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Fernando López: La Elección de un Hombre

Fernando López: La Elección de un Hombre

Status: Terminada
Genre:Mafia / Matrimonio arreglado / Amor eterno / Amante arrepentido / Completas
Popularitas:0
Nilai: 5
nombre de autor: Tânia Vacario

FERNANDO LÓPEZ fue obligado a asumir a una esposa que no quería, por imposición de la “organización” y de su abuela, la matriarca de la familia López. Su corazón ya tenía dueña, y esa imposición lo transformó en un Don despiadado y sin sentimientos.
ELENA GUTIÉRREZ, antes de cumplir diez años, ya sabía que sería la esposa del hombre más hermoso que había visto, su príncipe encantado… Fue entrenada, educada y preparada durante años para asumir el papel de esposa. Pero descubrió que la vida real no era un cuento de hadas, que el príncipe podía convertirse en un monstruo…
Dos personas completamente diferentes, unidas por una imposición.

NovelToon tiene autorización de Tânia Vacario para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 8

En el gran salón, durante el brindis, la matriarca de la familia López, María del Pilar López, alzó la copa. Su presencia dominaba el salón. Los ojos se fijaron en Fernando por un instante, antes de que ella hablara:

— Hoy celebramos no solo una unión matrimonial, sino la continuidad de una tradición. Lo que fue unido para que la palabra de dos hombres honrados se concretara, y ahora sea una unión de una vida de respeto y mucho amor. ¡Que la familia López sea eternizada con muchos descendientes!

Las palabras fueron recibidas con aplausos. Elena alzó su copa sonriente, y bebió el vino con dignidad.

Fernando, aún sin expresión, solo volteó su copa y bebió todo de una sola vez.

Tras el brindis, la música suave de un cuarteto de cuerdas llenó el ambiente. Algunas parejas se levantaron para bailar. Elena, con valentía, se volvió hacia Fernando:

— ¿Quieres bailar conmigo?— preguntó en voz baja, los ojos brillando de expectativa.

Él llenó nuevamente la copa, la vació una vez más y le lanzó una mirada de desprecio.

— Prefiero quedarme aquí.

Elena sintió los ojos inundados, pero respiró y controló el llanto.

— Claro...

En ese momento, su padre apareció, su verdadero príncipe:

— Hija... concédeme nuestro último baile.

Para Arturo Gutiérrez, aquella sonrisa que él conocía era una señal, sabía que ella estaba infeliz. No la dejaría llorar en un día tan especial.

Giró por el salón con la hija en los brazos, vio sus ojos secarse y una sonrisa genuina brotar en aquel rostro delicado. Ella sería feliz… Era lo que él esperaba como un último deseo.

En aquel momento Alejandro López se aproximó:

— Ahora es el turno de la cuñada de darme un baile.

Elena sonrió para el cuñado, un chico guapo y sonriente que sujetó su cintura respetuosamente y la guio en los pasos elaborados, arrancando aplausos de algunos espectadores que se admiraban en cómo los dos bailaban bien.

Tras algunas músicas, Alejandro llevó a la cuñada para el hermano, que ya estaba visiblemente alterado por el vino.

— No se preocupe, Elena, la abuela preparó la habitación nupcial aquí en la mansión... si necesita algo, solo tiene que llamar...

Alejandro depositó un beso cortés en el dorso de la mano de la cuñada y dirigiéndose al hermano, habló para que solo él oyera:

— Si la haces sufrir, hermano, olvidaré que eres el mayor y el Don de la organización.

El chico salió sonriendo, como si no hubiese amenazado al poderoso Fernando López.

Por fin, cuando el salón ya comenzaba a vaciarse, Elena se dejó llevar por un pensamiento íntimo.

"Él no me besó en los labios. No me miró con ternura. No me dio siquiera un gesto de cariño. Pero eso no me asusta. Esperé 10 años por ese día, esperaré el tiempo que sea necesario para que él me vea de verdad".

Mientras caminaban juntos para fuera del salón, Elena alzó discretamente el mentón para los fotógrafos, que aún aguardaban la salida de los recién casados. Fernando, indiferente, mantuvo la misma expresión neutra.

Pero en el corazón de ella, la certeza era inquebrantable: la guerra por el amor de él había comenzado y ella estaba dispuesta a vencerla.

Cuando la pareja salió en dirección al andar superior de la mansión, sobre la mirada de los que aún estaban en el local, sabiendo que había llegado la hora de la primera noche de la pareja.

Elena caminaba al lado del marido con pasos leves, sintiendo el descompás en el pecho, pero nada parecía incomodarlo.

Su mente pura estaba distante, tomada por un único pensamiento: "finalmente llegó la hora".

Durante años ella se había preparado para aquel momento. Desde los 10 años, cuando le dijeron que se casaría con un heredero de la familia López. Elena cultivó en silencio, sueños y expectativas.

Leía revistas, recortaba fotografías... observaba al novio solo de lejos, a través de noticias que llegaban hasta ella. Y, en secreto, en las madrugadas de su juventud, entrenaba besos en una almohada, imaginando cómo sería el contacto con los labios de Fernando.

Ahora estaban lado a lado, caminando para la habitación que marcaría el inicio de una vida común.

Elena acomodó un mechón de cabello detrás de la oreja y lanzó una rápida mirada al marido. Él mantenía el semblante cerrado, el maxilar rígido, como si fuese arrastrado contra su propia voluntad.

Al pasar por un camarero, Fernando, con un gesto brusco e impaciente, tomó una botella de whisky, ignorando las miradas avergonzadas. Elena se sonrojó delante de tal actitud, pero no dijo nada.

Ya había aprendido, incluso en pocas horas de convivencia, que el marido era una fiera enjaulada y cualquier provocación podría despertar su furia.

— Fernando...— ella arriesgó, la voz baja, cuando se aproximaron al tope de la escalera.

Él no respondió. Apenas apretó más firmemente la botella como si fuese la única ancla que lo mantenía en aquella realidad.

Elena suspiró.

"Tal vez esté nervioso".

Pensó ella, intentando justificar el comportamiento de él.

"Es natural. Somos dos extraños a punto de dividir la misma vida".

Cuando llegaron delante de la puerta de la habitación nupcial, un criado los aguardaba y abrió la puerta.

La habitación estaba preparada con un requinte casi teatral. Pétalos de rosas esparcidas sobre la cama de dosel, velas encendidas proyectando una luz suave en las paredes. Cortinas pesadas de terciopelo entreabiertas para dejar entrar la brisa de la noche. El perfume de las flores se mezclaba al del vino que aún planeaba en el aire, creando una atmósfera de promesas y deseo.

Elena sintió un frío recorrer su espina dorsal.

"Este es el momento"— pensó ella, ansiosa.

Fernando entró primero, caminando directamente para la sacada. Dejó la puerta abierta tras de sí, sin importarse con las convenciones o con la joven parada a la puerta de la habitación.

Elena direccionó una sonrisa para el criado, ignorando su mirada de piedad y cerró la puerta de la habitación.

No era bien eso que ella había soñado para su noche de nupcias.

En la varanda, iluminada apenas por la luna, Fernando llevó la botella a los labios y bebió un largo sorbo de whisky en el gargalo, como un soldado cansado que recurre al alcohol para olvidar la guerra.

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