Del Odio Al Amor

Al estar solos nuevamente, Leonardo la soltó y dijo:

—Cálmate, ¿viste lo que acaba de decir esa señora? Aldana, entiendo que te sientas mal, pero tranquilízate...

—Sí la escuché, y tiene razón. Tú te ves en buen estado, no eres nada feo, y si tengo que elegir entre perder mi virginidad con un desconocido o contigo, prefiero hacerlo contigo. ¿Qué dices? ¿Tenemos sexo?

Leonardo no podía creer lo que la chica le decía. Ella parecía estar hablando muy en serio mientras se acercaba cada vez más a él.

—¿Pero qué dices? Estás ebria. Es mejor que te duches y te acuestes a dormir.

Pronto las puertas del ascensor se abrieron y llegaron al penthouse. Leonardo fue el primero en salir y, luego de indicarle dónde estaba el baño, fue por ropa de cama y la colocó en el sillón que estaba en medio de la sala. Al terminar, se dirigió a la cocina y tomó un vaso con agua. Lo que nunca esperó fue ver salir a Aldana completamente desnuda del baño. El pobre casi se ahogó con el agua, y aun tratando de normalizar su respiración, caminó hacia el sillón y, entregándole unas sábanas para que se tapara, dijo:

—¿Qué demonios haces? Te dejé una bata...

—No la vi. Igualmente, me gusta secarme con el aire... ¿Tienes algo de comer?

—Veo que estás mejor. ¿Por qué no llamas a recepción y pides una copia de tu llave?

Aldana tomó asiento en el sillón y, mirando descaradamente a Leonardo, dijo:

—¿Quieres ir a mi habitación? No es tan buena como esta, pero...

—No. Tú te irás a tu habitación y yo me quedaré aquí, solo.

—¿Entonces eso es un no?

—¿Qué cosa?

—A mi propuesta. Te pregunté si querías tener sexo en el ascensor.

Leonardo sonrió incrédulo y dijo:

—¿Acaso te burlas de mí?

—No. ¿Tú ves que me estoy riendo?

—Aldana, ¿por qué mejor no te duermes un rato, así dejas de decir tonterías?

—Lo que te dije en el bar no era mentira. Cuando me fui, le prometí que perdería la virginidad juntos... ¿Sabes el golpe que fue saber que él lleva años teniendo sexo con mi hermanita mientras yo me negaba a aceptar invitaciones por el compromiso que tenía con un hombre que ya me había olvidado...? Incluso cuando preguntaban dónde estaba mi supuesto novio, si ese año iría para las fechas especiales como Navidad, San Valentín o mi cumpleaños, inventaba una cita completamente romántica o una escapada de fin de semana. ¿Sabes lo patética que me siento? Ya no quiero sentirme así...

—¿Y piensas que el sexo arreglará todo?

—No, pero por lo menos no me sentiré tan idiota... Tengo casi treinta años y creí que, ya que tú conoces toda mi historia, tal vez no te reirías de mí.

Aldana se levantó del sillón y, caminando nuevamente hasta el baño, tomó la bata, se la colocó y recogió su ropa. Sin mirar a Leonardo, agregó:

—Voy a irme. Perdón por meterte en mis problemas...

Aldana caminó hasta la puerta, pero antes de salir, Leonardo colocó su mano sobre ella y, acorralándola entre su cuerpo y la madera, dijo:

—No te llamaré mañana...

—No te pido que lo hagas.

Sin más, Leonardo tomó la ropa que Aldana tenía en sus manos, la dejó caer al piso y, acercando su rostro al de la chica, se apoderó de sus labios.