"UN ACUERDO DE CONVENIENCIA, UN AMOR INESPERADO
Lydia, una poderosa CEO, ha sido engañada por su prometido. Para vengarse, urde un plan audaz: contrata a Antonio, un indocumentado no muy apuesto, para ser su esposo y padre de su futuro heredero, y de esta manera cumplir con los requisitos del consejo de socios de Kidman Nexus para seguir siendo su CEO.
Pero cuando Antonio se enamora profundamente de ella, Lydia se enfrenta a un dilema: su corazón o su herencia.
¿Podrá Lydia resistirse al amor verdadero y mantener su plan original?
¿O Antonio logrará conquistar su corazón y cambiar su destino?
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Capítulo Siete
Lydia salió del hospital rápidamente y, como todos los jueves, se dirigió en su majestuosa camioneta Ford Raptor hacia Fort Lauderdale, al condominio frente a la playa donde vive su papá.
Con solo sentir el potente motor de la camioneta entrando a la vereda, Eduard ya sabe que es su hija que va llegando.
Rápidamente llama a su enfermero.
—¡William, William! —Apenas Eduard lo llama, aparece en la puerta.
—Dígame, señor Kidman. ¿Necesita que lo baje de la cama? —El enfermero ya sabe que quiere sin necesidad de hablar. Así que, lo pasa de la cama a la silla de ruedas.
—Gracias, hijo. Es que mi hija llegó. —William ya sabe que Eduard escucha la camioneta de Lydia desde que arriba a la vía principal.
William lo lleva a la sala y, en efecto, un minuto después, Lydia entra a la mansión con la imponencia que la caracteriza.
—Hija, qué alegría verte. —Eduard la saluda y se dan un gran abrazo.
—Hola, papá. ¿Cómo has estado? ¿Y dónde están Wendy y Orlando? —Sí, Wendy y Orlando viven con Eduard. Lydia vive sola, no está acostumbrada a tener compañía, aunque ahora con Antonio debe hacer el esfuerzo.
—Orlando ya se fue y Wendy no pasó la noche en la mansión. —Lydia tiene que hablar con ese par; la verdad es que ellos son casi como sus hermanos. Su papá fue su tutor desde que salieron del orfanato donde él hacía sus donaciones y se encargó de darles estudio, y luego del accidente se fueron a vivir con él para que no estuviera solo. —Hija, ¿y por qué no estás usando la seguridad? Tu eres muy confiada.
—Papá, sabes que a mí no me gusta. Pero te aseguro que a partir del sábado ya iré con ellos a todos lados. —Lydia sabe que con lo que va a hacer, sus enemigos estarán muy enfadados.
—Por algo tu abuelo te entregó ese esquema de seguridad. Lydia, eres una mujer muy importante en el ámbito empresarial. Y eso crea enemigos. Así que no les des la oportunidad de que te ataquen. —Eduard le decía con preocupación.
—Sí, papá, lo tengo claro. Solo te quiero decir que, pase lo que pase el sábado en la boda, me apoyes. ¿Cuento contigo? —Eduard no está informado de lo que pasa con su flamante yerno y la doble vida que lleva. Lydia esta segura de que si le cuenta, su papá cometería alguna imprudencia.
—¿Por qué me dices eso? Sabes que siempre vas a contar conmigo. —Lydia se acerca y lo abraza. En ese momento, el ama de llaves los hace pasar a la terraza para desayunar juntos, como cada jueves.
En el hospital, Antonio ya está listo esperando a su mamá. Hoy enfrenta un nuevo día de trabajo en su empresa: Diamond Technology.
Apenas Marina entró a la habitación, Antonio le explicó cómo llamarlo desde el teléfono fijo a su oficina para que le informe sobre Anthony. El niño está dormido, pues casi que no lo calma después de que la bruja de su jefa se fue. Antonio estaba que se lo llevaba el diablo. Esa mujer, ¿qué tenía que estar haciendo ahí y perturbar la paz de su niño?
Cuando salió del hospital, lo esperaba Bernardo, el chófer de presidencia de Kidman Nexus, acompañado de un joven.
—Buenos días, señor Duarte. Le presento a su nuevo conductor; es mi hijo Germán. Él lo llevará a donde usted le indique en su nuevo auto. —Antonio estaba asombrado, ¿él con chófer? Y mucho más se sorprendió cuando vio hacia dónde le señalaba Bernardo: Un Tesla Model S Performance. «ese auto cuesta una millonada», pensó Antonio. Pero luego cae en cuenta de que él debe aparentar ser un multimillonario.
