Mary es una chica muy alegre y llena de sueños, aunque desde pequeña enfrentó muchos obstáculos, siempre es optimista y está con una gran sonrisa, buscándole siempre el lado bueno a todo, una día su vida cambiará, aunque al principio todo parece ir de mal en peor, pronto todo eso pasará a ser parte del camino para su felicidad, pues conocerá a su gran amor, aunque eso todavía no lo sabe, acompañame a vivit esa increíble historia, llena de dolor, lágrimas y felicidad.
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La bodega.
En el baño de la empresa Mary se encuentra más calmada, entonces Mónica pregunta en voz baja, para que nadie las escuche:
—¿Mary? ¿Te hizo algo, ese desgraciado?
Mary negó con la cabeza, aunque era evidente que sí, pero luego un poco apenada dijo:
—No… solo… me advirtió.
Mónica frunció el ceño.
—Ese hombre no tiene derecho a intimidarte, no voy a dejar que te siga amenazando, voy a hablar con él.
Mary abrió los ojos alarmada, pues sabía que eso perjudicaría a Mónica y a ella también.
—¡No! —susurró desesperada— Por favor, Mónica, no, él puede hacerte daño… puede hacernos daño a todas, a ti, a Ana… a cualquiera, no quiero que les pase nada por mi culpa.
Mónica tomó su mano con firmeza.
—Tú no tienes la culpa de nada, él es el que debe tener miedo, no tú, y si se atreve a tocar a alguien más, yo…
—¡No! —repitió Mary, casi llorando—. Por favor, no te metas, no quiero más problemas, no puedo soportar más, por favor Mónica, te lo suplico, no hagas nada.
Mónica respiró hondo, había rabia en sus ojos, pero también comprensión.
—Está bien… por ahora —cedió—, pero no pienses que voy a quedarme de brazos cruzados, esto no puede seguir así.
llegó la hora de almuerzo y Ana que trabajaba a un par de escritorios, observaba a las dos desde hace rato, las miraba en silencio, tratando de interpretar su lenguaje corporal, sus susurros, sus miradas nerviosas, sus compañeros de trabajo ya salían de sus oficinas, espero a que no quedará nadie más que ellas y se levantó rápidamente y se acercó a ellas y dijo sin titubear:
—¿Qué pasa? — Desde que entraron hoy en la mañana las veo hablando como escondiéndose, ¿Qué están tramando ustedes dos?
Mary y Mónica se miraron, un silencio tenso se instaló entre las tres.
—Nada, Ana —intentó decir Mary, pero su voz sonó demasiado débil.
Ana frunció el ceño, cruzando los brazos.
—No me mientan. Algo les pasa, ¿Es por Don Napo? ¿Les dijo algo? ¿Les hizo algo?
Mary sintió que el aire se le iba, Mónica miró a Mary preguntándole con los ojos si debía contarlo o no.
Mary negó muy sutilmente, casi imperceptible, Mónica respiró hondo.
—Ahora no, Ana —respondió suavemente—. Es… es complicado.
Ana no quedó satisfecha, las observó con ojos preocupados.
—Pues si les pasa algo, quiero saberlo —dijo con firmeza—, no somos amigas solo para reírnos en la hora del almuerzo, si alguien les está haciendo daño, o pasa algo quiero saberlo.
Mary tragó saliva, una parte de ella deseaba contarle todo, gritarlo, sacarlo de su pecho, pero otra parte, más grande, la que estaba congelada por el miedo, se negaba rotundamente.
Mónica sugirió salir al almuerzo, pues ya no quedaba mucho tiempo, pero en el camino, no hubo risas, ni comentarios, ni bromas entre las tres, caminaban juntas, pero cada una parecía encerrada en sus propios pensamientos, llegaron al restaurante, se sentaron en la mesa de siempre, pero esta vez reinó un silencio incómodo.
Ana miraba a Mary y a Mónica, esperando que alguna hablara, pero ninguna lo hizo, Mary apenas tocó la comida, Mónica empujaba el tenedor sin ganas, Ana, aunque frustrada, comenzó a sospechar que aquello era más grave de lo que imaginaba, cuando terminaron, pagaron y regresaron a la empresa sin decir una palabra más.
Apenas llegaron, se encontraron con Don Napo, quien pidió unos cartones que necesitaban en la oficina, Mary se ofreció para ir a recogerlos, pues era una buena excusa para no ver a su Jefe y quizá buscando un momento para respirar lejos de las miradas inquisitivas de Ana y la preocupación constante de Mónica.
La bodega estaba fría, silenciosa, llena de cajas apiladas y papeles por donde quieras, apenas entró, Mary comenzó a buscar los paquetes, estiró los brazos para tomar uno del estante superior y escucho una voz de tras suyo.
—¿Buscas algo, niña?
La voz la hizo congelarse.
Don Napo estaba allí, apoyado en una pila de cajas, Mary sintió el corazón acelerarse, no sabía en qué momento bajo, pues no lo había escuchado entrar.
—Solo… los cartones que usted me pidió, ya me voy —murmuró, intentando pasar.
Pero él dio un paso hacia adelante, bloqueándole la salida.
—Calma niña —dijo con esa sonrisa desagradable—. Solo quiero conversar un ratito… sobre lo que pasó en la cabaña.
Mary tragó saliva, miró hacia la puerta, pero él era más grande, más fuerte, y estaba justo en el medio, sin dejarla pasar.
—No… no quiero hablar de eso —susurró.
—Ay, pero ¿por qué no, niña? —siguió él, acercándose aún más—. Si yo sé que te gustó… ¿O no te gustó el joven? Era generoso, ¿ah? Y si quieres, conozco otros igualitos, gente de plata, que paga muy bien por jovencitas como tú.
Mary sintió los ojos llenarse de lágrimas, el aire parecía faltar, si corazón iba a estallar, su mente se puso en blanco.
—Por favor… déjeme salir —pidió con la voz temblorosa.
Don Napo apoyó la mano en la pared, cerrándole el paso.
—No seas malagradecida, eso que tuviste no lo tienen todas, y si te portas bien… —le guiñó un ojo— te puedo recomendar con gente que te va a dejar mucho dinero, se que tú familia está pasando un mal momento, yo estoy aquí para ayudarte y de paso también me gano mi comisión, si trabajamos juntos los dos ganamos.
Mary comenzó a temblar, retrocediendo, pero el espacio era mínimo, cuando se hizo hacia atrás se topo con otro montón de cajas que le impedían retroceder más.
—No… yo no quiero eso… —susurró— déjeme ir, por favor, no quiero nada, ya déjeme en paz
—Ya sé que te da vergüenza admitirlo —dijo él con tono burlón—, pero mira, aquí entre tú y yo, yo sé que te gustó, una niña que no quiere no se queda callada, así que comportadita, ¿sí?, o ya sabes lo que te puede pasar.
Mary cerró los ojos un instante, intentando contener el llanto, sentía que el pecho le explotaba, luego los abrió muy grandes buscando a ver si alguien llegaba, o eso deseaba.
Que la rescaten.