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En Blanco

En Blanco

Status: En proceso
Genre:Romance / Yaoi / Pérdida de memoria / Traiciones y engaños / La Vida Después del Adiós
Popularitas:728
Nilai: 5
nombre de autor: Marianitta

Cuando Aiden despierta en una cama de hospital sin recordar quién es, lo único que le dicen es que ha vuelto a su hogar: una isla remota, un padre que apenas reconoce, una vida que no siente como suya. Su memoria está en blanco, pero su cuerpo guarda una verdad que nadie quiere que recuerde.

NovelToon tiene autorización de Marianitta para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Cosas que no se escriben

Maia caminaba por los pasillos del hospital rural de Wharekura con el expediente de Aiden bajo el brazo y la inquietud latiéndole bajo la piel.

Llevaba semanas visitándolo, hablando con él, observando pequeños detalles que no encajaban. Las heridas que no coincidían del todo con una simple caída. Las respuestas del padre, siempre exactas, demasiado bien ensayadas. La falta de emoción, de empatía… de humanidad.

Esa mañana, antes de ir a la casa, decidió pasar por el hospital para revisar de nuevo el ingreso de Aiden. Tenía el presentimiento de que algo se le había escapado la primera vez.

—¿Otra vez revisando lo del chico Makoa? —preguntó Lía, la enfermera de archivo, mientras organizaba carpetas.

—Solo quiero estar segura —respondió Maia, sin levantar la mirada.

Lía se encogió de hombros y volvió a lo suyo.

Maia abrió el expediente. Primer ingreso: Paciente masculino, sin documentos, traumatismo craneoencefálico leve, amnesia disociativa postraumática, contusiones múltiples en torso y brazos, fractura menor en la muñeca izquierda.

Hasta ahí, todo parecía normal… excepto que no lo era.

Lo que le llamaba la atención no era lo que decía el informe, sino lo que no decía.

—No hay notas de entrevistas psiquiátricas —murmuró—. Ni evaluación psicológica de ingreso. Ninguna exploración más allá del trauma físico.

En otras palabras: habían atendido al cuerpo, pero no a la mente.

Y eso, en un caso de amnesia… era alarmante.

...

Aiden miraba por la ventana del segundo piso mientras su padre leía el periódico en la sala. Las noticias hablaban de política, de impuestos. Nada sobre personas desaparecidas. Nada sobre amor. Nada sobre él.

Esa mañana había soñado con una escalera.

Subía peldaño por peldaño mientras alguien lo llamaba desde abajo. No sabía si subir lo salvaba o lo condenaba. Al final, se quedaba en medio, sin moverse, con el corazón acelerado.

Cuando despertó, tenía la sensación de haber olvidado algo muy importante. Algo que podía cambiarlo todo.

—Hoy vendrá la enfermera otra vez —dijo Thomas sin apartar la vista del diario—. Compórtate. No le cuentes tonterías.

—¿Qué clase de tonterías?

Thomas bajó lentamente el periódico y lo miró fijamente.

—Las que no ayudan. Las que solo alimentan confusiones. Tu mente ya está bastante alterada. No la llenes de ideas.

Aiden apretó la mandíbula. No respondió.

—Hola, Aiden —saludó Maia con su habitual calidez, cuando llegó unas horas después—. ¿Cómo amaneciste hoy?

—Soñé con una escalera.

—¿Y eso es bueno o malo?

—No lo sé. Pero desperté sintiendo que perdí algo… o a alguien.

Maia lo observó con atención. Tenía el cuaderno de notas en el bolsillo, pero no lo sacó. Sabía que Aiden hablaba más cuando no se sentía analizado.

—¿Te gustaría caminar un rato?

Aiden asintió.

Salieron de la casa en silencio. El sol golpeaba con suavidad, y el viento arrastraba el olor del mar. Maia sabía que ese tipo de paseos era más que un ejercicio físico: eran ventanas. Momentos en los que Aiden se abría, aunque fuera de forma inconsciente.

—¿Has recordado algo más desde la última vez?

—No. Pero… cuando camino, siento cosas. Como si mis pies recordaran antes que mi cabeza.

Maia sonrió.

—Eso tiene sentido. A veces el cuerpo guarda cosas que la mente quiere olvidar.

Aiden la miró.

—¿Tú crees que… me obligaron a olvidar?

La pregunta la tomó por sorpresa.

—¿Por qué lo preguntas?

—Porque cada vez que digo que algo no me cuadra, mi padre se enoja. Me hace sentir que estoy fallando. Que pensar distinto es peligroso.

Maia bajó la vista.

—Quizás no quieren que te hagas preguntas… porque temen las respuestas.

Aiden guardó silencio. Siguieron caminando.

Esa tarde, Maia volvió al hospital. No podía dejar de pensar en la forma en que Thomas hablaba. En la manera en que vigilaba a Aiden, incluso cuando sonreía.

Entró en la sala de archivo de nuevo, esta vez con una excusa: necesitaba las notas del paramédico que hizo el traslado de Aiden desde el muelle al hospital. La historia oficial decía que fue encontrado por un pescador local tras una caída en las rocas. Pero… ¿quién hizo el reporte?

—No hay nombre —dijo Maia en voz baja, al revisar el documento—. Solo dice "entregado por un conocido del paciente".

Cerró el expediente, frustrada.

Había vacíos. Muchos.

Y empezaban a parecer intencionales.

Esa noche, Aiden sacó el cuaderno de debajo de la cama. No para leerlo. Solo para tenerlo cerca.

Se acostó con él apoyado en el pecho, como si fuera un ancla.

Recordó algo que Maia le había dicho antes de irse: “No fuerces tus recuerdos. Solo obsérvate. Escucha tus reacciones. Ahí hay más verdad de la que crees.”

Así que se observó.

Notó que no podía dormir sin abrir la ventana, aunque el viento fuera helado.

Notó que no soportaba la luz blanca del baño.

Notó que cada vez que escuchaba la voz de su padre subiendo por las escaleras, el corazón le latía como si corriera por su vida.

Y entonces entendió: no era necesario recordar para saber que algo andaba mal.

Maia escribió en su cuaderno personal esa noche, ya en su habitación:

Paciente presenta niveles de ansiedad nocturna y síntomas psicosomáticos que podrían indicar trauma reprimido. Persiste conducta de vigilancia excesiva en el entorno familiar. La actitud del padre refuerza la sospecha de manipulación emocional o psicológica. Recomiendo continuar monitoreo y profundizar historia clínica a través de entrevistas indirectas a conocidos del paciente en el pueblo. Próxima visita: intentar hablar con la señora Lida del almacén. Según enfermera Lía, conocía a la familia desde antes de la muerte de la madre.

Cerró el cuaderno con un suspiro.

Las verdades grandes, pensó, nunca llegan de golpe.

Primero aparecen como susurros. Como huecos en los informes. Como miradas que no se sostienen.

Y ella estaba lista para escuchar esos susurros. Aun si nadie más lo hacía.

En la isla, la noche volvió a caer.

Aiden dormía con el cuaderno contra el pecho.

Y, por primera vez desde que volvió, soñó con una voz masculina susurrando su nombre… con cariño.

Una voz que no era la de su padre.

Una voz que le decía:

—Te estoy buscando. No dejes de pelear por recordar.

Y Aiden, sin saber por qué, sonrió entre sueños.

1
Maru Sevilla
/Frown/
Maru Sevilla
El capitulo está interesante /Smile/
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