Tras la traición de su padre y la ruptura de su familia, Rose se muda a la ciudad buscando un nuevo comienzo.
En el exclusivo colegio Goldline, todo podría ir bien… si no fuera por Malory, su prima, que la odia y está dispuesta a convertir su vida en un infierno.
Pero Rose no es tan frágil como parece.
Hay algo en ella que despierta cuando está en peligro… algo que no se detendrá ante nada.
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El Precio del Silencio
Cuando abrió los ojos, Rose sintió que algo estaba mal. No podía mover los brazos. El aire estaba frío y olía a humedad rancia, como sótano olvidado. Intentó incorporarse, pero el crujido de madera bajo su cuerpo y la presión en sus muñecas le confirmaron lo peor: estaba atada a una silla.
Un foco colgaba del techo, parpadeando de vez en cuando, proyectando sombras largas y deformes sobre las paredes desconchadas. A cada parpadeo de la luz, el mundo parecía distorsionarse un poco más.
—Ya despertó… —dijo una voz femenina desde un rincón.
El corazón de Rose dio un salto.
—¿Qué… qué hago aquí? —preguntó con un hilo de voz, sintiendo cómo la garganta se le secaba.
Otra voz respondió, más cortante, como una hoja afilada—. ¿No te lo advertí antes?
Rose giró la cabeza lentamente, como temiendo confirmar lo que intuía. Sus ojos se adaptaron a la penumbra… y ahí estaba—. ¿Malory?
La sonrisa de Malory era lenta, casi perezosa, pero sus ojos eran cuchillas. Se acercó despacio, con pasos firmes, hasta que el filo de una navaja descansó, helada, sobre el cuello de Rose.
—Te dije que no le contaras a nadie… —murmuró, tan cerca que Rose podía sentir su aliento.
—Por favor… no me hagas daño… —suplicó, temblando de pies a cabeza.
—¡Cállate! —Malory gritó de golpe, y su mano voló contra la mejilla de Rose. El golpe la hizo ladear la cabeza y un sabor metálico inundó su boca—. ¡Me estresa tu voz! ¡Te lo advertí, Emily, te lo advertí!
Rose sintió que el nombre retumbaba en su mente como un eco extraño.
—¡¿Por qué eres así conmigo?! —su voz se quebró y las lágrimas comenzaron a rodar.
—¡Porque tu familia lo arruinó todo! —Malory explotó, gritando con un resentimiento que parecía acumulado desde hace años—. ¡Mi abuela le dejó todo a tu madre! ¡Mis padres se divorciaron por culpa de tu padre! ¡Y ahora tú… tú te robas la atención de todos!
—¡Yo no pedí nada de esto! ¡Yo no quise que pasara así! —Rose intentó liberarse, pero las cuerdas solo se clavaron más en su piel.
—Te advertí que no dijeras nada —Malory tiró de una manta que cubría algo junto a ella—. Ahora, ella morirá por tu culpa.
Rose sintió cómo el estómago se le encogía. Debajo de la manta estaba Amanda, atada, amordazada, con los ojos abiertos de puro pánico.
—¡Amanda! —su voz salió como un alarido.
—No debiste abrir la boca, Amanda —Malory puso la navaja contra la garganta de la chica—. Ahora sufrirás las consecuencias.
—¡Espera! ¿No crees que esto es demasiado? —dijo una de las amigas de Malory, su tono apenas un susurro.
Malory giró hacia ella, con una calma que asustaba más que cualquier grito—. Tú cállate o serás la siguiente.
La chica retrocedió, tragando saliva, incapaz de responder.
Y sin otro aviso, Malory presionó la hoja. El sonido fue seco, brutal. Amanda jadeó una vez, y después quedó inerte, la cabeza ladeada como una muñeca rota.
—¡¡¡Amanda!!! —Rose gritó con una fuerza que le desgarró la garganta. Su visión se nubló por las lágrimas.
—¡Maldita sea, Malory! ¿Estás loca? —una de las otras chicas dio un paso atrás, temblando.
—¡Cállense! —rugió Malory, sus ojos encendidos—. Ustedes son mis cómplices. Ayúdenme a deshacerme del cuerpo.
—No lo haremos… —murmuró una de ellas, intentando mantener la voz firme.
—No les pregunté. —La voz de Malory bajó a un tono grave y mortal—. Si no lo hacen, diré que ustedes la mataron. Y créanme… la policía me creerá a mí.
Las chicas se miraron entre sí. La que antes había protestado bajó la mirada—. Está bien…
—Rápido. No tenemos tiempo.
Se movieron como autómatas, evitando mirar el cuerpo mientras lo envolvían en una bolsa negra que crujía con cada movimiento. El ruido parecía llenar toda la habitación. Cuando terminaron, lo arrastraron fuera, dejando un rastro de silencio helado.
Rose quedó sola, con el corazón latiendo tan fuerte que le dolía. Sentía el sudor frío resbalando por su espalda, y el olor a sangre mezclándose con el aire viciado.
—Tú no merecías esto… —susurró, mirando el lugar donde Amanda había estado—. Lo siento… no pude salvarte.
Minutos después, la puerta chirrió. Malory regresó, caminando despacio, como si disfrutara de cada segundo de ese momento.
—Escucha bien, Rosie… —se agachó hasta que sus labios casi tocaron su oído—. Lo que le pasó a ella… te pasará a ti y a tus padres si abres esa hermosa boquita.
Rose giró el rostro, las lágrimas cayendo sin freno—. Estás enferma…
—Yo también te amo —dijo Malory, acariciándole el cabello con una sonrisa que helaba la sangre—. Sáquenla.
La soltaron. Rose apenas pudo mantenerse en pie antes de que la empujaran, lanzándola a la calle junto con sus cosas. El pavimento estaba helado y áspero bajo sus manos. No había coches, no había luces, no había nadie.
Con las manos temblorosas, buscó su celular en la bolsa. Sus dedos se equivocaban al tocar la pantalla, pero finalmente abrió el mapa. Diez minutos caminando hasta casa. Comenzó a correr.
Cada sombra en las paredes de las casas vacías parecía seguirla. Cada sonido, incluso su respiración, era demasiado fuerte.
Cuando llegó, se dejó caer al suelo de la entrada, jadeando. Un grito brotó desde lo más profundo de su pecho, un grito largo y roto que parecía arrancarle el alma.
—No puedo decir nada… no puedo… —susurró, levantándose con las piernas débiles.
Subió las escaleras, se metió bajo el agua hirviendo de la ducha, intentando borrar el olor, las imágenes, la voz de Malory. Se vistió sin pensar y se dejó caer en la cama. Lloró hasta que los párpados le pesaron.
En medio de su sueño, un recuerdo vino a su mente.
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...—Mira, esas niñas se están peleando —dijo Malory....
...—Sí… qué feo —respondió Rose....
...—Yo no sería capaz de lastimarte, Rosie....
...—Yo tampoco…...
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Rose despertó sobresaltada con el sonido del despertador. Giró hacia la silla. La ropa de anoche seguía ahí. No había sido un sueño.
Con un nudo en la garganta, se vistió y salió rumbo a la escuela.
Su cabeza estaba llena de esas horribles imágenes. No podía pensar en otra cosa, su cuerpo se movía más por instinto que por voluntad.
Al llegar a la entrada, alguien se lanzó sobre ella...
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Lyn 🥀