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Hija De La Luna

Hija De La Luna

Status: Terminada
Genre:Romance / Yuri / Época / Completas
Popularitas:1.3k
Nilai: 5
nombre de autor: Kitty_flower

En un mundo donde las apariencias lo son todo, Adeline O'Conel, una joven albina de mirada lunar, destaca como una joya rara entre la nobleza. Huérfana de madre desde su nacimiento, fue criada por un padre bondadoso que le enseñó a ver el mundo con ternura y dignidad. Al cumplir quince años, Adeline es presentada en sociedad como una joven casadera, y pronto, su belleza singular capta la atención de la corte entera.

La reina, fascinada por su porte elegante, la declara el diamante de la época. Caballeros, duques y herederos desfilan ante ella, buscando su mano. Pero el corazón de Adeline no se agita por ellos, sino por alguien inesperado: la primera princesa del reino, una joven de 17 años con una mirada firme y un alma libre.

En una época que no perdona lo diferente, Adeline y la princesa se verán envueltas en un torbellino de emociones, secretos y miradas furtivas. ¿Podrá el amor florecer bajo la luz de una luna que, como ellas, se esconde para brillar en libertad?

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No, por favor no

El reloj del castillo dio su primera campanada de medianoche. El sonido resonó como una caricia de advertencia en el aire frío del pasillo. Adeline, envuelta en una capa azul marino con bordes plateados, caminaba con pasos silenciosos, el corazón latiéndole con fuerza, como si buscara salir de su pecho.

No sabía si Juliette estaría allí. No sabía si aún querría verla.

Pero tenía que intentarlo.

La ventana redonda, escondida al final del ala norte, resplandecía con la luz de la luna. Allí estaba Juliette. Sentada como una silueta enmarcada por la noche, con su vestido lila recogido sobre las piernas y la espalda recta como si llevara horas aguardando.

Adeline contuvo la respiración.

Juliette no se giró cuando escuchó los pasos, pero su cuerpo se relajó apenas. No era indiferencia. Era orgullo herido.

Adeline se acercó sin decir palabra, y se sentó a su lado. El silencio entre ellas era tenso pero necesario. La luna las observaba, plateada, afilada como una daga.

—No di la vuelta. No me quedé en mi habitación esta vez —dijo Adeline, al fin, con la voz suave—. No podía.

Juliette mantuvo la vista en el cielo.

—Temí que no vendrías —susurró.

—Temí no poder hacerlo —admitió Adeline.

El viento les revolvía algunos mechones sueltos del peinado, y en ese momento las palabras comenzaron a fluir, suaves, como el agua que cae por una fuente olvidada.

—Te extrañé —dijo Adeline con un hilo de voz.

Juliette la miró. Sus ojos brillaban más que nunca, profundos, aún heridos, pero también llenos de algo más: esperanza.

—No quiero que pienses que te fallé —dijo Adeline—. No fue mi intención. La cena con el duque no significó nada para mí. Lo único que hice fue pensar en lo que tú estarías haciendo. Si estarías leyendo. Si estarías soñando.

Juliette bajó la mirada, tocando el borde de la ventana con los dedos.

—Y aun así no viniste —dijo, no con reproche, sino con tristeza honesta.

—Estoy aquí ahora —respondió Adeline, firme—. Y no voy a dejarte sola esta vez.

Juliette giró completamente hacia ella. Las luces de la luna acariciaban su rostro pálido, dándole un aura casi irreal. Durante un largo momento, ninguna habló. Solo se miraron.

Entonces Juliette rompió el silencio.

—¿Por qué insistes tanto en mí, Adeline? No soy fácil. No soy segura. No soy… lo que esperan de ti.

Adeline no dudó.

—Porque desde que te vi, todo lo que esperaba dejó de importar. Porque tu nombre vive en mi mente como una canción que no puedo dejar de tararear. Porque cuando estoy contigo... siento que pertenezco a algún lugar.

Juliette cerró los ojos por un momento. Luego, con lentitud, apoyó su cabeza en el hombro de Adeline.

—Yo también pensaba en ti —confesó en un suspiro—. Toda esa noche. Incluso cuando estaba furiosa. Me imaginaba tus manos sosteniendo el vaso de vino, tu risa con ese duque... Me dolía. Pero también deseaba estar allí.

Adeline giró el rostro hacia ella, y por un instante, sus bocas quedaron a centímetros. Juliette la miró a los labios, luego a los ojos.

Ambas se inclinaron, los corazones latiendo como tambores de guerra en medio de una batalla invisible.