—Gracias, señor Bernardo. Hola, joven. —Saluda a Germán y se sube al majestuoso automóvil. —Me llevas, por favor, al edificio Brickell, mmm, Brickell. —A Antonio se le olvidó cómo se llama el edificio donde está su penthouse.
—¿El Brickell Flatiron, dónde está su penthouse? —Antonio asiente mirándolo por el espejo retrovisor. —Claro, jefe, ya mismo lo llevo allí.
Una media hora después ya estaba Antonio en el edificio. Puso su huella en el ascensor y este lo llevó directamente al penthouse, tal como le enseñó Wendy.
Se dio un baño, se puso un traje, unos toques de loción y salió nuevamente rumbo a su empresa.
Una vez allí, ya Nairobis lo estaba esperando.
—Buenos días, señor Duarte. ¿Desea que le traiga un café o un té? —Antonio no está acostumbrado a estas atenciones, por lo que se siente incómodo.
—No se preocupe, señorita Nairobis, yo bajo ahora a la cafetería y me lo preparo. —Antonio se excusó, pero Lydia ya le había advertido a Nairobis que eso podía suceder. Así que debía insistir.
—Señor Duarte, ese es mi trabajo, así que no se preocupe, yo se lo traigo. ¿Un café de Colombia, le parece? ¿Cómo le gusta, con leche, con azúcar? Debo conocer sus gustos para tenérselo listo cada vez que usted llegue a la oficina. —Nairobis era muy convincente.
—Está bien, me gusta negro y endulzado con panela, pero si no hay, con azúcar. —Nairobis, rápidamente salió a preparar el café como lo quiere el jefe.
Mientras su secretaria llegaba con el café, Antonio se puso a revisar los balances de la empresa y rápidamente detectó la falla que la llevó a caer en quiebra. Un diseño de programación obsoleto para un nuevo videojuego y una pobre publicidad, seguido de una gran inversión, fue lo que llevó a tener una gran pérdida que fue imposible de recuperar. Nunca pudieron recuperarse y fue necesario declararse en bancarrota. Así que Antonio decidió que esta era la oportunidad que necesitaba para lanzar su propio proyecto. Uno que hizo desde que era un estudiante y se salvó de las garras de Kasandra. Igual así se lo haya robado, ella con lo bruta que es jamás lo hubiera podido llevar a cabo.
Así que se puso manos a la obra y abrió el poderoso MacBook que había en el escritorio; estaba nuevo y listo para usar. Lo configuró con su clave personal y accedió a la nube para bajar los archivos de su creación para ponerse a trabajar en él.
Ya Nairobis le había llevado su café endulzado con panela y, como intuía que su jefe no había desayunado, le llevó también un sándwich de jamón y queso. Esto le dio energías a Antonio para trabajar, pero como a las once de la mañana recibió una llamada de su mamá.
📞Antonio, ¿cómo es eso de que esa bruja de la Kasandra vino a ver a Anthony? Casi que no lo calmo diciéndole que debió haberlo soñado, que la mamá está en el cielo. Pero él insistió tanto que me preocupa que esa mujer haya vuelto y te vea cómo has progresado y nos lo quiera quitar. Yo me moriría si nos quita a Tony; no lo podemos permitir. Ahí ya le quité otra vez el niño a San Antonio para que no sea esa bruja la que vio el niño.
📞Mamá, tranquilízate. Anthony vio fue a mi jefa y la confundió con su mamá. Pero por más que le explique, no quiere entender. Él me dice que es igual a su mamá de los sueños, que es la misma. Se puso mal, casí que no se duerme, pues se quedó llorando cuando ella se fue.
📞Qué pesar del niño. ¿Cómo le explicamos? Es que además que la vio como un ángel que es, la confundió con la demonía de su madre.
📞Mamá, trata de hablar con él. La jefa se portó bien, no quiso desmentir que ella era la mamá para no hacerlo sufrir. Pero Anthony no debe pensar erróneamente que ella es la mamá sin serlo.
📞Hijo, trataré. Pero usted sabe cómo es este niño de terco.
Antonio se despidió de su mamá y se quedó pensando en qué debe hacer para que Anthony deje de pensar que la bruja de su jefa es su mamá.
Lydia estuvo toda la mañana con su papá. Y aunque él quiso hablar de la boda, esta rápidamente cambió de tema.
—Hija, recuerda que debes de encargar bebé lo más pronto posible. No sé por qué no te has embarazado ya, o me vas a decir que no has tenido relaciones con Pierre y eres virgen. —Eduard se burla de ella.
—Papá, ¿qué cosas dices? ¡Qué vergüenza!
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