katherine, sin darle tiempo a reaccionar, se inclinó y la besó en los labios.
Katherine se tensó al principio, sorprendida por la inesperada acción, pero no se apartó.
Natalia lo vio todo y Rómulo sintió cómo su mundo se rompía en mil pedazos mientras ella procesaba lo que acababa de ocurrir, porque ese beso no era por amor, ni por deseo, era un corte limpio y un mensaje claro de que ya no podían estar juntos.
Natalia parpadeó, como si su mente se negara a creer lo que sus ojos habían visto, pero después de un instante su expresión cambió, había dolor, ira y traición.
Rómulo quiso decir algo y explicarle que no tenía elección, que esto era por su seguridad, por el futuro que aún debía construir para protegerla, pero no lo hizo, porque ¿qué palabras podían arreglar lo que acababa de hacer?
Natalia dio un paso atrás, luego otro, y finalmente se alejó, sin decir nada, sin gritar ni pedirle explicaciones.
Y mientras Rómulo la veía desaparecer en la distancia, supo que había tomado la decisión más difícil de su vida, pero también la más cobarde.