Y justo cuando sus labios estaban por encontrarse…

Un golpe seco interrumpió el momento.

Una pequeña ave, confundida por la luz, había chocado contra el cristal de la ventana. El sobresalto las separó, y ambas soltaron una pequeña risa nerviosa. El hechizo se rompió, pero no del todo.

Juliette suspiró, recostando su frente contra la de Adeline.

— Otra vez no...

Parece que incluso el universo nos dice que tengamos paciencia.

Adeline sonrió.

—Si es contigo, puedo esperar toda la vida.

Se quedaron así, en silencio. No hicieron promesas. No sellaron su noche con besos robados. Pero algo había cambiado. El lazo entre ellas era más fuerte, más real.

La luna, en lo alto, seguía siendo testigo de un amor que nacía en la oscuridad, lejos de la vista del mundo, pero más brillante que cualquier joya de la corona.

La luz del amanecer se filtraba tímidamente entre las cortinas de encaje blanco. Adeline despertó con una sensación cálida en el pecho, como si los últimos hilos de un sueño hermoso aún danzaran dentro de ella. La noche anterior con Juliette había dejado en su piel una brisa suave, una promesa sin palabras.

Se sentó lentamente en la cama y estiró los brazos, aún con la sonrisa dormida en los labios. Su doncella entró con una bandeja de desayuno y una carta doblada con un sello familiar.

—Su señor padre desea verla en el salón privado, señorita —anunció con voz neutra, pero los ojos de la doncella parpadearon con una mezcla de curiosidad y preocupación.

Adeline se vistió con un vestido de lino claro, recogió su cabello en un moño sencillo y caminó con pasos seguros por los pasillos del castillo. El día apenas comenzaba, pero el aire ya olía a algo que no podía nombrar... ¿Decisión? ¿Destino?

Su padre, Lord O’Conel, se encontraba de pie junto a la chimenea encendida, con una copa de té en la mano. Sonrió cuando la vio entrar.

—Hija mía, siéntate, por favor.

Adeline obedeció. Él no solía citarla con tanta formalidad. Su tono amable la inquietaba más que si la hubiera reprendido.

—¿Ha pasado algo? —preguntó con cautela.

Lord O’Conel suspiró y dejó la copa sobre una mesa de roble.

—No es un secreto que en estos últimos días tu nombre ha estado en boca de muchos. Rumores, miradas, susurros... y aunque tu virtud no ha sido manchada, no puedo permitir que las habladurías afecten tu reputación.

Adeline frunció el ceño.

—Padre… usted sabe que todo eso no tiene fundamento. Usted habló con la reina, incluso Juliette—

—Lo sé —interrumpió él suavemente—. Pero también sé lo difícil que es borrar las manchas que la sociedad decide colocar.

Hubo un silencio tenso antes de que continuara.

—Por eso, esta mañana he dado mi consentimiento formal a la propuesta del duque Jonas del Corazón de Jesús.

El corazón de Adeline se detuvo un instante.

—¿Qué… qué ha hecho? —susurró.

—Ha pedido tu mano, de manera seria, respetuosa, y con la mejor intención. Es un hombre de honor, de buena cuna y sólida fortuna. He considerado que es lo mejor para ti.

—¿Lo mejor…? —Adeline se levantó de golpe, la silla chirriando al retroceder—. ¿Sin siquiera preguntarme?

—No lo he hecho sin pensar en ti, hija —dijo Lord O’Conel con firmeza, aunque su mirada era triste—. Solo quiero protegerte. El duque no es como los otros pretendientes. Es gentil. Y sinceramente… creo que podrías llegar a ser feliz.

Adeline negó con la cabeza, los ojos ardiéndole.

—Pero no estoy enamorada de él.

—¿Y acaso lo estás de alguien más?

La pregunta flotó en el aire como una daga.

Ella bajó la mirada, temblando.

—No puedo casarme con alguien solo para silenciar rumores —murmuró—. No es justo para él. Ni para mí.

—La vida rara vez es justa, Adeline. Pero es deber de los nobles mantener sus nombres limpios. Tu madre hubiese querido verte protegida.

El nombre de su madre la golpeó como un puñal.

—Mi madre me enseñó, aunque fuera desde sus cartas, a no callar mi corazón —dijo ella, con voz firme—. A no traicionarme.

Lord O’Conel se acercó a ella y puso una mano sobre su hombro.

