Me Enamoré, Del Despiadado CEO

Capítulo cinco

Emilia regresó a su casa casi al anochecer, ya que el bus tardó mucho en llegar hasta ahí. Una vez que entró a la mansión escuchó la voz de su esposo. Este estaba gritando.

—¿Cómo es posible que no sepan dónde está? Mi padre me culpará a mí si le ocurre algo —decía y ella prefirió esperar a que terminara de hablar para acercarse. No quería ser partícipe de su discusión.

En casa de su padre había aprendido a ocultarse cuando alguien estaba enojado, mientras menos te vieran era menos probable que descargaran su ira contigo. Una vez que Marco dejó de gritar, el mayordomo le indicó que su esposa había vuelto. Al darse vuelta y ver lo hermosa que lucía Emilia, se sorprendió. Ella había hecho caso a sus disparates y había ido por maquillaje. Sin embargo, ella no era su amada Margarita, no le obsequiaría un cumplido.

—¿Dónde estabas? Te fuiste temprano y recién vuelves —reprochó Marco y Emilia se sonrojó. ¿A caso él se había preocupado por ella? —. Mi padre vendrá a cenar y tiene que ver lo feliz que eres aquí o me dará un sermón. Así que ve a cambiarte de ropa y arregla tu cabello.

—Enseguida —dijo Emilia feliz de que él le pidiera algo. Sus ojos por un instante la miraron distinto. ¿Sería que ya había recordado algo?

Emilia entró a su cuarto y empezó a hurgar entre su ropa, necesitaba encontrar algo decente que ponerse para la visita de su suegro. El problema era que solo le quedaba un vestido elegante, el cual tenía algunos agujeros que debió tapar cosiendo sobre ellos algunos detalles bordados. Lo que le llevó más tiempo del que disponía. Una vez que terminó, acomodó su cabello con una cinta y salió de su habitación a toda prisa.

Su esposo estaba molesto otra vez porque ella se había demorado mucho y su suegro ya la estaba esperando.

—No te atrevas a decirle a mi padre que no dormimos juntos o verás lo que soy capaz de hacer —Marco no sabía hacer otra cosa que no fuera amenazarla. Sin embargo, ella estaba feliz de poder cenar junto a su suegro y su esposo por primera vez, por lo que solo le sonrió al despiadado CEO y siguió caminando en dirección al recibidor.

A Marco, le molestó la liviandad con la que esta chica se tomaba las cosas y más aún al notar lo bella que lucía con esos harapos. Le había dado una tarjeta, ¿por qué no se ponía la ropa que seguramente compró con ella? ¿Acaso quería darle lástima a su padre?

Emilia saludó amablemente al señor Echeverría, este hizo lo mismo con ella. Desde que había logrado conocerla le había caído muy bien. Incluso le dio las gracias por la cena, que en teoría ella había mandado hacer para todos ellos. Emilia miró a Marco, no quería llevarse el crédito. Pero no supo qué decir, por lo que solo afirmó con la cabeza. Algo que a Marco le molestó bastante, siendo que él había preparado todo, y sin saber que ella lo hacía para complacerlo. Los malos entendidos eran el orden del día en este matrimonio.

—La verdad es que mi hijo no se puede quejar. Tiene una esposa preciosa, que se encarga de la casa, y que lo cuidará cuando yo no esté —dijo el hombre feliz de ver a gusto a Emilia, mientras tomaba una copa de vino.

—Sí padre, lo mejor que pudiste hacer fue obligarme a casarme con Emilia, somos muy felices — dijo Marco citando la ironía, pero aparentando delante de su padre, al tomar la mano de Emilia como si no sintiera rechazo por ella.

—¿Eso es una venda? —preguntó el padre de Marco preocupado por Emilia. Este ni siquiera había tenido cuidado al agarrar la mano de su esposa—¿Qué le pasó a Emilia?

Su padre molesto con él. Estaba seguro de que le había hecho algo a la muchacha, e iba a hacer que hablara, aunque fuera por la fuerza.

—De hecho, fue mi culpa —dijo Emilia antes de que su suegro agrediera a su esposo —Estaba almorzando en mi dormitorio porque su hijo no me había dejado dormir en toda la noche.

Aunque sonrió para que su suegro pensara algo que no era, no podía convencer al hombre, ya que hacía un tiempo. Su hijo había empezado a tener rechazo por las mujeres. Uno que ni con Margarita pudo evitar, aunque la quisiera mucho. Pese a sus intentos, Emilia no conseguiría mucho, lo bueno fue que Marco la miró con atención. Estaba más interesado de lo que esperaba en el relato de su joven esposa.

—Sin darme cuenta se me cayó al piso el plato. Preocupada por no manchar la alfombra, traté de levantarlo sin pedir ayuda y me corté la palma de la mano —dijo ella como si lo que pasó no fuera nada.

—Emilia, no hagas ese tipo de cosas. Cariño, recuerda que para eso está el mayordomo y el resto de las empleadas. Ellos te ayudarán con lo que sea que necesites —indicó el hombre que había terminado de cenar.

—Sí, señor, no lo volveré a hacer —indicó la joven y Marco se quedó mirándola.

Así que esa había sido la verdadera razón por la que ella se lastimara la mano. Al darse cuenta de que había sido por su culpa, se sintió mal. Sin embargo, ella era una usurpadora que había conseguido ganarse el aprecio de su padre. Obligándolo a casarse con ella, por lo cual no tenía que tenerle ningún tipo de compasión, pensaba Marco.

—¿Así que puedo esperar un nieto pronto? —preguntó el padre de Marco de manera desvergonzada y sonriendo. Quería saber hasta donde esta chica era capaz de cubrir las desfachateces que su hijo hacía.

—Padre, ¿te parece que ese es un tema para hablar en la mesa? Estamos cenando —indicó Marco algo molesto.

Ni siquiera había tocado a Emilia sin sus guantes. Menos podía suponer en dejarla embarazada. Aunque ese sería un buen recurso para por fin separarse de ella. Pero, ¿qué opinaría Margarita de él si hiciera eso?

Un hijo no se traía al mundo solo por un contrato, si no sería un egoísta.

Autora: Osaku