Tras ser brutalmente traicionada por Sebastián Montenegro, el hombre que le prometió un futuro, Aithana Rojas decide que la venganza es el único camino. Bajo el velo de la misteriosa y seductora "Lady Midnight", se infiltra en el exclusivo mundo de la alta sociedad, un lugar donde las apariencias lo son todo y las máscaras ocultan las verdaderas intenciones. Su plan es simple: destruir a Sebastián en su propio terreno.
Pero el destino tiene otros planes. En medio de sus intrigas, Aithana capta la atención de Lorenzo Montenegro, el hermano mayor de Sebastián, un hombre tan imponente como calculador. Atrapada entre su sed de justicia y la inesperada atracción que siente por el "enemigo" de su enemigo, Aithana deberá navegar un peligroso juego de poder, seducción y secretos. ¿Podrá Lady Midnight mantener su antifaz y ejecutar su venganza? ¿o el brillo de Lorenzo la deslumbrará hasta el punto de perderse en sí misma?
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Una carrera
Aithana abrió la puerta de su casa, dejando caer las llaves en la mesa de la entrada y su bolso al suelo junto a sus zapatos.
—¡Mamá, ya llegué!— gritó, buscando a su madre. No estaba en la sala, ni en la cocina.
Cuando estaba por subir las escaleras, la vio a través de la ventana.
Su madre estaba en el jardín, regando las plantas y podando las hojas marchitas de su hermoso jardín.
Aithana se acercó a ella, agachándose a su lado.
—Hola, mamá—
—Hola, cariño— respondió su madre, con una sonrisa suave. —Qué tal tu día. Supongo que fue mejor que el mío— Aithana suspiró, observando cómo su madre cortaba las hojas.
Recordaba el día del accidente, el sonido del impacto, la huida del auto, y cómo esa silla se había convertido en su mundo.
—Siempre has sido la más fuerte, mamá— dijo Aithana, su voz teñida de nostalgia. —Incluso cuando el mundo te quitó la posibilidad de caminar, tú encontraste la forma de seguir floreciendo, como tus plantas—
La madre de Aithana detuvo su tijera un momento, sus ojos se encontráron con los de su hija. Una sonrisa tierna, pero llena de una fuerza inquebrantable, iluminó su rostro.
—Cariño— dijo suavemente. —La vida nos da golpes duros, sí. Pero también nos da las raíces profundas para seguir creciendo, sin importar dónde nos toque echar brotes. Y tú, mi niña, eres la flor más hermosa que ha nacido de esas raíces—
Aithana se inclinó y depositó un beso tierno en la cabeza de su madre. —Voy a preparar la cena, mamá—
—Gracias, mi amor— respondió su madre, acariciándole el brazo. —Dejé algo ya empezado en la estufa, solo falta terminarlo—
Aithana se dirigió a la cocina, siguiendo el aroma reconfortante que ya flotaba en el aire. Encontró una olla sobre el fogón, con trozos de pollo dorándose suavemente y un sofrito de cebolla y pimientos que burbujeaba con un aroma delicioso.
Había papas cortadas en cubos esperando en un bol con agua.
Con agilidad, Aithana añadió las papas a la olla, un poco de caldo de pollo, y unas hierbas aromáticas que su madre siempre usaba: tomillo y laurel.
Tapó la olla, dejando que el guiso se cocinara a fuego lento, el aroma a hogar y cuidado llenaron toda la casa.
Justo cuando Aithana estaba sirviendo la comida y su madre, con ayuda, colocaba los platos en la mesa, el tintineo de las llaves rompió el silencio y la puerta se abrió. Era su padre.
La casa no era muy grande, así que pudieron verlo de inmediato.
—¡Hola!— saludó él, dirigiéndose directamente al lavamanos. —Esto se ve delicioso, hija— dijo el. acercándose a su esposa y dándole un beso en la frente.
—Oye, ¿qué tal si hoy me cuentas de ese proyecto nuevo en el que estás trabajando? Me dejaste con la intriga ayer—
Aithana, mientras terminaba de servir, sonrió. —¡Uy, papá! Aún está en proceso, pero creo que te va a gustar. Es algo que mezcla lo que aprendí en la uni con... bueno, con lo que me inspira el jardín de mamá—
La madre, con una sonrisa cómplice, añadió: —Ya verás, tu padre va a querer meterse en todo. Pero sí, ese jardín tiene una magia especial, ¿verdad?—
El padre se sentó a la mesa, mirando a ambas con cariño. —Lo que sea que hagan, sé que será genial. Ustedes dos son mi motor—
Hora y media después Aithana se preparó para salir, eligiendo su atuendo habitual: unos jeans cómodos y un buzo oversized con un diseño abstracto que le encantaba. Se sentía más ella misma así.
Sabía que Valeria la estaría esperando.
Al llegar al punto de encuentro, vio a Valeria, quien ya tenía todo listo.
—¡Lista para la acción, Aithana!— saludó Valeria con una sonrisa pícara, ajustándose su propio atuendo deportivo. —Hoy es la noche. ¿Lista para sentir la adrenalina?—
Aithana asintió, tratando de disipar la sombra del pasado.
—Aquí estoy, para ti— dijo, un poco más seria de lo habitual.
La noche prometía ser intensa, no solo por las carreras, sino por la batalla interna que ella misma libraba.
El aire vibraba con el rugido de decenas de motos. Cromados brillantes, luces potentes y el olor a gasolina creaban una atmósfera cargada de adrenalina. Aithana se sentía un poco fuera de lugar entre tanta velocidad y exhibicionismo, pero se mantenía firme junto a Valeria.
De repente, un rugido más potente se acercó.
Era él.
Con una moto negra impecable y una sonrisa que gritaba "lo tengo todo", se detuvo frente a ellas.
—Mira quién está aquí, la chica que prefiere los buzos a la velocidad— dijo, su tono burlón. —¿todavía no te animas a un paseo conmigo? Te prometo que no te vas a arrepentir—
Aithana lo miró, su expresión seria. —Gracias, pero no, Jeicob. Estoy bien aquí—
Jeicob soltó una risa, sin quitarle la mirada de encima a Aithana.
luego su mirada se posó en Valeria. —¿Y tú, Valeria? ¿Lista para sentir el viento en la cara? Sube conmigo, solo una carrera—
—No lo hagas— dice Aithana.
Valeria, con una chispa en los ojos, miró a Aithana. —¡Vamos, Aithana! Solo será una vuelta rápida. ¡No seas aguafiestas!—
Aithana frunció el ceño. —Valeria, sabes que no me gusta esto, es peligroso—
—Tranquila, solo es una carrera— insistió Valeria, y antes de que Aithana pudiera decir algo más, subió a la moto de Jeicob, agarrándose fuerte.
Jeicob le guiñó un ojo a Aithana y aceleró, llevándose a Valeria hacia la línea de partida, donde las demás motos ya esperaban ansiosas.
Una cuenta regresiva resonó en el aire. —¡Tres... dos... uno... SALIDA!— El sonido se volvió ensordecedor cuando todas las motos arrancaron a la vez, dejando tras de sí estelas de humo y un estruendo que hizo temblar el asfalto.
Aithana observó cómo la marea de luces y motores se alejaba a toda velocidad, con Valeria en la moto de Jeicob, desapareciendo en la oscuridad de la noche.
Esto era algo que ella no queria ver ni presenciar. Pero su amiga la necesitaba y ella siempre estaría ahí...