—No te estoy obligando, hija. Solo he aceptado recibir su visita oficial y permitir el cortejo. No habrá compromiso hasta que tú lo apruebes… Pero te pido que lo consideres.

Adeline se mordió el labio. Tenía el alma hecha nudos.

—Lo consideraré —dijo al fin, aunque su corazón ya estaba roto.

Salió de la sala sin mirar atrás, conteniendo las lágrimas. El pasillo parecía más largo, más frío. Las paredes del castillo que hasta ayer habían sido testigos de miradas furtivas y promesas silenciosas ahora eran testigos de una traición involuntaria.

Adeline no sabía cómo le contaría a Juliette lo que su padre acababa de hacer. Pero una cosa estaba clara:

La guerra entre lo que se espera de ella… y lo que verdaderamente desea, acababa de comenzar.

Los pasos de Adeline resonaban por los pasillos de piedra mientras corría, sin importarle si alguien la veía con los ojos vidriosos y las mejillas encendidas por el llanto. Sujetaba con fuerza los pliegues de su vestido mientras esquivaba criados, floreros y miradas curiosas. Sabía exactamente dónde estaría Juliette a esa hora: el invernadero oculto detrás del ala este, donde la princesa se refugiaba del ruido de la corte.

Cuando empujó la puerta de vidrio, el olor a rosas, menta y tierra mojada la envolvió como una manta cálida. Allí, sentada junto a una de las jardineras, con un libro en la falda, estaba Juliette. El cabello suelto le caía en ondas oscuras por los hombros, y al ver a Adeline, se incorporó de inmediato.

—¿Adeline? ¿Qué ha pasado?

La joven se abalanzó sobre ella, con los ojos empañados y la respiración agitada. La abrazó con fuerza, hundiendo el rostro en su cuello, y las palabras salieron a borbotones.

—Mi padre… esta mañana… aceptó la propuesta del duque Jonas… sin preguntarme —sollozó—. Dice que es para protegerme… para acallar los rumores…

Juliette la abrazó aún más fuerte, dejando caer el libro al suelo. El mundo pareció detenerse mientras sus cuerpos se encontraban en ese gesto lleno de desesperación y ternura.

—No —susurró Juliette con voz temblorosa—. No puede hacerte eso… No pueden obligarte a nada.

—Dice que no es un compromiso aún… que solo permitirá el cortejo —dijo Adeline, separándose apenas, lo justo para mirar a los ojos de Juliette—. Pero yo… yo no quiero. No puedo… no cuando mi corazón…

Las palabras se ahogaron en su garganta. Juliette la miró, con lágrimas contenidas que empezaban a empañar sus ojos color violeta.

Ambas lloraron en silencio durante un instante que parecía eterno. El invernadero era su único refugio, un rincón ajeno a las reglas de la nobleza, a los compromisos impuestos, a los rumores crueles que recorrían el castillo como serpientes.

Juliette apoyó su frente contra la de Adeline.

—No dejaré que te obliguen. No si tú no lo deseas. Haré lo que sea necesario.

—¿Y si no podemos cambiar nada? —susurró Adeline—. ¿Y si nuestras vidas ya están escritas en tinta que no podemos borrar?

—Entonces quemaremos las páginas —respondió Juliette, con una fuerza inesperada—. Y escribiremos las nuestras.

Las manos de ambas seguían entrelazadas. El mundo fuera del invernadero podía seguir girando con sus duques, reyes y bailes forzados. Pero allí dentro, solo existían ellas dos. Con sus lágrimas, sus palabras y su amor, tan puro como prohibido.

Adeline respiró hondo, como si volviera a encontrar aire después de un naufragio.

—Gracias por estar aquí.

—Siempre estaré —respondió Juliette, acariciando suavemente el dorso de su mano.

Y así, en medio de aquel jardín escondido, dos corazones rotos comenzaron a recomponerse en el silencio de un abrazo compartido.

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Ana Luz Guerrero
hermosa historia, hasta se erizo la piel, felicidades escritora, la reencarnación existe, bendiciones infinitas 🙏
Reyna Torres
Fascinante historia, te envuelve, te atrapa.....la amé de principio a fin

Gracias por compartir tú maravilloso don
Reyna Torres
Ésta es una de las mejores historias qué he leído, mis respetos escritora, es cautivadora
Kitty_flower: muchas gracias por su apoyo♡♡
total 1 replies
namjoon_skyi
Me engancha, sigue escrib.
Kitty_flower: gracias, eso haré
total 1 replies
eli♤♡♡
La idea es fascinante
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